Capítulo 8

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Sarah Genco no se había enamorado de la noche a la mañana, sino que fue un sentimiento que empezó a crecer con el paso de los años. Desde que era una niña; Sarah siempre miró diferente al señor Carson, tal vez con más admiración de la necesaria. Rowan le parecía impresionante, estridente y asombrosamente bello.

Sarah se emocionaba cuando lo veía llegar a la casa y todos veían muy tierno el cariño que la niña profesaba por el señor Carson, pero Alejandro podía ver perfectamente que la vida de su pequeña hermana estaba entrelazada a la del hombre mayor, aunque por el momento ese sentimiento solo fuera un cariño infantil e inocente.

El día en que Sarah cumplió dieciséis años fue al río que conectaba con ambos terrenos de las haciendas Genco y Carson. Cuando llegó ahí se quedó paralizada al ver a Rowan; se escondió entre las arboles buscando no ser descubierta.

El pelinegro comenzó a desvestirse ante sus ojos y Sarah sintió como todo el rostro se le enrojecía, quedó tan idiotizada por la visión de un hombre desnudo por primera vez. No era solo un hombre cualquiera, era Rowan; a quien solo había visto como el muy querido amigo de su padre pero ahora… observó el pecho fuerte, las musculosas piernas, su abdomen duro y por poco suelta un gritito al ver su miembro.

Si. Definitivamente ella estaba perdida, porque sabía que jamás podría encontrar algún hombre que pudiera comparársele a Rowan Carson.

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ROWAN
El tema de Sarah Genco seguía golpeando mi cabeza constantemente. No podía dejar de pensar en ella, y las burlas como también palabras de  aliento que me daba Tobías tampoco ayudaban a olvidarla.
Hacia tanto que no pasaba por el río y lo primero que me encuentro al llegar; es a ella con su figura esbelta y curvilínea, moviéndose bajo el agua como si fuera una sirena. Mis manos se apretaron con fuerza en las riendas de mi caballo y todo mi cuerpo se puso en alerta.

Desmonté, amarrando el corcel a un árbol para luego ir hacia al borde del rio donde se encontraba amontonada su ropa junto a una toalla. Ella salió a la superficie dándome la espalda, el largo cabello castaño parecía negro al estar mojado haciéndolo resaltar en aquella piel bronceada y sin imperfecciones a la vista.

“Es tan hermosa” –pensé, tragando saliva forzadamente.

—¡Sarah! —grité con la voz ronca, haciendo que ella volteara a mirarme con una sonrisa y sus brazos estaban cruzados cubriendo sus pechos.

—¡Hola, señor Carson! Gran día para tomar un baño, ¿no le parece?—fue lo que me dijo la gran descarada, mientras que yo trataba de no mirar su cuerpo desnudo.

—Sal del agua y cúbrete. —ordené furioso. Vi como ella rodaba los ojos, sentía como toda mi sangre se iba acumulando en esa parte de mi anatomía que no debería reaccionar así por Sarah,  empezó a salir del agua y tuve que apartar la mirada —¡Cualquier otro hombre hubiera venido y encontrarte así!

Agarré la toalla que ella había dejado en el suelo y cuando estuvo cerca se la puse con brusquedad.

—¡Ay, ya basta! —se quejó con furia la castaña —¡No es nada del otro mundo bañarse aquí! ¡Usted también lo hace!

Me distraje con su piel, la cual tenía pequeñas gotas en sus hombros hasta que caí en cuenta de lo que Sarah había dicho. 

—¿Y tú como sabes eso? —pregunté con una ceja levantada. Vi flaquear su expresión de descaro mostrando por un pequeño instante una expresión de vergüenza, no muy propia en ella; me incliné acercando mi rostro al suyo. —¿Acaso me espías Sarah?

—¡Por supuesto que no! —exclamó escandalizada, pero yo sabía que me mentía.

—No te creo nada. Algunas veces sentía que alguien me espiaba en el tiempo que pasaba aquí. —la tome de la cintura acercándola a mi cuerpo —Ahora sé que eras tú, chiquilla descarada.

©TODO POR AMOR. Trilogía: Amores Verdaderos 2Where stories live. Discover now