5

328 44 8
                                    

Estaba solo sobre un colchón sucio, esposado al cabecero de la cama. Se sentía horrible, era el celo forzado un día mas, un día mas con esa fiebre enfermiza, un día mas su instinto rogando por un alfa, su alfa. Pero sabía lo que se avecinaba. Tenía angustia y miedo dentro de ese entumecimiento típico del celo, no poseía la fuerza suficiente para arrancar el amarre, sus muñecas estaban esposadas y encadenadas al viejo cabecero de madera. Podía escuchar el bufido del alfa excitado entrando a la nave, abrió la puerta del chenil casi arrancándola, le estaba hablando, pero no le entendía, otro extranjero, o quizás el ya no estaba en Japón, daba igual, el hombre estaba arrancando la poca ropa que llevaba. Hacia frío y la nave no era precisamente cálida, todo eso junto al sudor de la fiebre le provocaban escalofríos desagradables. Estaba paralizado del miedo, pero eso no detuvo al hombre.

Lo penetro.

Sin preparación, sin cariño, sin compasión.

Le dolía casi tanto como dolía su pecho, en esa zona que nadie debería tener rota, cada noche que esto se repetía. Le ardía, un dolor que invadía su cuerpo desde esa zona hasta cada uno de sus terminaciones nerviosas, nublando sus sentidos, había humedad fluyendo desde su orificio violado recorriendo su espalda como un rio triste, formando un pequeño charco húmedo debajo de ellos. Yuuri un gemido amortiguado por su rendición inminente escapo de sus labios secos y agrietados, había estado gritando tanto que dolía la garganta, había tratado de defenderse pero sabia que era inútil y ahora se estaban formando marcas oscuras nuevas sobre las que ya estaban amarillentas de veces anteriores. El hombre estaba poniendo cada vez mas empeño a pesar de que el estaba dejando de reaccionar. No le quedaban lagrimas ni fuerzas para llorar. Su cuerpo se estremeció por estar húmedo en un lugar frio como ese, su vista estaba nublada.
En un momento su boca fue tapada con la almohada y era sofocante. El hombre arrancó los grilletes con facilidad dándole la vuelta tan brusco que le cortó la respiración.

No, no quería ser marcado otra vez.

Siempre quiso continuar creyendo en sus cuentos de hadas, en parejas destinadas, en amores a primera vista... Después de esa dura realidad el todavia quería guardar esa pequeña esperanza de que un día seria rescatado. Todavía había un nudo en su garganta indicando que si podía llorar podía seguir luchando por un día mas. Como mínimo podía aguantar el dolor profundo, punzante y asfixiante de un corazón roto y un cuello destrozado que se se impregnaba en el en el como una sentencia de muerte que le suplicaba descanso eterno para su cuerpo.
Cerró los ojos imaginando a otra persona a su vera. Quizás era locura o supervivencia, no quería saber cual de las dos pero esa pequeña mentira lo mantendría vivo un poco mas

Yuuri despertó en medio de la noche en su cama empapado en sudor, temblando, de repente su cama individual se sentía demasiado amplia, demasiado vacía, su garganta anudada apenas lo dejaba respirar bien y el sentimiento de indefensión lo hacia encogerse en su sitio mientras sus lagrimas calaban la almohada.
Su cabeza amenazaba con estallar y tenía necesidad de huir clavada en el pecho tan profundo que comenzó a levantarse sin saber muy bien que estaba haciendo o a donde ir, solo quería sentirse seguro y quitarse de encima ese presentimiento de que en cualquier podría volver a ser tratado como en su sueño. Apenas escapó un gemido de sus labios mientras buscaba el interruptor de la lamparilla de la mesita. Se encendió con un tenue fulgor que apenas iluminaba un poco el cabecero de la cama, pero lo suficiente como para calmarse un poco.
Era estúpido, pero se sentía indefenso, incluso queriendo creer que iba a estar bien con Viktor, esa pequeña espina de inseguridad estaba ahí, latente esperando el mas mínimo paso en falso para picar su pecho con esa desagradable sensación. Un gemido leve escapó de el mientras trataba de secar las lagrimas que no paraban de caer mientras los últimos flashes del sueño anterior continuaban haciéndole recordar cosas que no quería recordar.
Forzó un suspiro a través de su garganta con esa sensación acusante en el pecho que no quería admitir. Necesitaba a Viktor a su lado y lo necesitaba ahora. Gimió otra vez abrazándose a si mismo tratando de calmar su cuerpo.
Sabia que un alfa como ese, con una reputación que mantener, siempre en el ojo publico, no debería relacionarse con alguien como el. Un omega tan roto que apenas quedaba de el algunos harapos del ser inocente que un día fuera, no era mas que ganado marcado.
No iba a mendigar amor por mucho que lo necesitase. No se rebajaría a eso aunque su pecho doliera.
Yuuri echó la mano a su pecho acariciando con sus dedos esa placa de metal que contenía la única información que poseía de si mismo, una placa de metal que le habían dado tiempo atrás para poder ser identificado como la mercancía que realmente era. Prácticamente esta era su única posesión aunque sabia que no debería atesorarlo así, por su significado real, era lo único que le recordaba que el era Yuuri Katsuki, de Japón, del año 92. La daba cierta tranquilidad mental poder recordar esas cosas.
Todo el miedo en su mente se silenció lentamente, quería volver a dormir, descansar un poco mas.
- Yuuri -El suave susurro capto su atención totalmente. Levantó sus ojos enmarcados por el cansancio viendo al ruso en el marco de la puerta, el causante de su repentina tranquilidad a juzgar por ese olor que estaba reconfortando su interior. ¿Cuándo había llegado hasta ahí? Parecía cansado, pero olía tranquilo - ¿Quieres compañía? - El ruso no esperó respuesta, simplemente se acercó intensificando el olor que le hacia tranquilizar hasta el punto de volver a estar somnoliento. El hombre, vestido apenas con unos pantalones de pijama, le acarició la cabeza y se acostó a su lado pasando el brazo sobre el en un cómodo y cálido abrazo. No lo iba rechazar, necesitaba justo eso, necesitaba esa tranquilidad, lo necesitaba a el. Se acurrucó entre sus brazos disfrutando su calor, adoraba disfrutar del olor del alfa de cerca. Sin perfumes que lo enmascaren, ni miedo atenazarte, sin necesidad de darle demasiadas vueltas. Ese olor a bosque fresco... - Tranquilo - Viktor lo cobijaba en su pecho mientras movía uno de sus dedos frotando sutilmente la espalda del omega, Yuuri pegó su frente al pecho desnudo del otro, tenia la piel suave y cálida. Se sentía natural estar así con el, como si lo hubieran estado haciendo toda la vida.

La mañana siguiente fue extraña.

Despertó solo, Viktor debía haberse ido a la pista de patinaje pues le habían quitado la escayola poco tiempo atrás y estaba volviendo a su rutina habitual que al parecer era levantarse a horas inhumanas. Se sentía inesperadamente desanimado por estar solo. Sonreía viendo el hueco en la cama con olor a el y pego la nariz cerrando los ojos para disfrutar de ese olor. Ese hombre parecía un ángel caído del cielo, tan ... cálido. De ese tipo de calidez que se siente por dentro e irradia desde el pecho.
Se levantó dirigiéndose hacia la cocina a desayunar con esa calidez agradable en su cuerpo.
Le costaba comer sin darse el atracón, todavía llevaba a ras de piel esa sensación de que igual no tendría comida en una larga temporada, pero Viktor siempre le dejaba el desayuno hecho sobre la encimera de la cocina. Sonreía viendo su desayuno como todas las mañanas desde que llego al lugar. Sentía que o merecía este trato tan cariñoso. Estaba cansado, pero su piel estaba impregnada por el olor del ruso, era agradable y acogedor. Podía decir que por fin se sentía en casa aunque no quisiera admitirlo. Sonreía inconscientemente mordiendo un pedazo de salchicha que había en el plato.
Estaba aflorando en u pecho algo mucho mas oscuro junto a la calidez agradable, algo que era mas real que su tonto amorío platónico con el ruso, miedo a que su pasado volviera para arrasar su presente. Miedo a perderlo todo.

Aunque de momento iba a disfrutar lo que pudiera del presente.

Ganado MarcadoWhere stories live. Discover now