Instinto Irresuelto

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Una sensación fría le recorrió la espalda cuando esa mirada rojiza cayó sobre él. Lo petrificó deteniendo el paso del aire a sus pulmones y el calor de su cuerpo. Lo redujo despojándolo de sus armas, atrapado en un territorio extraño del que no recordaba nada.

Justo detrás de él, en medio de esa oscuridad que lo hacía sentir inquieto y el remolino extraño de aromas se filtraba por su mascarilla, estaba Kacchan. Lo sabía sin necesidad de voltear, advertido por el espíritu predador y los sentimientos turbulentos que emanaba.

Era nada menos que una presa atrapada en su trampa y su cuerpo lo anticipaba llenándose de nerviosismo, calor y sensaciones extrañas.

Trató de girar el rostro, despegando la mirada del piso tan solo por el arrebato de ese vuelco que golpeó su estómago cuando el rubio entonó un gruñido bajo. Pero se volvió de inmediato cubriéndose con los brazos para esquivar el golpe que impacto la puerta.

Un vaso estalló justo junto a él, seguido de un azafate que rodó haciendo un estruendoso sonido metálico, mientras él se deslizaba hacia el piso sujetándose la entrepierna y apretando los dientes. La puntería de Kacchan era tremenda.

— ¡Aléjate! —le gruño el rubio con un tono despectivo que lo hizo asentir y obedecer gustoso a la orden de quedarse lejos y a salvo —

Retrocedió recostando su cuerpo entumecido contra la puerta y conteniendo las lágrimas que se acumularon en sus ojos con esfuerzo. Entonces el rubio se deslizó sobre sus codos dejándose caer de vuelta al colchón.

Su cuerpo se acomodó torpemente de lado tratando de calmarse lo suficiente para tomar una buena bocanada de aire y suprimir el sofoco. Divisó la temblorosa figura de Izuku hecha un ovillo al otro extremo del cuarto y sintiéndose a salvo momentáneamente decidió cerrar los ojos por un instante.

A penas podía alcanzar el aire por encima del terrible calor que lo estaba asfixiando y el dolor que apaleaba su parte baja era ya insoportable.

Estar consiente, sin ayuda de los supresores se había convertido en una cansada tortura que lentamente lo estaba acabando. Desde el segundo en el que ese maldito alfa piso su casa, la lucha había sido colosal. Cada parte de su cuerpo clamaba por la atención de ese bastardo, quemándolo con cada deseo obsceno que tomaba forma en su mente. Enviándolo sobre el borde de la cordura hasta estar a punto de quebrarse y no podía resistir más.

Se quedó allí tumbado sin fuerzas, jadeando sonoramente con la vista borrosa y la humedad escurriendo por sus muslos.

Era la escena más patética y humillante que seguramente jamás le había mostrado a alguien. Pero los ojos de su compañero lo observaron fascinados.

El rostro adolorido y algo pálido de Izuku, lo vigiló desde el hueco de sus brazos, totalmente pasmado. Su mirada atenta, algo curiosa y a veces inquieta, se plantó sobre el omega atraído por la suavidad de sus facciones que lucían muy distintas a las de siempre.

Su boca entreabierta y jadeante, soltando gemidos bajos al ritmo de su respiración se le hizo erótica, tanto como la blancura de su piel, que brillaba ligeramente bajo el umbral parpadeante de la cortina y lo obligó a recorrer cada parte expuesta.

Ese cuerpo firme, bien formado y de curvas contoneadas que lo atrapó culposamente haciéndolo tragar fuerte cada que los músculos de su abdomen se contraían con una respiración profunda. Lo permitió experimentar por primera vez el arrebato de la atracción sexual, algo que no creyó posible sin tener que aspirar sus feromonas; después de todo era de Kacchan de quién estaba hablando, el chico desagradable y abusivo que no tenía modales en la mesa en la secundaria, el que recordaba de niño con la cara cubierta de lodo y el pelo lleno de hierba, el que hasta hace unos días lo hacía preguntarse si no tenía corbatas o cinturones para acomodarse correctamente el uniforme para ir a clases; ese mismo, justo ahora le parecía atractivo.

OMEGAWhere stories live. Discover now