El Playboy tiene un Secreto, [SP#4]

thirty four

34. Del cómo aprender a avanzar

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Es curioso cómo siempre pensamos que sabemos cómo nos vamos a sentir cuando algo que queremos que suceda, finalmente sucede. Cómo podemos imaginar cada escena exactamente, qué podemos pensar que haremos en ese momento, cómo vamos a reaccionar y qué diremos. Durante este mes me imaginé encontrarme con Walter un par de veces. Mentiría si dijera que no quería que viniera, los pensamientos sobre él estaban profundamente arraigados en mi cerebro y un mes no era suficiente para olvidarme de Walter por completo. Como en una vieja película, las escenas de nuestro posible reencuentro se repetían en mi cabeza una y otra vez. Pasé varias noches pensando qué era apropiado decir y hacer. Quería volver a verlo y estaba segura de que estaba lista para ello.

Bueno, no lo estaba.

Todo lo que imaginaba era diferente. El discurso que preparé en mi cabeza se desvaneció junto con la vista de Walter en mi habitación. Mi mente estaba vacía, la boca cerrada en protesta, mi cuerpo tenso y las piernas tambaleantes, listo para rendirse en cualquier momento. Estuve esperando en secreto todo el mes para volver a verlo y cuando por fin estaba delante de mí, lo único que quería era huir sin siquiera mirar atrás. Lo que es peor, junto con Walter, todos los malos recuerdos que me guardaba volvieron. Una vez más, me sentí como la vieja yo, la que intentaba vivir según las expectativas de los demás sin notar mis propias necesidades. La que cayó en la influencia de una vida imaginada y las relaciones que tenía antes. En un segundo mi mente empezó a repetir todos los momentos que intenté olvidar durante este mes y los sentimientos de frustración y rabia volvieron, más fuertes que antes, prendiendo fuego a cada parte de mi cuerpo.

Finalmente recordé por qué pensar en Walter todo el tiempo estaba tan mal en primer lugar.

—¿Qué estás haciendo aquí? — Me lancé, dando un paso atrás en defensa, en caso de que Walter decidiera acercarse. Pero no se movió. Seguía sosteniendo un pequeño sobre en sus manos, mirándome intensamente como si le ayudara a mantenerme en un lugar, pero no fue lo suficientemente valiente para acortar la distancia entre nosotros. Al igual que hace un mes, Walter no hizo nada para mantenerme cerca de él.

Su mandíbula apretada me dijo que notó lo fría y furiosa que era mi voz y que no le gustaba, pero no me importaba. Quería que supiera que no era bienvenido aquí. Quería que sintiera lo que yo sentí cuando me dejó sin una sola palabra. Por muy cruel e inhumano que fuera, quería que estuviera en el mismo dolor y confusión que yo en aquel entonces.

Y Walter lo entendió muy rápido. Se deslizó suavemente de mi escritorio, parado ahora con la espalda recta, listo para enfrentarme apropiadamente. Entonces noté su camisa blanca abotonada, su corbata negra que se aflojó un poco alrededor de su cuello y sus elegantes pantalones negros. Pero esta ropa elegante no encajaba con el resto que pude ver - ojeras bajo sus ojos vacíos y hombros caídos como en un signo de resignación y derrota. Se veía cansado, exhausto y por lo tanto no se parecía a él, sólo era horrible.

Pero no importaba lo que le pasara, no tenía nada que ver conmigo ahora.

Walter pasó su mano por el cabello, respirando profundamente y debatiendo lo que era correcto decir. Levantó los ojos perezosamente y me miró, poniendo el sobre blanco en mi escritorio. —¿Cómo has estado?

Su voz no era tan fuerte como siempre, como si tuviera miedo de hablar alto. Pero escuché cada una de sus palabras con claridad y me burlé de su ridícula pregunta.

—¿En serio? — Crucé los brazos, levantando las cejas con sorpresa, —¿Viniste hasta aquí sólo para preguntarme esto?

—Por supuesto que no....— Walter dijo rápidamente, pero detuvo la mitad de la frase, dándose cuenta de cómo su voz se elevó una octava debido a la frustración que empezó a sentir en su interior. Respiró profundamente otra vez para calmarse y su flequillo saltó en el aire cuando exhaló cansadamente. —Tengo un millón de cosas que quiero decir, pero tu hostilidad no me lo pone fácil.