Prologo

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Bastian

Mil ochocientos veinticinco días. Sesenta meses. Ciento nueve mil quinientas horas. Los había contado, uno por uno en una cuenta regresiva para poder volver.

Todo me llevaba a ese día, a ese instante en que había perdido mucho más que mí libertad. Aun lo recuerdo como si hubiese sido ayer.
Llevaba juntando odio y sed de venganza, eso era lo que quedaba después del dolor.

- Bennett tu abogado está aquí.- el sujeto encargado de abrir y cerrar las rejas informaba con su vos más aguda intentando intimidar solo para que no pudiese notar el miedo en su cuerpo.

Me puse de pie y antes de salir me colocaron las esposas, se suponía que hace seis horas estaría en la calle. Me guió por el largo pasillo donde varios internos saludaban con un leve movimiento de cabezas.

Entre a la sala de conferencias y el sujeto estaba allí, con su elegante traje, gafas y un maletín marrón.

- Bastian! Llego el día. Que gusto me da verte.

- llevo seis horas en este lugar, dónde se supone que estabas? Te pago para que me saques no para que me mantengas aquí más tiempo del que debo.

- tranquilizate, sino fuera por la última entrevista que tuviste con la psicóloga y la agente social todo hubiera sido más fácil. Pero ellas no han dado el visto bueno para que te liberen, no tienes idea de lo que me costó conseguir una audiencia con el juez para sacarte de aquí.

- lo hiciste?

- no sería el mejor si no lo hiciera.

Hizo una señal para que me soltaran las esposas y antes de que me dijera puedes largarte ya estaba en la puerta de admisión retirando mis pertenencias.

- llaves, documentos, billetera- revise- lentes de sol, gorro visera y dos cadenas de oro.

Tomé las cadenas, era el único objeto que podría tener algún valor, si es que no lo analizaba detenidamente.
Una OB y otra BB eran las iniciales marcadas en cada dije.

- aquí falta dinero- me queje- tenía mil novecientos dólares.

- es lo que había ahí, si quieres puedes llenar un formulario con tu inconformidad y será evaluada brevemente.

- déjalo así, se supone que los polis atrapan a los delincuentes y no al revés. Cinco años encerrado y el mundo entero da vueltas, jodida mierda.

La oficial cerró el pico sin decir una sola palabra, es esto de lo que me quejo constantemente. Mí historia de antecedentes me preceden pero jamas me moleste en negarlo, sin embargo los corruptos ladrones con uniformes pasan por el lado de las leyes sin penas ni culpa así de desprolijo y mierda es el maldito sistema.

- tienes quien te lleve a casa hijo.

- nadie sabe que saldria. Pero con la fortuna que me salieron tus servicios deberías llevarme al departamento y hasta me podrías comprar ropa.

- te llevaré a casa nada más, e intenta no meterte en problemas en mucho tiempo.

- vives de mis problemas ponte feliz de que vuelva a cagarla.

- estoy intentando rehacer mí matrimonio, necesito unas vacaciones para que todo funcione y si tu comienzas a llamarme por qué estás metido en broncas puedo asegurarte que si me corren de la casa me tendrás viviendo contigo.

- ni lo sueñes.

Hamilton se había convertido en un grano en el trasero personalizado Los últimos cuatro años. No tenía puta idea lo que significaba estar en prisión y dormir con un ojo abierto, alerta para que no te maten.
Todos los días eran problemas nuevos, por lo que se presentaba prácticamente tres veces a la semana en las instalaciones penitenciarias sobornando al que se cruzara solo para que no lleguen las novedades a la fiscalía.

Nos acercábamos al barrio donde me crié, nada había cambiado las mismas fachadas en cada una de las casas, las mismas personas. Avanzamos hasta el final de la calle y se detuvo frente a una vivienda algo vieja pero en buen estado.

- ya sabes. Estás fresquito fresquito no la cagues. Nos vemos dentro de un mes para que firmes en el juzgado.

No conteste, puse mí gorra hacia atrás y baje del auto. Sentía un nudo en el estómago aquel lugar tenía infinidad de recuerdos. La última noche que estuve aquí... Joder esa última noche.

- de nada hijo, estamos en contacto envíame un correo para saber cómo va tu jodida vida sin mí.

Sentí las ruedas rechinando en el asfalto mientras seguí caminando. Introduje la llave en la cerradura y me sorprendió el que no esté cerrada. Empujé la madera y entre.

-SORPRESAAAAA!!!

Carajo. Esto debía ser una broma.

- ven aquí perro viejo, dale un abrazo a tu amigo del alma.- Nathan Steel salía de entre medio de todas las personas empujando a quienes se acercaban a saludar. Venía con una castaña a la que le rodeaba el cuello, la soltó y me envolvió en un efusivo e incómodo abrazo. Odiaba las muestras de cariño, no estaba acostumbrado a recibirlos de parte de nadie.

- que hacen todos aquí? No recuerdo haber llamado para avisar que salía.

- tu amigo el abogado nos avisó, y aquí nos tienes. Fueron muchos años no podíamos no festejar- de lejos logré verlo otra vez ya se encontraba comiendo mientras aceptaba una cerveza que le ofrecía el hermano de Nathan.

- estaré en la habitación voy a ducharme

- claro, hueles a encierro. Tienes ropa nueva en el armario, ya sabes siempre un paso adelante- dijo guiñandome un ojo y se perdió entre la gente que aún se acercaba a saludar y bebía como si fuera un sábado a las tres de la madrugada.

Me encerré en el cuarto, la música se oía de lejos. Mire al rededor y era lo único que permanecía igual, tomé la foto que estaba en la mesa de noche y me sentí una mierda. Abrí el cajón y la guarde ahí, no saldría de ese lugar hasta que no haga pagar a cada bastardo que estuvo esa noche presente. No lo olvidaría.

Era una promesa y lo cumpliría aunque mí vida se fuera en ella.

CulpablesWhere stories live. Discover now