18 - ¿CASUALIDAD?

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DALILA

Me despedí de Raúl en el Aeropuerto con la sensación de que me faltaba el aire. Tenía el presentimiento de que algo pasaría e impediría su pronto regreso.

Antes de verlo alejarse con su maletín y uniforme de piloto, depositó un beso en mi frente y me pidió cargar a la niña. Le dolía irse tanto como a mi el despedirlo. Pero así son las cosas, cuando creces y adquieres responsabilidades debes cumplirlas.

-Cuídate y cuidala, por favor. Ustedes son lo más valioso que dejo aquí.

Cuando me entregó a la niña giró para irse, pero sostuve su brazo y tiré de él para besarlo con todo el amor que guardaba en mi pecho solo para él.

Una que otra persona nos miró mal pero no me importó.

-Quédate, por favor -pedí aguantando las ganas de llorar.

-Volveré pronto y con una sorpresa que te gustará -besó mis nudillos-, te llamo cuando aterrice en Texas.

A medida que su cuerpo se hacía pequeño incrementaba mis ganas de detenerlo, pero sabía que tampoco podía hacer nada más que esperar su regreso.

Al llegar al apartamento lo sentí tan grande y tan vacío sin su presencia. Solo éramos mi pequeña y yo. Había admitido haber acostumbrado a mi alma a la soledad, pero no era del todo cierto. Solo cuando ya no estaba entendí que Raúl para mí era más que una cara bonita y personalidad dominante. Era todo lo bueno que había en el mundo.

La pequeña dormía plácidamente, ajena al mundo, mientras yo revisaba el celular cada cinco minutos a ver si Raúl llamaba. Bien podía hacerlo, pero no quería parecer desesperada aunque claramente sí lo estaba y mucho.

Después de varias horas el celular sonó y escuché la voz de Raúl. Me tranquilicé mucho porque estaba bien, pero atrás se oía una música muy fuerte.

-¿Estás en una fiesta? -pregunté lo obvio.

-Llegué hace tres minutos y encontré una fiesta que organizó Sharik por mi regreso. También hay unos compañeros y compañeras. Estoy bien.

Claro que estaba bien, claro que debía prepararle una fiesta, eso era obvio.

-Entonces te dejo para que la disfrutes, me da gusto que hayas llegado a salvo. Cuídate mucho.

-Dalila, no es lo que... -colgué.

Dejé el celular a un lado y una lágrima mojó el vestido vinotinto que aún no me había quitado desde el aeropuerto. Sentí pena ¿Creía que todo iba a ser como era cuando estábamos juntos? No. Él había vuelto dónde tenía su compromiso.

Limpié mis lágrimas y dejé de pensar en él como al principio, pero me fue imposible. El pequeño ser en mi cama anunció de forma no articulada que ya Raúl se me había metido en la piel como un hierro ardiente.

Los siguientes días los pasé inmersa en el trabajo y el cuidado de mi hija. Le tomaba las fotos que él quería y se las mandaba por WhatsApp. En varias ocasiones hizo videochat pero solo salía la bebé aunque él insistía que quería verme también. Se le notaba feliz cada vez que tenía la oportunidad de ver a su hija que cada vez era más parecida a él. El tono de piel de Raúl volvió a teñirse de cobrizo y su rostro lucía más radiante que nunca.

Un día decidí acabar con todo lo que me atormentaba y le pedí que no me escribiera más ni me confundiera con sus sentimentalismos de mierda.

Suena contradictorio cuando antes dije que no me importaba con quien estuviera, pero hay veces en las que la indecisión solo le enferma los sentimientos a las personas. Hay que decidir si es blanco o negro, el gris en una relación no existe.

No recibí una respuesta de su parte cuando por primera vez le hice saber cómo me sentía y asumí eso como que estaba de acuerdo o no supo qué responder.

Los siguientes días no me volvió a escribir ni para preguntar por su hija. Perdí el juicio a tal punto que seguía enviándole las fotos diarias, las veía y no respondía más.

Todo quedaba más que claro.

Tres meses y medio después de haber tenido a mi hija me sentía mucho mejor, ya no me dolía la cesárea y podía valer me por mi misma. Quise despedir a la enfermera, pero ella dijo que Raúl seguía pagandole para que me ayudara.

María llegó a la casa una tarde y me pidió salir con la niña para darme un tiempo para mí, quería que me relajara un rato con un baño burbujeante. La propuesta me tentó, pero no quería separarme de mi hija. Le di un montón de excusas para no hacerlo, pero al final me convenció.

Se fue con la niña y quedé con el alma prendida en un hilo. Sabía que la cuidaría con su vida, pero ese sentimiento de expectativa era horrible.

Recogí una toalla y puse a llenar el Jacuzzi con escencias de baño. Me despojé de la ropa y cuando todo quedó listo entré en el agua tibia. Puse los brazos a los costados y cerré los ojos tratando de no pensar en nadie más.

María tenía razón, no sabía cuanta falta me hacía pasar tiempo de calidad conmigo misma, pero ser mamá, cuidar de mi hija no lo cambiaría ni por miles de baños en Jacuzzis burbujeantes.

Llevaba media hora en el baño cuando sentí un dejavú. La puerta se abrió mostrando a una figura de tamaño descomunal, vistiendo una camisa blanca con tres botones sueltos, un pantalón clásico y el cabello revuelto como si acabara de levantarse. Sus ojos negros brillaban con una malicia familiar para mí. Me escaneó en el Jacuzzi y curveó sus labios en una sonrisa desde el marco de la puerta.

-¿Qué haces aquí? -articulé cuando salí de la impresión.

Siguió apoyado en el marco de la puerta -Como dijiste que no querías que te escribiera más, vine aquí para que me lo digas de frente.

Caminó con elegancia hasta donde estaba y mis alarmas mentales se encendieron -Sal de aquí o gritaré.

Volvió a sonreí y rompió los botones de la camisa de un solo tirón -Sí, vas a gritar.

Sumergió las manos dentro del Jacuzzi y me sacó sin dificultad haciendo que enrollara las piernas a su cintura.

Golpeé su pecho -Raúl, bájame, no quiero, suéltame.

Depositó un beso en mi hombro que erizó todo a su paso y sonrió en el acto para luego susurrar en mi oído: -Tus palabras dicen que no, pero tu cuerpo dice que sí.

Me soltó una nalgada como en los buenos tiempos y sentí una descarga eléctrica.

-Estás loco.

-Nunca he estado cuerdo.

Me besó de la manera que lo hizo al principio en el pasillo cuando nuestra pasión era más prohibida que en ese instante. Escuché latir su corazón muy fuerte y entonces supe que me había extrañado tanto como yo a él.

Una mano apretaba mi trasero mientras la otra encendía con caricias mi frágil cuerpo de guitarra.

Caminó conmigo sin ninguna dificultad y me dejó caer en la cama, de un tirón me dejó boca abajo y tomo una corbata que se había quitado y amarró mis manos a mis espaldas.

Dió suaves mordiscos en mi trasero a medida que lo dejaba rojo de tantas nalgadas.

Tiró de mi cabello -Repite lo que dijiste por chat.

Necesitaba esos azotes, eran como un elixir de vida.

-Raúl yo... -soltó otra nalgada e introdujo un dedo en mi feminidad hidratada por el jugo de la pasión- yo...

-Tú... ¿Tú qué, pequeña puta?

Siguió torturándome y pasando la lengua por mi espalda.

-Yo...

Soltó una pequeña risa -Eso pensé -incrementó la velocidad de sus dedos-, ahora sí vas a gritar y todos van a escuchar los gemidos que te saca el único hombre que te folla como te gusta, porque -sacó sus dedos de mi vagina se unió a mi lenta y deliciosamente-, sabes perfectamente que tu corazón y tu vagina se vuelven locos por mi.
























AAAAAAAA BUENOOOO, YA SOLO FALTAN DOS CAPITULOS Y EL EPILOGO. ¿ESTÁN PREPARADOS?

MATAME DE PLACER✔️ [Nueva Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora