Capítulo 20

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MAEVE
Los días que siguieron después del secuestro fueron extenuantes. La muerte de Esther Remmington fue la noticia de todos los periódicos, lady Remmington sobrevivió solo para que su marido y ella planearan su partida lejos de la ciudad apenas enterraron a su hija. Todos murmuraban y hablaban mal de ellos, pero los Remmington no eran culpables de los pecados de Esther. 

Mis pesadillas ahora siempre giraban en torno aquella mugrienta habitación, las llamas y la espantosa risa de esa mujer. Tenía dolor en todo mi cuerpo, moretones que tardaban en desaparecer y Evie estaba peor debido a la inflamación en su cabeza. A pesar de mis dolores, me mantenía siempre cerca de ella para atenderla al igual que mis padres y los sirvientes. Me dolía que Evie hubiera sido la más dañada de toda esta pesadilla, tan física como mentalmente.

Peinaba su bonito cabello rubio. “Incluso lastimada ella siempre seria hermosa”. Sostuve su mano con delicadeza, ni siquiera se movió u abrió sus ojos, su pecho subía y bajaba con lentitud. Besé su mano.

—Eres más fuerte que yo, Evie siempre lo has sido. Sé que te recuperarás —susurre conteniendo mis lágrimas —Cuando lo hagas yo estaré aquí para ver cómo te levantas. Eres capaz de entregarlo todo por amor, hermanita no sabes cuánto te admiro en este momento….

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EVIE
Me sentía tan ajena, mi cuerpo se negaba a moverse o levantarse. No había nada a mi alrededor, solo una zona brumosa y brillante. Me encontraba sola en una banca hasta que de reojo vi como alguien se sentaba a mi lado.

—Vamos niña, luchaste tanto para que ahora los hagas sentir desesperación... 

—¿Cómo? —voltee a mirarla. Mi acompañante era una muchacha tan joven y bonita con cabellos castaños y al mirarla a los ojos podía reconocer fácilmente a los de Alejandro.

—¿Sabes? El destino es caprichoso. El tejió hilos para que mi hijo y tú estuvieran juntos —ella se rió —Pero al final no importa lo que diga el destino. Nosotros elegimos con quien pasar el resto de nuestras vidas.

—¿Por qué me dice todo esto? —pregunté confundida.

—Abre los ojos Evie McFarlan y vive feliz. Ninguna vida merece quedarse a la mitad como lo fue la mía —había tanta tristeza en sus ojos que hizo doler el corazón….”

Abrí mis ojos de golpe, encontrándome en el dormitorio de mi casa. Todo el cuerpo lo sentía entumecido y adolorido. Noté la cabecita rubia recostada en mi mano, sonreí y acaricié su cabello. Maeve gruñó y cuando abrió sus ojos para mirarme, estos brillaron de alivio para empezar a lagrimear.

—No, no llores —dije con la voz ronca debido a la sequedad en mi garganta.
Maeve de inmediato me sirvió en un vaso, agua de la jarra que se encontraba encima de la mesita al lado de mi cama y me ayudó  a beberla.

—Has dormido bastante.

—¿Cuánto tiempo?

—Ibas y venias para luego volver a un sueño profundo. Han sido dos semanas infernales.

—¡Tanto! —exclamé exaltada y me dolieron las costillas.

—Tranquila. Lo más perjudicial ahora para ti es el estrés. —ella me sonrió y se sentó a mi lado en la cama —Todos estarán eufóricos y aliviados, el duque di Santi…

—¿Cómo esta Raimundo? —pregunté preocupada.

—Parecía perdido, preocupado y melancólico, como todos…

Mis padres fueron los siguientes en entrar a mi habitación para comprobar mi estado. Después Alejandro vino un momento, no le hablé sobre mi sueño con aquella muchacha, quise guardarlo para mí, pero la mejor visita fue la del hombre y el niño que se habían convertido en mi mundo. 

—¡Evie! —Marco fue sobre mí, lo abracé sin importarme el dolor en mis costillas. —Creí que ibas a dejarme...

—Oh, pequeño no voy a ir a ningún lado.

—¡Marco la lastimas! —lo reprendió su padre y el niño se enderezó apenado. Entonces miré a Raimundo.

—¿No piensas decirme nada Mundo?  —mi guapo italiano se acercó a mi lecho y sostuvo mi mano dejando un beso en mis nudillos, sus ojos oscuros me revelaban el profundo desosiego que debió sufrir por mi causa.

—Por un momento pensé que te había perdido y sentí que volvían a despedazar mi mundo, que me arrebatan la felicidad de las manos. —acarició mi mejilla y presionó un beso en mis labios. —Te amo Evie McFarlan, mi angioletto.

—También te amo Raimundo Petrelli. —confesé entregándole mi corazón en esas palabras. “Mi corazón era suyo hoy y siempre”.

ALEJANDRO.
Después de visitar a Evie fui a buscar a Maeve. Mi luna se encontraba en el salón de música, sentada frente a su piano solo admirando y rozando las teclas con las puntas de sus dedos. Caminé hacia ella y me senté a su lado.

—Mi luna... —Maeve recostó su cabeza en mi hombro.

—Hace tanto que no toco. Siento que pasó una eternidad.

—¿Tocarías para mí? —pedí en una susurro tímido y ambos nos miramos a los ojos.

—Puede que escuches mi alma romperse en cada nota.

—Yo estaré aquí para sostener cada pedazo, juntarlos y amarte sin importar como sea. —ella sonrió besándome en los labios y luego comenzó a tocar una suave y triste melodía…

©TODO POR AMOR. Trilogía: Amores Verdaderos 2Where stories live. Discover now