Capítulo 23 - Secretos compartidos

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23 | Secretos compartidos

Viernes, 26 de junio

Son pasadas las tres cuando bajo del autobús. He elegido mal los tacones y la falta de plataforma me ha destrozado los pies durante el tiempo que he estado fuera, claro que no había contado con el tener que seguir a Ansel de un lado a otro porque él ebrio es un visto y no visto.

Hemos empezado en el Barrio Latino y hemos terminado en un bar en la otra punta de la ciudad porque un amigo le había escrito diciendo que había chupitos gratis durante lo que quedaba de hora. Yvonne ha sido más lista que yo y se ha quedado con su grupo de amigas en el bar en el que estábamos al principio, sentada cómodamente en una de las mesas mientras que Ansel y yo alternábamos entre autobuses nocturnos y carreras para llegar antes de que dieran las tres.

Poco después de llegar allí y de que él me presentase a tantos amigos suyos que apenas puedo recordar más de dos nombres, dijeron de ir a otro bar con mejor música y vi el final de mi noche. Por mucho que al llegar allí viera unos hoyuelos inocentes en el rostro de uno de los amigos de Ansel que me hizo pensar: "Ya tengo plan para esta noche", ir detrás de ellos de nuevo no era algo que me veía capaz de seguir haciendo por más tiempo.

Lo gracioso ha sido que no sé cómo les ha liado Ansel, pero han hecho conmigo el recorrido en autobuses nocturnos hasta la estación más cercana al piso antes de ir en busca de los suyos. Ahora tengo a un grupo de once desconocidos (y Ansel) acompañándome hasta mi calle.

Tomo el brazo de Ansel.

—Compórtate y no bebas demasiado cuando me vaya —pido en bajo.

Detrás de nosotros, oigo las voces de sus amigos mientras unos cantan y otros ríen. Miro sobre mi hombro para dar con que se han parado cerca de un coche blanco celebrando alguna cosa que acaba de pasar y que nosotros no hemos visto por ir por delante.

—Siempre me comporto —dice Ansel.

Me giro hacia él al llegar a la puerta azul del edificio.

Saco las manos de los bolsillos y, sin saber bien por qué, le doy un abrazo.

—No molestes al señor Chevalier al volver, nada de gatos y... —Mi mirada llega a su grupo de amigos de nuevo—. haz que tu amigo de los hoyuelos salga con nosotros la próxima vez.

Al apartarme, su sonrisa avisa de la idea que acaba de ocurrírsele y le veo girar para llamar a su amigo y hacerle venir. Antes de que pueda hacerlo, pongo una mano contra su boca para callarle.

—Otro día —insisto.

Espero a asegurarme de que no va a gritar antes de dejar la mano caer.

Ese chico, el de pelo castaño claro y hoyuelos que volvían inocente su sonrisa, me ha llamado la atención. Suficiente como para haber pensado en empezar un tira y afloja, pero no tanto como para irme con él sin haber tanteado antes para asegurarme de que es de fiar. Me gusta medir las acciones de los chicos que me interesan para comprobar si tienen un carácter "seguro" antes de irme con ellos.

Le busco entre el grupo y, al encontrar sus ojos, le doy una sonrisa.

La próxima vez.

—Pásalo bien —termino.

En cuanto meto la llave en la cerradura de la puerta del edificio, oigo a Ansel gritar: "¡Eh, Jacob!" y me meto en el portal antes de que Ansel me enrede con su amigo porque sé que está yendo directo a contárselo.

Tony tenía tanta razón.

Sin embargo, es incluso gracioso esta vez, y, sin duda, algo que facilitará las cosas la próxima vez que vea a ese tal Jacob. Por ahora, subo las escaleras y me quito los tacones en cuanto piso el felpudo.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora