La Desgracia de un Hombre

4.1K 605 378
                                    

Entró a hurtadillas al departamento, conteniendo entre risas, la mezcla de emoción, rebeldía y adrenalina que cosquilleaba en su estómago.

Nunca había tenido una experiencia como esa. Escapar con alguien que causaba cientos de revoluciones en su pecho, tener el valor de robarle un beso y regresar a casa mucho después de su toque de queda sin ser notado por su madre, era la cosa más transgresora y alocada que había hecho en su vida y se sentía genial.

Se lanzó con emoción a la cama cuando encontró su habitación, aferrándose a las sábanas, estrujando su cuerpo y ocultando una risa picaresca en el colchón. Estar vivo se sentía tan jodidamente bien en ese momento que no sabía cómo lidiar con eso. Era un sentimiento tan excitante, incontenible y cosquilleante que todo lo que quería era levantarse y gritar lo feliz que estaba.

¿Qué diablos le ocurría? No entendía como todas esas sensaciones habían estallado de pronto en su estómago y llegado a su pecho, dónde parecía haber una fiesta que no daba señas de terminar.

― ¿Izuku? -escuchó la voz de su madre, empujando dudosamente su puerta- ¿Eres tú?

Hizo un sonido de afirmación que le permitió a la mujer volver a respirar con normalidad y llenarse de confianza para entrar al cuarto.

―Estaba muy preocupada. No volviste de la academia. Llamé a tu profesor y dijo que te habías ido temprano, pero no te comunicaste conmigo -se acercó a la cama, encendiendo la luz de la lámpara para tratar de verlo con claridad en medio del ovillo que había formado sobre sí con sus brazos - ¿A dónde fuiste? ¿Estás herido?

Calló esperando una respuesta, pero el cuerpo extrañamente inquieto del pecoso no le dio ninguna señal que pudiera interpretar.

― ¿Izuku?

― Lo besé... -soltó con una voz emotiva y algo fluctuante. No soportaba más esa sensación, tenía que decírselo a alguien-

La mujer emitió un sonido de sorpresa llevándose las manos al rostro con una expectación que hizo al peliverde desenredar sus extremidades e incorporarse efusivamente con el sonrojo estampado en todo el rostro.

― ¡Solo fue un beso rápido! -aclaró con total vergüenza, preguntándose en qué diablos estaba pensando al revelar algo tan embarazoso- Yo... no sé qué pasó, pero lo besé y el... no se molestó por eso -dejó salir el final con un hilillo de voz. El mismo no podía creer lo que estaba diciendo-

― Izuku... -oyó la voz acongojada de su madre invadiendo su espacio mientras se avanzaba para abrazarlo- estoy feliz -las lágrimas empezaron a caer y no supo decir si había hecho bien o mal- me alegra que te estés llevando bien con Katsuki, me hace feliz que tus sentimientos sean aceptados, pero por favor no vuelvas a desaparecer de esa forma.

El corazón del peliverde se estrujó. Toda la emoción, la alegría y la satisfacción que había vivido de pronto se sintieron egoístas. Odiaba herir a su madre, pero parecía que siempre terminaba haciéndolo de alguna forma.

― Lo siento -soltó de forma amarga correspondiendo el abrazo con fuerza- Me dejé llevar y no pensé que podía angustiarte. No volveré a...

― Puedes ir con él siempre que lo necesites, tan solo no te olvides de mí.

Sus brazos le dieron un último apretón cálido antes de soltarlo y acariciar su rostro contemplando con alivio que, a parte de un poco sucio, su pequeño estaba intacto.

El pecoso tuvo que ser rápido para ocultar su mano, que para entonces ya había adquirido un color morado y una inflamación un tanto severa que fácilmente podría infartar a su madre.

OMEGAWhere stories live. Discover now