Capítulo 12 - Regalos

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12 | Regalos

Miércoles, 10 de junio

Olivia Audevard

    El miércoles vuelvo de clase para dar con un festín y animadas conversaciones en el piso. Llego algo tarde, después de mi última clase he querido quedarme en las grandes escaleras bajo el Arco de la Défense, tomándome un café mientras observaba a las personas como si pudiera refugiarme en las que en mi cabeza adoptaba como sus vidas. Siempre me ha gustado parar y mirar, imaginar, es una forma de escapar.

    Ahora, cuando llego al piso, veo a Ansel saltar sobre el sofá para venir a mi encuentro con un asfixiante abrazo. Mis brazos quedan contra mi cuerpo y es tal la intensidad que levanta mis pies del suelo.

    —¡Me han aceptado en las prácticas de Saatchi & Saatchi! —grita.

    Lo único que puedo hacer es contener la respiración porque hay un pánico constante en el sentimiento de estar aprisionada y, su agarre, lo provoca. Aun así, si he palidecido o si hay pánico en mi mirada como creo, su emoción es demasiado grande como para notarlo. Deja mis pies en el suelo y me suelta, la sonrisa inmensa sobre sus labios.

    —Ven a celebrar —pide. Cierra su mano sobre mi brazo y me lleva hacia el salón. Ahí espera Yvonne, sentada en el único sillón individual; Tony, sentado sobre la alfombra con las piernas algo estiradas, y cajas de pizza junto a cervezas sobre la mesita frente al sofá—. ¿Conoces esa agencia? ¿Saatchi & Saatchi?

    —Ehm, no. No me suena de nada —respondo.

    —Pertenece a Publicis Groupe, una de las cinco compañías más...

    —Ansel —interrumpe Tony—, respira. ¿Recuerdas lo que hablamos de dar detalles de más? Pues eso.

    —Cierto —recuerda Ansel y, aunque la felicidad sigue en su mirada, admito que ahora tengo intriga por saber cómo iba a terminar esa frase. Ansel agarra una cerveza de la mesa que pone entre mis manos y otra abierta para él. La golpea con suavidad contra la mía antes de decir—: Santé!

    —¿Santé? —devuelvo algo confundida. Como si buscara una respuesta, miro hacia Tony, pero él está sonriendo divertido detrás de su propia lata—. Ans...

    —Todavía no puedo creer que me hayan dado la plaza, solo había tres para el próximo cuatrimestre y estaba seguro de que...

    Dejo la lata sobre la mesa y hago una seña de un "un minuto" antes de escabullirme hacia mi habitación. Solo quiero dejar el bolso y cambiar mi ropa por algo más cómodo antes de volver. Tampoco tengo la intención de "celebrar" por completo porque, aunque no conozco de hace mucho a Ansel, estoy al noventa por ciento segura de que su "celebrar" implica salir y yo mañana madrugo. Así que cambio mi ropa por mi pijama de satén rosado corto, mis sandalias por pantuflas acolchadas, y vuelvo al salón.

    Ansel está hablando en francés y, cuando me siento en el sofá, Tony me devuelve la cerveza que antes he dejado sobre la mesa al irme. La acepto y, esta vez, la abro.

    En cuanto Ansel me ve, se calla.

    —¿Te has puesto un pijama? —pregunta casi ofendido.

    Le doy un sorbo a la cerveza como si eso y un encogimiento de hombros fuera respuesta suficiente. ¿Qué tiene de malo mi pijama? Es suave, bonito y cómodo.

    —Y eso. —Tony señala mis pies y muevo un poco las pantuflas para que el pelo falso que hay sobre ellas se agite un poco. Me siento como una niña cuando lo hago.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora