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Nacido omega en una familia pobre, ahora sabia que eso era como una maldición. Familias de bajo poder adquisitivo obligadas a elegir entre; pagar las caras medicaciones para mantener sus hijos manteniéndolos inhibidos, dejarlos a su suerte, lo cual es una garantía de ataque o directamente vender los niños tan pronto era conocido su género secundario para ganar un dinero que les arreglaba la vida por un tiempo. Estas opciones unidas a la creencia de que son el sexo débil, gente enfermiza, hacia fácil la decisión a las familias.

Yuuri a sus tiernos trece no recordaba mucho de su pasado o su familia antes de entrar a este lugar.

Grandes naves llenas de omegas, miles de olores mezclándose en el aire sin apenas ventanas por las que escapar. Casi llegó a llamar ese lugar hogar, se formaba una especie de familia al vivir juntos, pero al crecer esa sensación cálida de familia se volvió mordiente competitividad. El no era así y el no serlo le proporcionaba una imagen general mas asertiva. Veía a los mas grandes amargados por conocer su final desperdiciando sus pocos días restantes de tranquilidad y a los mas pequeños asustados por todo el ambiente tenso haciendo piña entre ellos para sobrevivir. Miraba a los recién entrados con añoranza, ellos tenían miedo y estaban tristes por ser abandonados, eran niños pequeños de cuatro o cinco años que paseaban como pollitos tras las cuidadoras, todavia no sabían lo que les deparaba el futuro, lo mucho que debían apreciar el ahora que todavia tenían tiempo antes de que el miedo y la incertidumbre les hiciera daño. Yuuri tardo un tiempo en darse cuenta del motivo por el cual todo se volvía con el tiempo tan frío, empezó a ser consciente de su situación real.

Es decir, si, era consciente de que ese día llegaría... pero ahora estaba tan cerca que comenzaba a ver la cruda realidad, nadie criaba a cientos de omegas por amor al arte.

Llevaba días viendo a sus compañeros tratando de ganarse la simpatía de los guardas a costa de sus semejantes con tal de conseguir un poco de trato preferente. Alguien comentando que X había comido una ración extra...Alguien escrutando la noche tratando de averiguar quien se salta el toque de queda...Alguien controlando quien se ha llevado x material y no lo había devuelto...Cualquier cosa con tal de recibir una caricia en la cabeza y un supuesto mejor trato que a la hora de la verdad, Yuuri no lo consideraba real. Esos hombres con armas que los custodiaban no parecían capaces de sentir absolutamente nada. Sus rostros estaban impasibles aun si tenían que noquear un niño pequeño que por incomprensión trataban de cruzar las salidas. No es como que fueran completos monstruos, no los mataban de hambre, recibían tres comidas diarias bastante equilibradas, habían literas limpias y relativamente cómodas para todos e instalaciones decentes ,televisores ,juguetes ,parques, profesores, libros, hacían lo máximo por tener omegas educados y útiles, pero eran claramente ganado y el ganado útil y servicial se vendía mas caro. No todos iban a acabar en un destino bonito en el cual todo eso fuera útil y se veía claramente en el nivel de esfuerzo en criar a unos y otros. Habían un cierto tipo de omegas que eran muy mimados.

Crecer para darse cuenta de que un día su vida seria echada a suertes... Era desgarrador. Hacia que su instinto gritara en búsqueda de supervivencia. Encima sabia que el tenia pocas posibilidades de acabar en un buen destino, no era especialmente bello u habilidoso y eso era un billete con alta probabilidad de ganar un viaje hacia esos destinos a los que nadie quería ir.

No sabia que era exactamente un "buen" destino pero los "malos" volvían a recoger omegas semanalmente y los otros una vez cada dos, meses o a veces incluso más recogían uno o dos omegas. Era fácil darse cuenta que recoger gente semanalmente no era una buena señal. Ese lugar era una ganadería y solo podía rezar por caer en buenas manos. Su instinto gritaba por huir del lugar y correr hasta que no pudiera hacerlo mas. No podía negar que alguna vez había pensado en escapar pero el lugar solo tenia dos puertas. La del el garaje de los camiones en los que los transportaban y por la que entraba la gente que los cuidan ambas vigiladas estrictamente y este no era el tipo de sitios que te daba una reprimenda. La ultima vez que alguien trato de salir escucharon lo que podían deducir fueron tiros.

Definitivamente no les importaba perder a uno o dos omegas si eso implicaba una terrorífica lección para los demás.

Las ventanas tampoco eran opciones, demasiado altas, demasiado pequeñas pequeños ventanucos que no les permitía ver nada de lo que había fuera. Yuuri suspiró subiendo a su litera, sabiendo que su partida estaba cerca, demasiado cerca. Pocos días atrás había pasado por su primer celo, el tiempo que le quedaba dentro de la nave estaba contado.

La mañana siguiente asfixiante, sabia lo que estaba sucediendo y no podía hacer nada por solucionarlo. El lugar estaba dividido por edades y hoy todo su grupo había sido adecentado, dividido en grupos de quince y todavía estaban en ayunas a pesar de los estrictos horarios del centro. Los estaban guiado por un pasillo que todos conocían y temían. Iban hacia los camiones y serian transportados como animales. No valían mas que eso.

Ganado.

Tenía miedo, pero estaba tranquilo, lo había acepado sin mas, este era su destino y no tenia opción a luchar.
Notó resbalar una lágrima por su rostro al darse cuenta de que todos esos cuentos de parejas destinadas se le hacían cada vez mas fantasiosos. Sabia que jamas encontraría algo como eso siendo... simple ganado con el que tratar.
Yuuri volvió a alzar la vista. Eran demasiados como para ser un buen destino y lo sabían todos. Una mueca de sonrisa se formo para desaparecer rápidamente, curioso como hasta los que habían ganado supuesta preferencia estaban en ese lote.
Al mismo llegar al garaje fueron fotografiados y etiquetados con colgantes en los cuales estaba su nombre, su año de nacimiento, su etnia y la fecha de sus primeros celos. Miró a su alrededor, sus compañeros estaban aterrados, sus carceleros permanecían impasibles apuntando con armas a un grupo de niños llorando, temiendo por sus vidas.

Ahí fue la primera vez que lo vio, en el lateral del camión.
"Karemina Secrets"

Debía de ser el ser sin corazón que los había comprado

Ganado MarcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora