Capítulo 19

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Toda la casa McFarlan era un caos. Los sirvientes, los cuales habían sido amordazados por los agresores, habían sido liberados. Nayra se veía desconsolada, mientras Theo y Raimundo intentaban mantener la calma.

—¿Qué fue lo que les pasó? —preguntó el duque di Santi.

—Un desgraciado suplantó a nuestro cochero. Nos apuntaba con un arma, ordenándonos bajar del carruaje. —respondió Theo al mismo tiempo que se acercaba a su esposa y la abrazaba —Su objetivo era lastimar a Nayra, así que luché con él por el arma, forcejeamos hasta que se escuchó el ruido del disparo y cayó muerto.

Los ojos de Nayra parecían perdidos en sus pensamientos, ¿quién podía culparla por querer alejarse de esa dura realidad? Hace solo unas horas un hombre había querido asesinarla y cuando regresa a su hogar, descubre que sus hijas habían sido raptadas. Por más fuerte que intentara ser, Nayra no era de piedra y estaba a tan poco de caer en la desesperación. Theo notó las lágrimas contenidas en los ojos de su esposa y la apretó más contra él.

—Miladi, le prometo que vamos a encontrarlas. —juró Raimundo haciendo que Nayra fijara su atención en él.

—¡¿Y cómo lo haremos excelencia?! No sabemos quién nos está haciendo esto, no tenemos enemigos. El único que podía habernos dicho algo yace muerto en una oscura calle. —al fin había caído la última de sus defensas y Nayra comenzó a llorar de manera desconsolada.

—Debemos dar aviso a las autoridades sobre el cadáver de aquel hombre. —habló el duque —¿Están realmente seguros que no hay nadie que quiera hacerles daño? Algún músico celoso…

—No que nosotros sepamos, excelencia todos los que conocemos son extranjeros y solo… —el lord McFarlan cortó sus palabras haciendo que tanto su esposa como el duque centraran su atención en él.

—¿Theo?

—Debemos ir en este instante a la mansión Remmington —Raymundo notó como la tez de lady Nayra palidecía ante la sola mención de ese apellido.

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Varios minutos antes, Alejandro se despertó sobresaltado.

“Lo había sentido. Algo malo había pasado”. Se levantó de la cama para vestirse lo más depresiva que podía. Salió de su habitación tratando de ser silencio para no despertar a Mile y Cokkie, quienes dormían en la habitación principal.

“Que fuera solo una ridícula pesadilla. Por favor, que no fuera real”. –pedía en silencio, queriendo engañarse a sí mismo.
 
Salió de la casa, no sin antes ensillar uno de los caballos del carruaje personal de Mile. Cabalgaba con un cosaco por las oscuras calles de Londres con el miedo apretando en su corazón.  “Mi luna, estaba bien. Ella estaría en su cama, dormida plácidamente como todas las noches en la iba a visitarle” –pensaba desesperado y así cuando llegó a la residencia McFarlan, vio al duque di Santi y a sus tíos a punto de salir de la casa.

Alejandro lo primero que notó fueron las manchas de sangre en la camisa de su tío. Tanto Theo, Nayra y Raimundo vieron como Alejandro desmontaba casi de un salto del caballo, corriendo hacia ellos. Su cabello rubio estaba despeinado, su camisa mal abrochada y en sus ojos se veía reflejado el terror que sentía.

—Maeve —pronuncio con dificultad el muchacho —¡¿Dónde está Maeve!? ¡¿De quién es esa sangre?!

—¡Alejandro, cálmate! —exigió Nayra, agarrándolo del ante brazo y haciendo que centrara su atención en ella. En una noche tan horrible como esta, descubría que sus hijas metían a escondidas a sus novios en sus dormitorios, aunque ese era el menor de sus problemas. —Maeve y Evie no están, suponemos que pudieron ser raptadas.

©TODO POR AMOR. Trilogía: Amores Verdaderos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora