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Un abrazo sincero en una cama cálida.


Una caricia cariñosa de buenos días.


Un beso afectuoso durante el desayuno.

El trataba de imaginar una vida normal, siendo querido, echado sobre su frío y solitario cartón. Estaba nevando y la ciudad de Moscú no era especialmente acogedora con los de su calaña. Se levantó dispuesto a caminar, tratando de no morir congelado aunque ya no sentía el frío y sabía que era mala señal.Exhaló sobre sus manos descubiertas, pero ya no era capaz de cerrar los dedos, estaban blancas y entumecidas, no las sentía. Era su segundo invierno a la intemperie y odiaba especialmente la nieve. Silenciosa, pacifica pero mortal si permanecía quieto. No tenia ropas adecuadas para este frío, eran difíciles de encontrar en la basura.Las calles estaban desérticas, era muy tarde y el aterrador sonido de la ventisca le daba escalofríos, la nieve en polvo se movía por las calles como arena arrastrada por la fuerza del viento mientras la nieve que estaba mas profunda se congelaba formando peligrosas placas de hielo. Necesitaba moverse, si no hacía algo no iba a sobrevivir a la nieve, moriría de hipotermia. Salió del callejón en el que se encontraba, tambaleándose hacia la calle principal buscando algún cobijo seguro y oculto, o solo algo para cubrirse, pero era casi imposible, todo eran coches cubiertos en nieve y portales cerrados. Estaba cansado y rendirse a estas alturas era más tentador. Resbaló con el hielo del suelo cayendo al suelo, su brazo dolía tras toparse contra el suelo. ¿Debía levantarse? ¿Quería hacerlo? Su cuerpo ya no reaccionaba ante el frío y el se sentía cada vez más pesado, más somnoliento, mala señal. Se debía poner en pie, necesitaba hacerlo para sobrevivir hasta la primavera, solo quería eso pero sus extremidades ya no se sentían y comenzaba a ser invadido por calor, mucho calor y sueño.Ya no había tormenta...... O al menos ya no estaba dentro de ella.Abrió los ojos encontrándose con el azul del cielo representado por una curiosa mirada ajena. El hombre trato de comunicarse, pero el no entendía ruso y en cambio si estaba muy confuso. El de los ojos azules y pelo corto plateado parecía mirarle expectante, pero se verdad no sabía nada de su idioma. Miro mas a su alrededor identificando el lugar como un hospital, le recorrió un escalofrío, sabia como tratan al los suyos en estos lugares, en cuanto se dieran cuenta que es un el omega lo echarían a patadas, en parte porque no podía pagar, sobretodo porque el de ojos azules era obviamente un alfa, podía olerse claramente.Trató de levantarse pero todo su cuerpo dolía demasiado, se había quemado por el frío las puntas de los dedos. Doloroso, pero soportable, había pasado por cosas peores y sobreviviría a esta, no quería causar problemas con ese alfa, ni tener problemas con el. Sintió un escalofrío al recordar como llego a esta situación e inconscientemente se toco la nuca erosionada por mordiscos repetidos de diferentes juegos de dientes. Pero el seguía hablando en su lengua materna. El solo conocía japonés e inglés, no podría comunicarse. Se encogió en la cama incomodo por estar encerrado con un alfa, aunque no parecía una gran amenaza. De todos los alfas que había visto este era el mas "amigable" su cuerpo era esbelto y alto acompañado de una expresión seria pero serena, llevaba muletas y un pie escayolado ¿Se había resbalando con el hielo como el? Era muy común por estas fechas.El doctor entró y pareció regañar al de ojos azules porque se movió hasta su cama otra vez refunfuñando mientras el doctor le decía algo de mala gana. Inesperadamente adorable el puchero del alfa al ser regañado. Seguido el foco de ira del doctor cambio hacia el, no le entendía, el hombre de la pierna escayolada comenzó a replicar, pero al final lo levantaron de la cama casi arrastrándolo fuera y antes de darse cuenta lo habían pateado fuera del hospital. Como no, ya sabían que era un omega, uno sin papeles. Así que no lo querían ahí.Sonreía pensando que ni siquiera le habían permitido desayunar. Los omegas eran causantes de tantos problemas en estos sitios que no eran bien recibidos ni siquiera siendo legales, cuanto menos siendo ilegales y extranjeros, había sucedido tantas veces que ni siquiera podía enfadarse.Que fuera lo normal no significaba que fuera mas fácil.Se sentó en el suelo tratando de calmarse lo suficiente para no llorar, en las escaleras de la entrada al lugar. Estaba dolorido, hambriento y solo. Un suspiro escapo de sus labios preguntándose porque continuar. No tenía un objetivo, ni un motivo para hacerlo. No quería rendirse, no quería dejarse vencer. No había luchado tanto para morir así, encontraría la forma de sobrevivir.Se levantó a duras penas para volver a deambular, parecía temprano en la mañana y la nieve estaba en su mayoría todavía virgen brillando bajo los primeros rayos de sol del día como purpurina fina.Al menos la vista era hermosa. Todo estaba blanco y apacible.
- ¡Eh chico! ¿Hablas inglés? - Se giró identificando esas palabras que si podía descifrar para ver al hombre de antes saltando sobre sus muletas, casi cayendo en un par de ocasiones.
- ¡S-Si! - Se sintió inesperadamente feliz de que alguien le pudiera hablar en un idioma que si entendía, no recordaba haber tenido una conversación con nadie desde... desde que llego a Rusia.
- ¿Que has hecho para enfadar tanto al doctor? - No podía culparle por no saber de su "problema" hacia tiempo que a causa de su situación precaria su cuerpo no estaba actuando como se suponía debia actuar. No olía como tal.
- No lo se, ni siquiera se como llegué aquí - Bajó su mirada hasta sus zapatillas bastante ajadas que comenzaban a calarse por la nieve derritiéndose bajo el, estaba un poco incomodo con la presencia de un alfa. Se sentía amenazado a pesar de que el ni siquiera sabia que era un omega.
- Te han traído sobre las cinco de la mañana, apenas has estado hora y media antes de... Bueno, antes de que te dieran la patada.
- Nadie quiere mendigos cerca supongo.
- ¿No tienes donde ir? - El parecía un alguien adinerado, por algún motivo bajo esa apariencia seria de este momento había algo que le agradaba, algo que le decía que podía confiar.
- Ni donde volver - La mirada azul del otro se iluminó, como la de un infante, agarrando su mano helada con una sonrisa tonta.
- ¡Vente conmigo!
- ¿¡QUE!?

Ganado MarcadoWhere stories live. Discover now