2 - ENTRE MÁS LO NIEGUES, MÁS TE ATRAERÁ

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DALILA

Raúl me miró por una fracción de segundo, pero solo eso bastó para comprender la magnitud del asunto: ¡Estaba desnuda! ¡Estaba desnuda y él me estaba viendo!

Me cacheteé mentalmente y reaccioné: -¡Sal de aquí ahora mismo! -solté histérica.

-Lo siento, tía. No creí que hubiese alguien en el baño -su voz sonó temblorosa y yo no entendía porqué las manos no me daban para agarrar la toalla y cubrirme.

Raúl siguió de pie en medio del baño recorriendo mi cuerpo de arriba a abajo.

-¡Sal!

Sacudió la cabeza un par de veces para luego salir y cerrar de un portazo.

Okey. Eso fue extraño y yo permanecí en la misma posición como una estúpida. Otro hombre vio desnuda y eso... eso me puso nerviosa.

Sé que estarás diciendo en tu cabecita: "Por el amor de Dios, Dalila; es el hijo de tu mejor amiga, no debes tener esos pensamientos y además ¡Te dice tía!" y tienes razón, pero ¿Quién manda en las reacciones de tu cuerpo? No tengo ganas de de mentir con las confesiones que he escrito.

Me sentí como una puberta, como en mi noche de bodas cuando Santiago me despojó del vestido para consumar el matrimonio.

Creí perder el pudor, pero al entrar Raúl, me di cuenta que solo estaba inerte. La inseguridad volvió a mi muy a pesar de convencerme que todo debía mejorar.

¿Qué vio ahí? Exacto, mis senos grandes y caídos, mi abdomen sin tonificación, mis piernas y caderas enormes gracias al montón de años manteniendo una vida sedentaria.

Recogí la toalla sintiéndome insuficiente y salí del baño para entrar en unas bragas y brasier de encaje negro. No me dió la gana de usar una pijama, así que me tiré en la cama y lloré tanto hasta que el sueño llegó y logró consolar mi alma vacía.

Al siguiente día no tuve el valor de verle la cara a Raúl. Ayudé a Amelia a hacer las cosas de la casa y salí al gimnasio como alma que lleva el diablo para no encontrarme con él.

¿Por qué sentía tanta pena? Simple, me hacía visto de forma vulnerable y eso me hacía sentir mal.

Los días pasaron rápido. Se cumplieron dos semanas desde la llegada de Raúl y lo evitaba a toda costa. Vivíamos en la misma casa y no coincidíamos porque me encargaba que fuera a así. Hasta que llegó el día que tanto temí.

Sentada en el balcón; admirando el paisaje antes de ir al gimnasio, Amelia llegó a darme la noticia:

-Amiga, Raúl nos invitó a la playa. Arréglate que salimos en un par de horas.

-No compré trajes de baño, no creo poder ir.

Mentí, yo sí tenía unos vestidos de baño muy bonitos, pero no quería ir, no deseaba estar cerca de él. Su magnetismo y ese aura eran peligrosas para mí.

-No importa, yo te presto.

Admito que la rutina de esas últimas dos semanas tonificaron muy bien mi cuerpo y me sentía con un poquito más de confianza, pero no la suficiente para usar un bañador. Sabía que sí decía que no, ella tampoco iría y me veía bastante emocionada. Sería bueno pasar tiempo con mi amiga e ignorar cualquier impulso de idiotez. Raúl era como mi sobrino y solo eso debía tener que en la cabeza. Nada más.

-Perfecto -concedí finalmente.

Amelia salió dando saltos y pequeños gritos. Expulsé aire y subí a mi habitación para medir me el bañador de dos piezas que compré. Al mirarme en el espejo con él puesto fueron varios sentimientos encontrados. Me veía como una de esas mujeres maduras que salen en revistas para adultos. Nada mal. Pero ¿Sería suficiente? Me encogí de hombros y ceñí un vestido tropical en mi cuerpo. Tomé un bolso grande de paja y empaqué las cosas que llevaría a la playa.

Raúl y Amelia esperaban en la sala.

Ella con un vestido corto muy fresco, sombrero, lentes, un bolso tejido, sandalias playeras y el cabello dorado hacia atrás.

Y Raúl... bueno, Raúl parecía de otro jodido planeta. Lucía una pantaloneta de playa que le quedaba DI - VI - NA. Llevaba desnudo ese torso meticulosamente trabajado, el cabello desordenado, sandalias playeras y una toalla en el pecho.

Sonrieron al verme y les devolví la sonrisa.

Resulta que en la playa no me sentí para nada incómoda. Habían mujeres con cuerpos bastante descuidados y los llevaban con orgullo.

¿Por qué tenía que sentirme mal por mostrar lo que me hacía única? No lo supe hasta que alguien me lo hizo entender.

Sentada bajo la sombra de una carpa, ví emerger la figura mojada de Raúl. Éste era un pecado andante. Esa piel bronceada relucía con el baño del sol mientras las chicas a su al rededor se derretían porque deseaban siquiera una mirada despectiva de esos ojos negros.

Dejé de respirar por un momento cuando se acercó a mi revolviendo su cabello como el ébano.

-Tía ¿Por qué no ha entrado a darse un baño? El agua está deliciosa. Mamá no quiere salir y usted desde que llegamos no se ha levantado de esa silla.

"Es que estaba ocupada observando cada detalle de ti" -pensé pero no se lo dije.

-Así estoy bien, no te preocupes.

Se sentó a mi lado y la fugaz fragancia de su colonia me llegó. ¿No se le iba con el agua?

-¿Quiere comer algo?

"A ti" -volví a pensar pero ni de cola lo dije.

-Descuida -dije y desvié la mirada.

Raúl abrió la boca para agregar algo más, algo sobre el incidente del baño, pero saqué mi celular y fingí buscar algo. El fondo de pantalla sin era la foto de Santiago y mía.

Raúl la vio, expulsó el aire contenido; se levantó rápidamente de la silla y entró a la playa dejándome más confundida que nunca.

Okey, eso había sido aún más extraño que lo primero.

No había quitado la fotografía porque desde que llegué donde Amelia me encargué de otras cosas. Pero ¿Por qué me daba esas explicaciones?

Sonreí a lo estúpido y formateé el celular perdiéndose así toda la información de mi antigua vida.

Al caer la tarde regresamos a la casa. En el auto Amelia hablaba de lo bien que se sintió, que le encantó el día, pero Raúl solo asentía. Parecía decepcionado.

La estancia de la casa nos recibió y mi estómago rugió en protesta. Quería comer, pero me dió pereza cocinar así que ordené pizza a domicilio. Mi amiga se excusó, dijo que tanto baño de sol le dió dolor de cabeza y se iría a la cama, así que me quedé con Raúl en el sofá viendo películas y comiendo en silencio.

Yo no sabía de qué hablar y al parecer él tampoco.

Cuando terminó la película, me despedí de un simple "buenas noches" y recogí las cajas y latas vacías para tirarlas al cesto de basura

Llegué al pasillo con el corazón martillandome fuertemente en el pecho sin entender la razón aparente. Estuve a punto de abrir la puerta de mi habitación pero alguien me sujetó del brazo y acorraló contra la pared.

No entendí lo que pasó hasta que unos labios suaves y dulces se fundieron con los míos.
























¡OMG!

¿Qué les pareció el capítulo de hoy?

Tengo un montón escrito y esto se va a poner interesante 🔥

MATAME DE PLACER✔️ [Nueva Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora