1 - COMENZAR DESDE CERO

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DALILA

Me separé de Santiago y no tuve más remedio que ir a casa de la única amiga de infancia que no pudo quitarme. Ella perdió a su esposo tres años después de casarse y cegada por el dolor decidió no rehacer su vida y dedicarse a la crianza de su pequeño hijo; cuando este creció, lo mandó a Texas a estudiar su carrera de aviación así que pasó mucho tiempo sola.

Casi no la visitaba porque hasta eso me prohibió, por eso cuando toqué a su puerta y vio mi cara desgraciada por los golpes soltó un grito y saltó a abrazarme.

Amelia no tenía idea de lo fuertes que eran los abusos de Santiago porque tratabade no preocuparla y mantenerla al margen, pero ella era astuta, sabía que mi ex esposo era un hijo de perra y siempre me recalcó que si no me sentía bien con él, podía irme y buscarla en el momento que la necesitara.

Pero nunca le hice caso hasta el día del último golpe que recibí.

Mi amiga curó las heridas de mi rostro, me ofreció techo, comida y todo el apoyo moral que necesitaba.

Las noches eran las más pesadas. Lloraba a mares porque lo extrañaba, pero ahí mismo me daba cachetadas mentales:

¿Qué es lo que extrañas? ¿Los golpes? ¿Las humillaciones? ¿Los malos tratos? ¿Las infidelidades? ¿La costumbre de cenar sola? ¿El amor y las noches de pasión precoz?

Ya no lo sabía, solo podía comprender que me sentía vacía y ese hueco difícilmente alguien podría llenarlo. Ni siquiera Amelia con todo su amor de hermana.

Mi amiga entraba a la habitación cuando me escuchaba llorar y acariciaba mi cabello intentando calmarme hasta quedar dormida.

Salimos un par de veces para que mi mente se distrajera un poco pero era inútil, no podía sacarme a Santiago de la cabeza. Terminé por pensar que me había obsesionado con él.

Todo iba aparentemente bien hasta que llegó Raúl. Su hijo.

Recuerdo el día que volvió como si fuera ayer. Llovió a cántaros. Parecía que el cielo se iba a caer y los truenos me sobresaltaban a cada tanto.

Cansada de estar hecha un ovillo fui a la cocina a preparar café con leche, le ofrecí una taza humeante a Amelia y me senté en el sillón a esperar.

Conocía perfectamente a Raúl, inclusive le cambié los pañales y me encargué de cuidarlo las veces que Amelia tenía que hacer algún pendiente. Jugaba mucho con él y le extrañaba tambíen, habían pasado muchos años desde que se fue y volverlo a ver sería reconfortante.

El timbre de la entrada sonó y Amelia se levantó contenta a abrir la puerta. Seguí soplando la taza de café y cuando estuve a punto de llevarla a mi boca, una sutil fragancia masculina inundó el lugar. Era de esas que cuando vas por la calle te hacen voltear y fue precisamente lo que hice.

Recordaba a un Raúl lleno de imperfecciones en el rostro, los dientes algo chuecos, muy delgado y poca simpatía; pero claramente la realidad me dió una bofetada al ver la creación divina en la que se había convertido.

El cabello oscuro se adhería a su frente, la piel parecía de un tono ¿cobrizo? gracias al picante sol de Texas y los labios lucían rojos y mojados por el reciente contacto con la lluvia. Vestía ropa de cuero negra y la complexión física, seguro había sido un regalo de Diosito.

Amelia hablaba muy entusiasmada pero yo no la escuchaba ¿Qué rayos había comido Raúl todos los años que estuvo fuera de Miami?

La impresión fue obvia. Parecía de esos hombres que solo se ven por televisión y que las simples mortales no tienen ni una oportunidad con él.

MATAME DE PLACER✔️ [Nueva Edición]Where stories live. Discover now