Capítulo 08

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Me mantengo observando su rostro, o mejor dicho la ausencia de él

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Me mantengo observando su rostro, o mejor dicho la ausencia de él.

Era ella. Sí. Era Rea, la creadora de todas las Erea's, la madre de los dioses y quien en algún tiempo fue esposa de su hermano Cronos.

Tengo varias impresiones sobre ella, pero es su aspecto desconcertante que captura toda mi atención.

Y con sinceridad, ni siquiera puedo ver su rostro.

Un velo blanco se extiende por su cabeza cubriendo parte de su cuerpo y dándole un aspecto fantasmal. Su vestido aparenta ser gris, dejando ver sus pies descalzos; en su cabeza descansa una corona hecha de rosas que poseen un color rojo vino, en la cual se ven hojas de un verde opaco. Y para una apariencia más dramática, de la corona crecen puntas doradas que dan la sensación de formar una aureola.

Aún cuando la tela es blanca, es imposible visualizar alguna característica de su rostro o cabello. Ni siquiera puedo ver el color de sus ojos, pero si resalta la silueta de cada facción. La tela baja como tobogán por su nariz y se alza en el borde de sus labios y frente, hundiéndose un poco en la parte que corresponde a sus ojos.

Luce terroríficamente hermosa.

La observo con el ceño fruncido.

—No entiendo.

Escucho como suelta un jadeo.

—Ven, deseo hablar contigo— me indica que tome asiento en unos de los sillones.

Veo que sube un escalón para sentarse en un sillón aún más grande que grita autoridad por todos lados.

»¿Cómo es tu vida en La Hermandad?— pregunta apoyando sus manos en los reposabrazos—Dime, la comodidad y bienestar de mis chicas es una prioridad para mi.

Me pienso la respuesta por un tiempo prudente, no quiero dar un paso en falso, pero tampoco mentiré.

—Admito que no ha sido un cuento de hadas, supongo que usted ya debe conocer lo difícil que ha sido adaptarme,— la veo asentir—me han tocado días muy difíciles y otros muy buenos, pero no me quejo.

»Al menos formar parte de La Hermandad me ha dado una identidad en el presente aunque no recuerde mi pasado,— me percato de que dejé su pregunta de lado hace un buen tiempo—Pero es una vida buena, supongo que es mucho mejor de la que antes llevaba.

Ella mueve su cabeza en un gesto que no puedo ver con claridad, tampoco reconozco la cara que pone.

—Comprendo a la perfección— se pone de pie, rodea su sillón y se apoya de la espalda de este—Me enteré de tu inconveniente con Persa...— ¡Y ahí viene! Pido que me entierren rodeada de margaritas—Fue sorpresivo, pero esperado.

Frunzo con más fuerza mi ceño.

—¿Esperado?

—Para quienes conocemos tu poder, lo es— explica—Para otros como mi nieta fue algo desconcertante, nuevo y no creíble.

La Hermandad Del Alba (DDA #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora