Instinto Frustrado

6.3K 869 704
                                    

Cuando levantó los párpados la primera imagen con la que chocó, fue la del rostro de Deku. Sus mejillas pálidas, salpicadas de pecas y moretones estaban hundidas con total descaro en su cama, luciendo una expresión boba y tiritando por el frío envuelto en la única sábana que había logrado recuperar de la violenta movida nocturna del rubio para apropiarse del cobertor.

Su cabello rizado sobresalía del ovillo de tela, acurrucado contra él tratando de robarle un poco de calor y emitiendo ese fuerte aroma a café dulce y algo mentolado que estaba metido en cada centímetro del cuarto como una peste, impregnado en su ropa y atorado en sus pulmones de manera invasiva.

El rubio tosió cubriéndose el rostro con la mano, incomodado por el aroma, mientras se revolvía tratando de escapar de la prisión de mantas en la que estaba atorado y sacudía la cama lanzando patadas, codazos, y maldiciones, hasta lograr que el pecoso gruñera y se girara, llevándose con él su escandaloso cultivo de feromonas.

El aroma del peliverde rivalizaba con el suyo haciendo de la habitación un cúmulo de hormonas sexuales y excitación permanente, que resultaba sumamente estresante a primera hora de la mañana, cuando todo lo que quería era enterrar el rostro en la almohada y volver a dormir resintiendo el dolor de su cuerpo apaleado y exhausto.

Tanto él como el peliverde estaban adoloridos, cansados y renuentes a moverse de la cama o realizar cualquier movimiento que pudiera estimular la sensible excitación de sus partes bajas. Tan solo querían descansar en paz por unos momentos más, luego de la terrible noche que habían tenido.

Izuku había agotado toda su paciencia, energía y autocontrol atendiendo las egoístas necesidades del omega y Katsuki se había dejado llevar de tal forma, que se sentía asqueado de sí mismo y la última cosa en la que quería era volver a pensar era en su celo.

Se estiró con fastidio y tomó su celular de la encimera, lanzándole empujones y patadas al pecoso cada dos por tres para asegurarse de mantener su tóxico aroma lejos de su entrepierna.

Para cuando habían logrado conciliar el sueño, estaban demasiado cansados para preguntas triviales como en donde dormiría Izuku, quien era el dominante o que pasaría cuando despertaran. Y un par de horas de sueño no fueron suficiente para darles oportunidad de pensar en ello. Katsuki había conseguido un humor asqueroso y volátil, al toparse de lleno con esas preguntas a penas despertar, y le daba vueltas a todo de manera rumiante, sin tener la más mínima idea de cómo lidiar con sus sentimientos.

Y es que, lo cierto era que se sentía como una mierda. Una sensación de pérdida lo invadía reclamándole la facilidad con la aceptó a ese alfa en su territorio. Su orgullo herido, lejos de sanarse renegaba del poder que había conseguido sobre Deku y nada parecía estar bien. Simplemente su mundo se había puesto de cabeza.

Se estiró y observó la pantalla del teléfono sin interés, mientras se levantaba el elástico del holgado pantalón de pijama, tan solo para comprobar que el interior ya era un desastre y seguía igual de dispuesto que antes. Gruñó con molestia, maldiciendo por lo bajo y decidido a ignorarlo se acomodó bruscamente buscando un poco más de espacio en la cama.

Observó mecánicamente las publicaciones de sus amigos por varios minutos, nada sorprendido por lo normal que seguía el mundo en su ausencia. Parecía como si en todo ese tiempo, el único que había notado que no estaba allá afuera, era el idiota que tenía al lado y eso era patético.

Suspiró fastidiado, eliminando sin mucho reparo las docenas de notificaciones inservibles que había acumulado, que en su mayoría eran mensajes de su madre, publicidad o actividad de sus contactos que le importaba un carajo. Pasó de todo con un creciente resentimiento quemando en su pecho, hasta que un mensaje lo hizo parar en seco y torcer su expresión dudosamente.

OMEGAWhere stories live. Discover now