Capítulo 3

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Después de lo ocurrido el día de ayer, cuando Elliot me atrapó en el acto de acariciar su rostro, no ha vuelto a escribirme. Él simplemente me saludó, tomó sus cosas y se fue, dejándome helado. Le escribí después de que abandonase mi casa para decirle que fue un malentendido, pero aún no ha respondido mi mensaje.

Después de bañarme y desayunar, me encaminé hacia la escuela; le dije a mis padres que ya no quería que me llevaran con la excusa de que necesitaba ejercitar mis piernas, con lo que estuvieron encantados. En realidad prefería no pasar tan tiempo con ellos y, matando dos pájaros de un tiro, nadie me vería llegar en ese auto al colegio.

En el camino, si bien efectivamente él no vivía por aquí, me encontré con Elliot. Me saludó normalmente y yo hice lo mismo, aunque claramente seguía avergonzado por lo sucedido la noche anterior. Aún así, si me mostraba avergonzado estaría dándole pie a qué malinterprete lo ocurrido anoche, aunque no había nada para malinterpretar porque yo realmente estaba acariciando su rostro.

Caminamos en silencio los siguientes minutos, pues no sabía si hablarle de eso o no, y él no parecía darme ninguna señal de si debía hacerlo o no.

—¿Llegaste bien a casa anoche? ¿No ocurrió nada extraño en el camino? —pregunté, arrepintiéndome al instante.

¿Por qué debería ocurrir algo extraño? Era una estupidez preguntar eso, incluso si era para romper con el silencio.

—Sí —respondió, mirándome de reojo—. ¿De casualidad te gustó? —preguntó repentinamente, tomándome por sopresa.

Mis mejillas se encendieron y volteé para evitar verlo al rostro, pues si me veía de esta manera quedaría todo en evidencia.

—¿Por qué preguntas eso? Tonto —dije dándome vuelta, golpeando suavemente su hombro.

—Ah, sólo me pareció —dijo riendo, retomando el camino.

Ahora me daba cuenta de que Elliot era un chico algo extraño; jamás podía descifrar qué era lo que estaba pasando por su mente, y su rostro siempre se mantenía igual.

Llegamos al salón de clases y nos sentamos en nuestros lugares; de a ratos, Elliot dirigía su mirada hacia Derek, quien parecía estar inmerso en su mundo.

Cuando llegó el recreo, Elliot me pidió que lo acompañe a comprarse algo para comer, así que lo seguí a la cafetería. Se compró un sándwich y nos dirigimos hacia el lugar en el patio al que ahora íbamos, sentándonos siempre bajo el mismo árbol.

—¿Qué comes tú? —me preguntó. Le mostré mi hamburguesa de lentejas y la miró extrañado—. ¿Puedo probarla? —asentí y Elliot dió un mordisco, masticando lentamente y mostrando un rostro pensativo.

Al terminar su bocado, levantó su pulgar en un gesto de aprobación y reí ante tal acción, pues parecía un niño. Seguimos comiendo en silencio, aunque no era uno de esos incómodos, sino todo lo contrario.

En un momento, una chica que parecía ser unos dos años menor que nosotros se acercó y me sonrió, dejándome completamente en blanco.

—¿Tú eres Jean Lucas, verdad? —me preguntó, por lo que asentí confundido—. Verás, tengo una amiga a la que le gustas hace tiempo pero no se anima a hablarte, ¿crees que podrías acercarte a ella? —preguntó sin demostrar ningún tipo de vergüenza.

Me quedé helado, pues no sabía que responder a eso. Miré a Elliot buscando algún tipo de ayuda y éste se rió.

—Con gusto le hablará —dijo Elliot, sonriendo.

La chica se sonrojó levemente al ver a aquél lindo pelirrojo sonriéndole y asintió tímidamente, dándose la vuelta y despidiéndose.

Me sentía algo celoso al ver cómo trataba Elliot a las chicas, pues jamás me trataría de aquella manera. Probablemente a él si le gustaran las chicas y Derek había sido una excepción.

Si decides querermeWhere stories live. Discover now