Capítulo 8: Tierra 9010

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Día 18 en la Tierra 90-10.

Sus ojos se abrieron de un segundo a otro, permaneciendo inmersos en los delicados y precisos trazos que se paseaban por todo el techo; la decoración era perfecta, combinaba con el resto de la estructura y eso solo lo hacía sentirse ajeno al lugar. Estiró su brazo y observó su mano, blanca, como la nieve; volvió a acomodarlo y cerró sus ojos unos instantes, imaginándose el bello resplandor del reflejo del sol en el agua, las aves volando de un lado a otro, la música, los aromas y la calidez. Terminó por pararse de la cama; el frío piso recibió a sus pies descalzos, los cuales transmitieron la sensación a todo su cuerpo, regalándole un ligero escalofrío. Miró sus pies unos segundos, notando la piel tersa y la misma blancura que poseía en sus manos, decidió dejar a un lado eso y caminar hacia el balcón; entando ahí, abrió las cortinas, dejando pasar un poco de calor a la fría habitación donde se encontraba. Sus ojos, antes atentos al techo y después a su cuerpo, ahora habían sido captados por el paisaje que ofrecía aquel lugar. Todo tan reluciente, todo tan maravilloso.

El tenue sonido de la puerta siendo golpeada lo sacó de su pequeño transe, obligándolo a dar media vuelta y decir: -Pase.

-Joven Loki -expresó vivazmente una mujer de cabellos rubios al entrar al cuarto, viendo de frente al príncipe en pijamas, lo que ocasionó un ligero sonrojo en la chica-, su madre desea saber si esta vez irá a desayunar. -Soltó mientras desviaba la mirada, lo que provocó una risilla en el otro.

-Sí, iré -respondió con una sonrisa.

La joven dio una reverencia en forma de despedida, dispuesta a salir lo antes posible del cuarto del pequeño príncipe.

-Espera, Sigyn. -Se apresuró a llamar la atención de la joven-. ¿Podrías... ayudarme a encontrar algo para ponerme?

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-¿Crees que vendrá? -preguntó ansioso Thor, tomando una pierna del animal que habían servido como desayuno y lo ponía en su plato.

-Paciencia, hijo mío. Todo a su tiempo. -Lo trató de calmar, Frigga, quien bebía de una copa de oro.

-Pero ya no puede estar encerrado más tiempo. -Siguió el heredero al trono.

-Tampoco podemos obligarlo, Thor -habló Odín.

Mientras la familia real hablaba, las enormes puertas de la sala se abrieron, provocando que Thor se parara ansioso para ver de quién se trataba.

-Buenos días -expresó el invitado con un poco de pena.

-Buenos días, Thomas. -Devolvió el saludo el Dios del Trueno, regalándole una de sus bellas sonrisas.

-Bienvenido. Siéntate -dijo Frigga con una sonrisa, señalando un asiento.

-Gracias. -Con incomodidad sonrió y se sentó a un lado de Thor, quien parecía emocionado con su presencia. Tom observó la gran mesa de oro repleta de platillos que desconocía, lo que le provocó un poco de temor.

Pasaron semanas desde que llegó a Asgard y a pesar de la amabilidad con la que fue recibida, se sentía ajeno, como si no perteneciera al lugar; no lo malentiendan, su sentimiento no se debía a que él no era Loki, sino a otra cosa. Tom se sentía fuera de lugar porque estaba fuera de lugar, pero parecía ser que su contra parte también se sentía así. ¿Que cómo lo sabía? Simple, su cuerpo lo percibía, percibía el rechazo de las personas y por sobre todo, sentía su propio rechazo a cada momento, con cada palabra que decía, con cada palabra que le decían; el rechazo estaba ahí, era como un veneno, uno pesado, denso, que fluía por su torrente sanguíneo a cada segundo, provocando que se sintiera cansado, sin ánimos; deseando simplemente dormir por toda la eternidad.

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