Capítulo 11 - Tennessee

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11 | Tennessee

Martes, 9 de junio

Olivia Audevard

La mente es todo un mundo, sobre todo en lo que concierte a los días que más se odia recordar. Extrañamente, mi madre no entiende eso. Es curioso porque uno de los peores momentos de mi vida lo viví con ella, aunque supongo que no lo vivimos de la misma manera. Ella no estuvo exactamente conmigo durante la noche. Noche. Como si hubiera durado tanto.

Empujo más cerca el bol con mi desayuno favorito: Yogur con muesli y trozos de fruta fresca. Mis dedos se aferran al bol y a la isla de la cocina de este piso de estudiantes. Intento que su tacto sea mi ancla porque mi mayor problema días como hoy es entender la diferencia entre el presente y el pasado.

Es complicado, hasta un nivel que no sería capaz ni de empezar a explicar. Por eso me gustaría que mi madre lo entendiera porque, entonces, tendría a alguien que comprendiese lo que es que recuerdos intrusivos golpeen tu mente. Emociones, imágenes y sonidos de eventos pasados me arrastran a un oscuro vacío en cuanto un detonante estalla demasiado cerca. En mi vida, esquivo todo lo que sé que puede provocarlo. No suelo subirme a un coche durante la noche si está lloviendo y tampoco tengo pensado jugar al escondite en un piso en toda mi vida. Conozco ciertos detonantes, pero, otros, son imposibles de esquivar. Lo único que puedo hacer en mi vida es intentar estructurarla esquivando lugares, momentos e incluso sonidos, pero nunca desaparece del todo. Los flashbacks son imprevisibles, puedo estar sola en mi habitación y que algo tan simple como la iluminación me lleve de vuelta. A veces es a la casa en Pensilvania, al terror tan puro que me tuvo metida bajo mi cama convencida de que iba a morir ese día. Otras, como hoy, me devuelve a Tennessee, a esa fría madrugada cuando un grupo de tres se metieron en nuestra casa y todo se salió de control demasiado rápido.

Lo peor es que ninguno de ellos fue atrapado. Lo que quiere decir que nunca supimos quién les enviaba, si solo había sido una coincidencia o si un rostro que hacía años reinaba en nuestras pesadillas tenía relación con ellos.

El flashback de hoy ha sido brusco. Estaba cerrando la ventana de mi habitación para irme a dormir, algo simple y cotidiano, cuando llegó. Golpeó. Yo solo quería irme a dormir, pero el cristal reflejó la habitación. La luz de la habitación se avivó en la ventana, junto a mi reflejo y, de fondo, el deje de la oscuridad de la noche se mezcló con la suciedad exterior del cristal. Los puntos parecían gotas de agua y la mezcla fue el detonante.

Lo sentí primero. Las emociones de aquella madrugada pegaron mis pies al suelo y ascendieron, como figuras con manos que escalan sobre mi cuerpo en busca de llevarme con ellas. Su peso me hundió, me paralizó, y me hizo volver. Pestañeé y estaba allí de nuevo.

    Mi cuerpo reaccionó exactamente como lo hizo aquel día. Podía sentir el miedo como si de nuevo estuviera de pie sobre la gruesa alfombra del salón, viendo una pelea en la entrada. Podía oír los golpes de la puerta, ver la luz azulada del exterior balancearse sobre los cuerpos y escuchar a la perfección el crujir de la pequeña mesilla que en aquella época teníamos en la entrada al romperse bajo el cuerpo de Porter, uno de los dos agentes que estaban cuidando de nosotras.

    Asignaron a dos agentes como "guardaespaldas" después de que mi madre volviera del mercado alterada diciendo que creyó haber visto a alguien siguiéndola. Una frase no era suficiente para recolocarnos, pero sí para volverse más precavidos. Dos agentes, uno en nuestra casa y otro en la casa del final de la calle, haciendo turnos con cámaras y de forma presencial, acompañándonos a todos los lugares que fuera necesario haciéndose pasar por mis tíos.

    Aunque ahora estoy en la cocina, sigo sintiéndolo, las secuelas de haberlo revivido. Mi cuerpo todavía está agitado. La última noche que pasé en Tennessee fue una pesadilla de principio a fin. Recuerdo estar sobre la alfombra y oír la mesilla de la entrada romperse, ver el cuerpo de Porter caer con dureza pese a que el golpe se acalló por el crujir de la madera. Aun así, el quejido de dolor salió de sus labios y luego los disparos. Dos. Rápidos y certeros contra el intruso que estaba peleando con él. Tan rápidos que tardé en reconocer cuántos fueron.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora