CAPÍTULO XII

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LUNA DE MIEL EN EL CARIBE

DÍA 8 DE 8

DE NUEVO EN CASA

Nuestra luna de miel estaba a punto de culminar y para mí había sido la mejor semana de toda mi vida. No me entusiasmaba la idea de regresar, de perder la privacidad que nos había concedido este viaje, la despreocupación con la que habíamos vivido estos días, porque siempre cabía a la posibilidad de que el trabajo, la rutina de la oficina de alguna manera pudiera perjudicar el ritmo de nuestra intimidad.

Tanto para Beatriz, como para mí, Ecomoda era importante, pero mucho más importante era mi familia, que por el momento la conformaba ella. No me importaba en qué parte del globo terráqueo me encontrara, con tal de estar con ella, yo estaría bien, estaría en el lugar perfecto.

La tarde del día anterior habíamos enfrentado una situación desagradable, que por más que lo que pensaba, no me podía sentir del todo culpable por la forma en que lo manejé. ¿Por qué? ¿Acaso todo hombre no defendería a su esposa de cualquier cosa que quisiera dañarla? Había creído que estaba alcanzando el control sobre la ira, pero lo cierto es que en el fondo sentía que en este caso mis actitudes eran lógicas y justificables, aunque expresara lo contrario ante Betty. ¿Realmente soy una persona violenta?, me pregunté, ¿puede esto llegar a perjudicar mi matrimonio? ¡Ella tan dulce, comprensiva y paciente, me había aconsejado que mejorara en ese aspecto! ¿Se avergonzaba de mí, o lo peor, me tendría miedo? ¡No, su mirada, su forma de dirigirse a mí era más bien de preocupación por lo que podía pasarme, por las consecuencias que traería consigo un enfrentamiento de esos! ¿Cómo se puede mejorar si el resto del mundo también te justifica?: ¡Armando es así! ¡Su personalidad es explosiva! Entonces ¿Cómo podía advertir que podía mejorar en ese aspecto si el resto del mundo creía que yo simplemente era así?

"No, Armando, te estás haciendo bolas. Toda persona puede mejorar, así como tú lo hiciste en tantos otros aspectos, por el amor que sientes por esta mujer que yace en tu pecho. Todos los días me confirmo que es con ella con quien quiero dormir y despertar todos los días y es a ella a quien yo defendería con mi vida si fuera necesario", pensé.

El dolor en el ojo y pómulo derecho y en la pantorrilla era un recuerdo de que ya no era un jovencito y que cada día los golpes dolían y tardaban más en curarse, pero también la confirmación de que mi actitud agresiva no era generalizada, es decir, que no me la pasaba repartiendo golpes o gritos, como en otro tiempo de mi vida, cuando por razones que no podía explicar, perdía el control fácilmente.

Si me ponía a reflexionar con detenimiento sobre los aspectos detestables de mi vida pasada, lo cual ahora hacía sin ningún tipo de culpa, podía reconocer el cambio interior que había experimentado después de reconocer mis pecados, mis defectos y después de haber pedido perdón a quienes había lastimado.

El amor que me nació por Beatriz en un inicio me había hecho sentir vulnerable, confundido, capaz de tener sentimientos genuinos como la ternura y el sosiego, pero lo que realmente me había edificado y renovado, había sido el toparme con que de nada valía la honestidad de mis sentimientos, si había mentido tanto, había utilizado y manipulado tanto a la personas, y que de ello solo había resultado el desprecio, la ausencia y el dolor de la única mujer que había amado. El dolor que le siguió al derrumbe de mis mentiras había sido el verdadero responsable de que ahora fuera una mejor persona.

Beatriz se removió sobre mi cuerpo y me rodeó con su delgado brazo izquierdo en un intento de cubrir todo mi torso. Levanté un poco la cabeza para echarle un vistazo a su rostro, que aquella mañana lucía más hermoso que nunca, con sus labios levemente haciendo un puchero y su semblante rozagante.

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora