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Yuri comprobó la hora en su teléfono, casi una hora y media había pasado desde que Viktor entró y solo vieron un par de alfas moviéndose por la zona, además ambos en la misma nave, uno salió, llevaba un traje de apariencia cara y se lo recolocaba mientras caminaba tranquilo dirección a su caro coche. El otro apareció casi derrapando por la vieja carretera, aparcó de mala manera y entró al recinto a paso acelerado. Golpeó una ventana de la casa que alguien abrió desde adentro, dejó dinero y no titubeo a la hora de entrar a la nave.
- Yura, ¿Lo escuchas? - El pelinegro llamó su atención respecto al sonido de pelea que se estaba produciendo dentro de la nave, estaban debajo de una ventana pero esta era demasiado alta apenas oían las cadenas moverse y los muelles del viejo colchón junto a gritos y jaleo.
Podían moverse porque la poca iluminación les favorecía pero no tenían manera de llegar hasta ese ventanuco.
- Si - Los ojos oscuros del kazajo estaban fijos en la ventana, Yuri sabia que quería ayudar pero no podían. Apretó los dientes mientras los ruidos continuaban. El hombre que había entrado era enorme y ni la mejor mala leche del beta era rival para ese hombre.
Estaban tratando de averiguar si podían entrar a alguna otra nave para revisar, porque muchos coches se hallaban aparcados pero no se percibía mucho movimiento, aunque el ruido era notorio. La nave colindante a la casa iluminada parecía ajetreada, todas tenían ruido, pero esa la que más. Aún así, continuaban pegados a la nave en la cual se escuchaba la pelea. 

Era sólo una corazonada.

El hombre que más se oía no paraba de gritar algo sobre disciplinar, algo sobre una cicatriz y...
Ambos jóvenes abrieron los ojos sobremanera y se miraron fijamente.
Era la voz de Chris. Había dicho algo que por el trajín se había ahogado, pero definitivamente era el.
Tenían que entrar y Yuri apretó el brazo de su acompañante en signo de nerviosismo.


Viktor estaba paseando por una de las naves junto a la mujer, había especificado que quería un extranjero pero ninguno de las pobres almas que estaba viendo eran Yuuri. Eran casi niños y tenían una mirada aterrada los que mejor se veían, los que no se veían tan bien no parecían ser capaces de focalizar la mirada. Sintió su corazón retorcerse, pero luchó fuertemente por no mostrarlo. Necesitaba encontrar a Yuuri.
En cualquier caso había dejado su teléfono descolgado en una llamada a la policía, tenía la esperanza de que su teléfono siguiera retransmitiendo todo lo que sucedía a las autoridades, estaba silenciado y con el GPS encendido para que pudieran encontrarlo. Aunque no sabia si seria suficiente o si estarían a tiempo. Ni siquiera sabia si estaba a tiempo de rescatar a su chico.
La mujer estaba explicando algo sobre una pobre chica que se mostraba ante el, no había prestado atención a su nacionalidad, pero la mirada; mitad aguada, mitad rendida, hizo que el pecho del hombre se retorciera en dolor 

¿Estaría Yuuri así?

¿Seguiría vivo?

Todos esos chicos eran mucho más  jóvenes que su japonés.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo mientras miraba esa pálida chica. ¿Estaba en celo? Emitía un tenue olor pero parecía resultante del estado febril en el que se encontraba. Apenas un gemido indistinguible salió de su boca.

Otabeck golpeó la puerta con el hombro para abrirla, hizo muchísimo ruido pero pareció ahogarse en el fragor de la batalla. Yuri se lanzó a correr hacia la fuente del sonido ha medio camino dio un respingo de medio lado, casi como un gato asustado, el no era el tipo de gente fácil de asustar. Miró el cubículo ante el dando un paso atrás y tragando saliva continuó la carrera. Cuando el kazajo pasó por el mismo lugar pudo ver lo que lo tenía tan sorprendido. Un chico, ¿quizá latino? Parecía muerto, estaba muy delgado y se había caído de la cama quedando medio colgado por unos grilletes en sus brazos. Otabeck dudó un segundo, quería ayudar, pero el pecho del chico no se movía y sus ojos entreabiertos estaban secos.
Espero un instante, con la esperanza de la más mínima señal de vida, pero en seguida tuvo que correr en auxilio del ruso.
Trató de tragar la culpabilidad que estaba creciendo en su pecho al dejar al muchacho atrás  mientras comenzaba a ver su verdadero problema.
Un hombre grande y alto que estaba completamente echado sobre Yuuri y tratando de librarse de Yuri y Chris que sobre el trataban de quitarlo.
El chico que estaba dejando atrás necesitaba ayuda, pero estaba seguro que debía haber gente con mas esperanzas de sobrevivir necesitando ayuda en ese asqueroso lugar.


Ganado MarcadoOnde histórias criam vida. Descubra agora