Adopción

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En la Agencia Armada de Detectives, en un lugar de la hermosa Yokohama...

El presidente de la agencia miraba una vez más la única fotografía que tenía de su ex pareja e hijo. Una fotografía que había sido tomada hace más de diez años, cuando su pequeño Osamu tenía seis o siete años de edad.
Extrañaba a su hijo. Hacía más de diez años que no lo miraba, desde que Mori ganó su custodia y lo infiltró en la Port Mafia, volviéndose sus contrarios.

Hijo mío. Me pregunto si estás bien—. Dijo a sí mismo, guardando la fotografía en uno de sus cajones de su oficina de presidente.

Zachou—. Lo llamó Kunikida desde la puerta. — Lo buscan allá afuera—. Informó. Regresaba al lugar donde aquellas dos personas esperaban al presidente.

Fukuzawa aseguró con llave ese cajón, y salió de su oficina, yendo detrás del detective de los ideales. Debía atender a esa inesperada visita que se impacientaba por su tardía llegada.

Al bajar las escaleras, pudo ver a ese hombre que conocía bastante bien. Era Mori Ōgai, el que había sido su pareja hace más de 17 años, el mismo que dió a luz a su hijo Osamu, a quien registraron con el apellido ficticio de Dazai, para no revelar su verdadera identidad.
A su lado, el joven de 17 años, Osamu, mirando a los lados, inspeccionando el lugar. Ambos vestían de negro, pues eran de la Port Mafia.

— Mori...—. Se sorprendió al verlo después de diez años de separación.

Al notar un ambiente tenso, Kunikida, también de 17 años, decidió regresar a sus labores, dejando al presidente a cargo de la visita.

Dazai-kun, él es tu padre, el hombre de la foto, Yukichi Fukuzawa. Es el presidente de la Agencia Armada de Detectives de Yokohama, y es necesario que lo conozcas—. Decía Mori. Empujó levemente de la espalda al vendado, indicándole que fuera a con el peli plateado.

Fukuzawa estaba en su modo serio, pero miraba con cariño y deseos de abrazar al joven castaño que se aproximaba a él.

— Papá Mori, ¿por qué mi otro padre tiene que ser un detective y no un mafioso?—. Cuestionó de inmediato. El hombre del kimono lo abrazó sin importar lo que su hijo pensara de él.

Era tan reconfortante estar abrazando a su hijo después de tanto tiempo, que no le molestaría si alguno de sus detectives lo mirara con los mafiosos. Lo había ocultado todos estos años, pero si salía la verdad a la luz, no lo negaría: él tenía un hijo con Mori, el jefe de la Port Mafia y nadie lo podrá cambiar. Dazai ya estaba en el mundo.

Te extrañé mucho, mi pequeño Osamu-kun—. Decía el presidente, acariciando la cabeza y los despeinados cabellos del desperdicio de vendaje. — Dime, ¿por qué usas vendaje en todo tu cuerpo? ¿Estás muy lastimado?

— He intentado suicidarme cientos de veces, y sólo oculto el lugar de los hechos—. Respondió con seriedad. Parte de su respuesta era una mentira, pues sus heridas no sólo se debían a intentos de suicidio, sino que también, a sus misiones como líder de la Port Mafia y a los mismos castigos que Mori le enviaba o daba personalmente.

Ni siquiera se dieron cuenta de que se habían separado del abrazo. Ahora estaban frente a frente y Mori lo permitía. Pero ¿A qué se debía su visita tan inusual? Sólo el mismo jefe de la mafia lo sabía, ni siquiera Dazai.

— Debes llevarte bien con tu padre, Dazai-kun. Puede que algún día lo necesites más que ahora—. Comentó el pelinegro. Se levantó de su asiento y caminó hacia la puerta de salida. — No tardes. Te espero en el auto.

— ¿Tan rápido? Pero mi hijo y yo ni siquiera hemos platicado...—. Se quejó el hombre del kimono. A Mori no le interesó y salió del lugar.

— No tenemos nada de qué hablar, papá detective—. Dijo con burla y desprecio, caminando hacia la puerta.
— Espero no volvernos a ver nunca, hombre detestable.

Dazai salió de la agencia con un sentimiento de superioridad en su ser. Odiaba a la Agencia Armada, y odiaba a su padre, pues Mori siempre le dijo que fue Fukuzawa quien lo abandonó, cosa que no era verdad.

Caminó hasta el auto y abordó en el siento de atrás, mismo donde "el regalo" de Mori para él, estaba sentado. Era un joven de la misma edad que Dazai, 17 años. Cabellera anaranjada (pelirrojo), hermosos ojos azules, piel blanca y fina, y rasgos delicados. Su nombre: Chūya Nakahara. Un joven huérfano que había sido tomado por el jefe de la Port Mafia desde un miserable Orfanato. Con motivos de entregarlo como obsequio a su hijo Dazai, quien lo esperaba con ansias.

Mori había prometido a su hijo entregarle el mando y darle el lugar de jefe de la Port Mafia, con la única condición de que éste, Dazai, tuviera sexo con Chūya y le creara una hija, pues el hombre (Mori) tenía cierto afecto por las niñas y quería un hermosa nieta cuanto antes.

Era demasiado fácil para el joven de vendas, o eso es lo que creía. Aunque sus deseos siempre habían sido ser la pareja pasiva de Sakunosuke Oda, también quería probar con su conejillo de indias Chūya, de quien sería el activo y seguramente se divertiría y lo disfrutaría mucho.

Una vez estando en casa, Dazai le mostraba su habitación al pelirrojo, la habitación que ambos compartirían como pareja, hubiera sentimientos o no.

Todo era nuevo para el ojiazul. Chūya jamás había conocido una casa tan grande, y mucho menos, conocía la maldad de las personas. Todo le parecía "amable" de parte de aquellos dos padre e hijo que tenían planes turbios y siniestros.
Estaba feliz por haber sido adoptado. Tenía la sensación de que se llevaría bien con su nuevo hermano, incluso compartirían dormitorio. Su inocencia estaba por terminar muy pronto, así como su confianza a las personas.

— Chūya. Dormirás conmigo, en mi cama. ¿Te agrada de esa manera?—. Preguntó Dazai. Aunque en realidad no le importaba si a Chūya le agradaba o le desagradaba algo, él sólo quería jugar con su cuerpo y ganarse el puesto de jefe en la Port Mafia, nada más.

— Esta habitación es muy grande... Espaciosa—. Decía sorprendido, observando cada lugar del dormitorio de Osamu.

— ¿Te gusta?

— Sí. Nunca tuve mi propia habitación en el Orfanato...—. Respondió con seriedad, sin evitar que sus lágrimas salieran de sus hermosos ojos azules.

— Aquí tampoco la tendrás, Chūya. Dormirás conmigo, ya te lo dije—. Pasó uno de sus brazos por los hombros del de baja estatura, a manera de abrazo de compañerismo.

— Es verdad. De igual manera, habrá menos personas en la habitación y podré dormir sin tanto ruido, y con mayor comodidad. 

— Claro. Dime, ¿quieres tomar algo? ¿Cenar? Vayamos a la cocina a buscar algo para comer—. Invitó. Ganarse su confianza no era necesario si fácilmente podría violar al pelirrojo, pero Dazai tomaba el camino largo y quería ganarse la confianza de aquel regalito que su padre le dió para divertirse.

DARKNESS MY SORROW [SOUKOKU MPREG]Where stories live. Discover now