Capitulo 4

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RAIMUNDO.
Pocas veces salía a caminar por la ciudad de Londres, contaba las horas en las que pudiera volver a Sicilia con Marco. Habían pasado cuatro años desde que había fallecido mi esposa, mi hijo ya estaba por cumplir nueve años y se parecía tanto a mí con sus risos castaños y piel morena, solo por el pequeño detalle que sus ojos ámbar.

El niño se había casando de estar encerrado y había rogado por acompañarme hacer unas misivas.

—No te alejes Marco.

—De acuerdo, padre. —necesitaba hablar con el abogado de los Windsor, la marquesa Carla quería dejar todo lo que sería de sus posesiones al morir.

Mi hijo y yo entramos al despacho de los hermanos Bernard y Bastien Gables. Tendría que pasar a la oficina del abogado el señor Bastien, quien era el que llevaba el caso pero Marco no podría entrar conmigo. Había una pequeña sala de espera y lo hice sentarse en una de las sillas.

—Marco no te levantes de aquí, ¿l’hai capito? (¿lo entendiste?)

—¡Si padre! —respondió fastidiado. Conocía a Marco y sabia cuan imperativo y curioso podía ser. 

—¡Duque di Santi que placer volver a verlo!  —volteé encontrándome con el señor Bernard Gables, un hombre de no más de cuarenta, pelirrojo y con una actitud jovial.

—Igualmente señor Gables, ¿se encuentra su hermano? —el pelirrojo asintió.

—Está en su oficina esperándolo —asentí y volví a ver a Marco.

—Señor Gables, podría hacerme el favor de vigilar a mi hijo.

—¡Por supuesto excelencia! —respondió el abogado con entusiasmo.

—Por favor, no le aparte la mirada de encima.

—No se preocupe, su hijo estará bien vigilado. —vi a Marco hacer una mueca.

—Quédate ahí sentando Marco. —espeté con voz seria y caminé hacia la oficina de Bastien Gables que quedada al final del pasillo.

La puerta se encontraba abierta, el pelirrojo flaco y desgarbado estaba sentado detrás de su escritorio, se levantó para recibirme y yo entre cerrando la puerta a mis espaldas.

—Duque di Santi.

—Señor Gables. —ambos nos dimos la mano y nos sentamos. —Imagino que ya me tienes noticias sobre los asuntos legales de la marquesa Windsor.

—Así es, excelencia. Como bien sabe los marqueses de Windsor no tuvieron descendencia y no hay ningún otro pariente para que reclame el titulo por lo tanto éste regresará a la corona pero en lo que respecta a la casa y las joyas, la marquesa estipuló que pasaran a manos de usted Duque di Santi. —me removí incómodo. —Hablé con ella y su madre no piensa cambiar de opinión.

—Saben que yo no necesito de su dinero.

—Es la última voluntad de Lady Windsor, podría heredárselas a su hijo como una pequeña herencia. —resoplé molesto.

—¿Hay algo más?

—No, ya todo está redactado y firmado por la marquesa Windsor… ¿Cómo se encuentra ella?

—Luchando por conservar su último aliento. —respondió con sinceridad y el abogado se mostró compresivo.

—Fue una gran amiga para mí y para mi hermano cuando apenas empezábamos a montar nuestro propio despecho, gracias a ella somos lo que hoy ve.

—Con todos los que hablo solo dicen maravillas de ella, señor Gables soy perfectamente capaz de hacer mi propia opinión de mi madre biológica.

©TODO POR AMOR. Trilogía: Amores Verdaderos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora