capitulo 4

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Capítulo 4•

•6 años• 11 años•

Desperté antes de que mamá me regañara. Eran las doce del medio día, pero me encantaba desvelarme y dormir hasta tarde en vacaciones. Una de las mejores cosas del verano. Me puse de pie y me coloque otra camisa para bajar a "desayunar", la única condición de despertarme tarde era que, yo tenía que prepararme de comer a medio día, lo sé, mi madre me ama demasiado.
Bostece mientras bajaba por las escaleras, Carrot me siguió, él comía hasta que yo lo hacía. Entre a la cocina y prepare mi platillo especial, cereal con leche. Lo deje en la mesa y busque el alimento de Carrot, le serví su porción del día y se la di. Tome mi plato de cereal y me fui a la sala. Encendí la televisión y comencé a ver el programa de dibujos animados. Carrot se recostó a un lado de mí cuando termino de comer. Entonces mire algo en el calendario que llamo mi atención, era julio y tenía un día marcado con rojo. Fruncí el ceño, me levante del sofá y me acerque al calendario.

22 de julio. (Cumpleaños de _____.)

Me atragante con un poco de cereal. Pronto sería el cumpleaños de ____ y yo aun no tenía su obsequio. No era raro, en vacaciones lo último que hacía era mirar el calendario. Comí tan rápido como pude y deje los trastes en la cocina. Subí de nuevo a mi habitación y me senté en el escritorio donde hacia mi tarea. Saque un lápiz y papel y comencé anotar distintas ideas. Hace un tiempo que había empezado ahorrar para el obsequio de _____.
Tache varias ideas y al final vi una que no parecía mala idea. Todo el mundo lo hacía. Guarde la hoja de papel en mis carpetas y baje corriendo a la cochera de mi casa. Sonreí, aun estaba ahí. Tome uno de los trapos de mi mamá y comencé a limpiarlo todo. Tosí muchas veces, pero había valido la pena. Regrese a la cocina y lave muy bien mis manos. Busque en el refrigerador todo lo necesario para hacer limonada. 

Saque el puesto de limonada que estaba en la cochera desde que mi prima se había aburrido de vender limonada. Coloque la jarra y unos vasos, solo esperaba que alguien comprara.
Estuve esperando a que alguien pasara, hasta que una señora de la edad de mi abuela se me acerco.

— Hola, pequeño. ¿Cuánto cuesta el vaso con limonada? 
— Cinco centavos, señora. –sonreí. 
— Aw, llevare dos. 

Asentí varias veces y le serví lo que me había pedido. Ella me pago dándome cinco centavos demás. Se fue y yo guarde en una pequeña caja, mi primera ganancia del día. Ahora solo me faltaban 49. 85 dólares para comprar el regalo de ____.
Pasaron más personas con el transcurso del día, pero aun así me faltaba mucho. No iba a poder comprarle lo que quería regalarle a ____. Resople, mirando la jarra de limonada. Había hecho siete jarras de limonada, mamá me mataría, me había acabado casi todos los limones. 

— Hey. –dijo una niña. Era ___. – ¿Qué estás haciendo? 
— Ah, bueno... esto... es... eh... un puesto de limonada.
Ella rió. Había olvidado que hoy era viernes, Lynn siempre venía los viernes junto a ____.
— Sé que eso es un puesto de limonada. Pero quiero saber porque estas vendiendo limonada. 
— Para ya sabes, pagar mis estudios. –bromee.
Ella volvió a reírse. Desde hace meses que nos habíamos conocido. Habíamos encontrado la manera perfecta de cómo tratarnos y aunque pareciera tonto, cuando estaba con ella era como si yo volviera a tener esa edad.
— ¿Quieres un poco de ayuda? 
— Ah, no. – negué. 
– pero puedes vender limonada conmigo. – sonreí.
____ asintió. Ella servía los vasos, y yo me encargaba de recibir el dinero y dar el cambio. Ella estuvo viniendo más seguido por una semana. Solo le había dicho que necesitaba 50 dólares, pero no le había contado porque. Mire de nuevo el calendario, solo faltaban dos días y tenía ya 43. 12 dólares. Era hora de rogarle a mamá.

Me acerque hasta la sala donde mis padres estaban conversando sobre algo de las vacaciones a donde planeaban ir. Puse la mejor cara de ángel que tenía y me acerque a mamá. Ella termino cediendo luego de que la siguiera por toda la casa con una cara de cachorro. Mire el reloj, eran las seis de la tarde y yo estaba esperando a que ____ llegara ya. Quería que viera su regalo, le había comprado una bicicleta, ya que ella me había dicho que tenía ganas de aprender a andar en una. Desde el momento en que me lo había dicho lo había marcado en el calendario.
— ¡Louis, ya están aquí! –aviso mi mamá desde la entrada.
Salí corriendo hasta llegar junto a ella. ____ sonrió y me saludo, estaba esperando un abrazo de mi parte, pero estaba tan emocionado que la tome de la mano y la lleve hasta la cochera donde tenía la bicicleta escondida.
— ¿Venderemos limonada? –inquirió inocentemente.
No le conteste. Me detuve enfrente de la puerta y tape sus ojos hasta que nos acercamos a la bicicleta. Ella estaba riendo en voz baja, no podía negar que estaba ansiosa. La había dejado con la duda, aparte mis manos y ella abrió los ojos de inmediato. Di un pequeño grito cuando vio la bicicleta.
— ¡Feliz cumpleaños, niño! –dije y la abrace por detrás. Desde que habíamos jugado en el lago, le decía de esa manera. Pero ella no se molestaba.
— Gracias, gracias, gracias. – repetía una y otra vez. –enserio que esto es genial.
Me aparte de ella y me encogí de hombros sonriendo. De verdad le había atinado lo que ella quería. No era bueno escogiendo cosas para niñas. Ella se acerco de nuevo a mí, me abrazo fuertemente. Dejamos de hacer eso e hice que fuera a ver su regalo, ella seguía con la misma sonrisa de alegría.
Mamá había estado muriendo durante estos días por contarle a Lynn lo que había estado haciendo. No sé porque ella encontraba adorable que hiciera este tipo de cosas. Cuando regresamos a la sala y _____ le conto a todos que yo le había dado el mejor regalo del mundo. Reí, ella contaba de las cosas de una manera muy entretenida.
Mamá había tomado un montón de fotografías. A ella le gustaba guardar todos los buenos recuerdos en un álbum. No la había visto tan animada desde que me había dicho que me presentaría a una de sus viejas amigas de la secundaria.
Miraba a ____ y por alguna razón me recordaba a mamá. Las dos eran escandalosas, mandonas en ocasiones, pero al final del día, no podía molestarme con ellas, porque me hacían reír y me sentía bien a su lado. ___ ella era una de las pocas niñas que me agradaban lo suficiente como para salir a vender limonada.

Innocence and Experience| Louis Tomlinson.✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora