CAPÍTULO XIV

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ANDA ALISTANDO EL BIBERÓN, ARMANDO MENDOZA

¿Cómo se puede responder ante una afirmación tan poderosa y ante una mirada tan profunda que te revela algo que por tus acciones despreocupadas, quizás imprudentes de las últimas semanas, estaba destinado a suceder? El fuerte sentimiento que me embargó cuando doña Catalina pronunció esas palabras me dejó muda por unos instantes. ¿Cómo podía ella con tan solo verme unos minutos estar tan segura de mi estado? ¿Por qué estaba tan impactada y nerviosa al escuchar algo que muy en el fondo sabía que estaba pasando porque deliberadamente lo había buscado, no solo yo, sino también Armando?

Instintivamente me llevé la mano al vientre y sentí que algo se movió dentro, algo imperceptible, o tal vez era el hambre que me había despertado la caminata junto a Galán. No podía ser más que producto de mi imaginación ante la idea de que estuviera gestándose dentro de mí una vida. No podía ser posible que tan pronto pudiera sentirse un bebé. "No, Betty, la mente es poderosa pero la tuya sobre todo es bien ocurrente", pensé y empecé a reírme como una loca. Armando que estaba sorprendido por las palabras de Catalina, ahora estaba extrañadísimo por mi silencio y mi risa abrupta.

--Me muero de la pena con usted doña Catalina—Dije, llevándome una mano a la boca para acallar la risa—Pero su comentario me ha tomado por sorpresa y por un momento me he quedado pensado en cómo me vería embarazada –La vista se me nubló por unas lágrimas que me brotaron de la emoción—

--De lo más linda...--Escuché que Armando dijo entre dientes—

Desvié la mirada hacia Armando y leí detenidamente su expresión, la cual ahora era la de un hombre ilusionado, un hombre que también tenía la cabeza llena de sueños muy reales, como justo yo los tenía hacía unos segundos.

--Perdóneme, Betty. He visto que mis palabras la han conmocionada, y con razón. Creo que debí primero aceptar su ofrecimiento de que me sentara, debí pensar bien mis palabras antes de decirlas. —Dijo doña Catalina, esbozando un gesto de pena—

--¡No, no! No se disculpe, doña Catalina. Usted dijo lo que miraba en mí o lo que le inspiré. —Le dije, recomponiéndome de la emoción del momento— Por favor, siéntese. Voy a empezar a servir...–Me dispuse a traer los recipientes de vidrio donde estaba la comida lista para que cada quien se sirviera a su gusto—

Me dirigí a la cocina y tomé con una mano la bandeja cubierta de papel de aluminio donde reposaba la carne y con la otra tomé la que contenía las papas al horno. Me di la vuelta y me encontré con Armando, quien se había venido detrás de mí, según yo a ayudarme.

--Beatriz, ¿se siente bien? --Inquirió Armando, bloqueándome el paso—Se puso pálida y roja en cuestión de segundos y después esa risa ¡Amo su forma de reírse! Pero sinceramente la de hace un momento me dio miedo –Dijo Armando, en tono de broma—

--No sé qué me pasó. Simplemente me puse nerviosa y un poco agitada por el comentario de doña Catalina. Además que ella tiene una forma muy particular de decir las cosas, de verme... ¿por qué no me ayuda con esa bandeja, la de la ensalada? –Le dije señalándole con un gesto de los labios el recipiente en cuestión—

--No, pero es que tanto usted, doctora Pinzón, como yo sabemos que lo que dijo Catalina es muy posible. No nos hemos estado cuidado para nada, Beatriz—Dijo Armando, al tiempo que cogía la bandeja de la ensalada—A ver, déjeme que yo llevo eso –Dijo, quitándome la bandeja de la carne de las manos, sin tiempo a que yo respondiera—

--No, no nos hemos cuidado para nada –Dije, asintiendo a sus palabras—Pero de todas formas siempre cabe la posibilidad de que no lo esté. Ya sabe, hay días en que las mujeres son más fértiles y otros no –Dije, esbozando una sonrisa—

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora