Capítulo 20

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Narra Peter.

La muerte de un ser querido trae cambios en el entorno. Algunos cambios son drásticos y otros menos visibles, pero están ahí y comienzan a surgir de a poco. Cada uno acepta la muerte de distintas formas y a veces es difícil procesar semejante dolor.
Yo empecé a ir a correr todos los días. Nunca había salido a correr tanto en mi vida pero me hacía bien para despejar la mente.
Cuándo llegué a casa Euge ya estaba en mi puerta.

—¿Se lo vas a decir? —Me preguntó cuando acabó la cinta.
—Todavía no y no sé si lo haré algún día…
—No entiendo Peter, tenés la prueba de que a Agustín le importas más vos que la relación con Lali, vos sos su hermano y quiere que seas feliz.
—Esto es todo hipotético, no puedo… Además, acaba de morir ¿Cómo voy a ir a decirle a Lali que la quiero desde que la conozco? Seguro que me manda a la mierda y me parte la cara de una cachetada.
—No creo que te odie por quererla pero bueno me parece bien que dejes pasar un tiempo de luto… Todos necesitamos rearmarnos, sobre todo vos —. Se acercó para abrazarme.
—Tengo demasiadas cosas en la cabeza ahora mismo. Desde que llegué casi no hablo con Delfi y no sé cómo voy a hacer para decirle que no puedo estar con ella.
—Creo que Delfi lo sabe, no es boluda. Encima ahora estás todos los días con Lali.
—Bueno, eso no lo sabe… —. Confesé —. Después de la escena del aeropuerto Delfina se quedó con la mosca detrás de la oreja así que no me atrevo a decirle que Lali lleva dos semanas durmiendo en mi casa.
—La vas a cagar, Lanzani. Tenés que tomar decisiones y rápido. No lastimes a Delfi porque ya quedó demostrado que no la querés, al menos no como a Lali —. Se levantó dando un salto —. Voy a buscar a mi diosa griega —. Sonrió —. Nos vemos en dos horas.
—¿Dos hora? Tardás quince minutos en llegar a su casa y otros quince hasta casa de Agus.
—Pero necesito un poco de intimidad, hermanito —Me guiño un ojo.

Me di una ducha rápida y fui a casa de Agustín, habíamos quedado todos para ayudar a vaciar la casa ya que los padres la iban a poner en venta.

—Hola, hijo —. Me abrazó María con fuerza —. Tengo una cosa para vos —. Abrió una cajita y me dio una cadenita de oro —. Quiero que te la quedes —. Te va a cuidar, era de Agustín.
—Gracias Mari —. Contesté mientras me lo ponía.

Lali llegó un poco más tarde que yo. Llevaba el pelo recogido y ropa deportiva.
Su mirada estaba triste pero aún así sonreía mientras abrazaba a todos, se acercó para darme un beso en la mejilla y me quedé colgado en su mirada cuando se alejó un poco de mi.

—Si quieren cosas de Agustín se las pueden quedar —. Nos avisó Roberto.

Lali se metió en la habitación y yo la seguí, estaba sentada en la cama con varias cosas de Agustín encima.

—¿Con qué te vas a quedar?
—No lo sé… me pone tan triste ver sus cosas, sus fotos… Siento el corazón roto y estoy tan confundida Pit… —. Me miró con los ojitos vidriosos.
—¿Confundida? —Me senté a su lado y la agarré de las manos.
—Por momentos creo que no voy a poder volver a hacer mi vida… Lo extraño mucho y me siento muy mal porque… —Agachó la cabeza e hizo silencio.
—¿Qué te pasa Lali?
—Nada —. Suspiró —. Tonterías… Es la tristeza ¿Vos que te vas a quedar?
—Las películas.
—Buena elección, amo sus análisis en papel en cada cajita —. Sonrió.

La tarde transcurrió entre cajas y recuerdos. Cuando ya estaba todo en el camión de la mudanza y en nuestros coches, nos sentamos en la mesa de fuera a comer las pizzas que acababan de llegar. Los padres de Agus se volvían a su casa, cerca de Robert y sus nietos.
Después de lágrimas de despedida, abrazos y promesas de visitas, nos fuimos.

Inefable ||Laliter||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora