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— Hwang.— Me llamó la entrenadora con cierta frustración en su voz. De pronto me sentí intimidada, era consiente de que no había realizado bien los ejercicios y al parecer, la entrenadora también. — ¿Acaso no sabes lo que es un salto?— Cuestionó autoritaria reduciendo en cada palabra el espacio que nos separaba.

No sabía que hacer o decir, simplemente me sentía avergonzada y asustada, la mujer parecía ser una bruja. — Se supone que tus malditos pies deben de separarse del suelo. — Sentí como partículas de saliva se estrellaban en mi rostro en su trayecto, era simplemente asqueroso, pero me sentía demasiado intimidada como para limpiarlas.

Hizo sonar el silbato de nuevo, la poca distancia que nos separaba había favorecido a dañar mis oídos, el silbatazo se había escuchado tan fuerte que perdí mi audición unos segundos y poco después, mis oídos habían comenzado a palpitar. — Todas pueden descansar, excepto tú.— Me señaló con su dedo huesudo.

Mis compañeras, con cierta burla en sus rostros, comenzaron a sentarse en el suelo en una formación circular, prácticamente rodeándome. Parecían listas para ver el espectáculo que estaba por ofrecerles. — Cada vez que silbe darás un salto, si fallas; lo harás de nuevo, cuantas veces sean necesarias, hasta que realices bien el ejercicio. ¿De acuerdo?— Cuestionó con una ceja alzada.

Asentí cabizbaja, no quería hacerlo. — Pregunté; ¿DE ACUERDO?— Volvió a gritonearme, levante la vista aun atemorizada, mientras las demás chicas reían disfrutando y cuchicheando cosas sobre mí que no lograba descifrar.

— SI, ENTRENADORA.— Contesté con una postura recta, como si estuviera a punto de salir al campo militar.

El primer silbatazo me tomó desprevenida, mis piernas lograron descodificar el mensaje que mi cerebro había enviado demasiado lento, provocando que me atrasara. La cara de la entrenadora volvió a deformarse en una mueca de inconformidad, silbó de nuevo y el resultado no fue para nada diferente; pronto, la mujer comenzó a desprender frustración por los poros.

Estaba en un gran problema.

Tras una larga sesión de saltos, la entrenadora no parecía estar conforme con mis movimientos y apenas me impulsaba para saltar, ella volvía hacer sonar su silbato. Comenzaba a desesperarme y la mala condición física que poseía solamente estaban haciéndome una mala jugada. En cuestión de segundos, mi cuerpo ardía en demasía, no podía soportarlo; además mis piernas comenzaban a convertirse en enormes trozos de gelatina y me costaba estar de pie. El sudor se había encargado de empaparme de pies a cabeza y eso parecía divertirle a mis demás compañeras.

He de admitir que estaba agradecida con la institución por hacer que las clases de gimnasia se dividieran y el hecho de que los chicos tuvieran que tomar una clase separada fuera del gimnasio significaba que solo el porcentaje femenino de mi clase podría ser partícipe de esta humillación.

Un silbatazo más, el tiempo pareció ir más lento. Tome impulso con mis débiles piernas y salté, mis pies se habían separado del suelo, lo había sentido, esta vez lo había hecho bien. Sin embargo, esa satisfacción había desaparecido en el momento que regresé al suelo, está vez mis pies no habían cedido, no soportaron el peso de mi cuerpo y simplemente impacte contra el suelo.  Las risas femeninas no tardaron en ser emitidas, estaba más que claro que era lo que habían esperado y estaban disfrutándolo tanto.

La entrenadora me dio una mirada fría. — Eres una inútil.— Pronunció moviendo los labios sin emitir sonido solo para que yo lo entendiera. — La clase terminó, vayan a asearse.— Y sin más, dio media vuelta y abandonó el gimnasio.

No scars to your Beautiful ; Bang Chan.Where stories live. Discover now