·•❃•8. Euforia.

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El infierno se ha desatado

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·• Año ochocientos cincuenta •·

—¡Entreguen sus corazones! —ordenó el instructor Shadis.

Los cadetes realizaron el saludo militar. Un total de doscientos dieciocho jóvenes se hallaban reunidos en el patio del cuartel, ya que a partir de esa noche, serían reconocidos como soldados. Esos tres infernales años de entrenamiento llegaron a su fin.

El viento soplaba con ligereza y calidez, encargándose de que las nubes trazaran camino por el cielo estrellado. Ese calor leve que envolvía sus cuerpos era un recordatorio de que estaban a un mes de que el verano iniciara.

—¡Ahora que han completado su entrenamiento, hoy se abren tres alternativas ante ustedes! ¡Las Tropas Estacionarias, encargadas de reforzar las murallas y de proteger los distritos! ¡La Legión de Reconocimiento, cuyos miembros están dispuestos a sacrificar sus vidas fuera de estos muros para combatir a los titanes en su propio territorio! ¡Y la Policía Militar bajo el control de rey, que regula la población y mantiene el orden! ¡Solo los diez mejores graduados tienen la posibilidad de solicitar un puesto en la Policía Militar! ¡Mañana pueden entregar sus solicitudes de admisión!

Así fue como quedó disuelta la generación actual de la Tropa de Cadetes, (Nombre) se encontraba en la primera fila, le sorprendió haber logrado entrar al top diez después de la buena cantidad de puntos que llegó a perder. No obstante, por algún motivo se le notaba una expresión ausente plasmada en su cara. Cabía la posibilidad de que la nostalgia estuviese tomando posesión de ella.

Luego de que la formación se rompiera, al igual que todos fue a cambiarse el uniforme por una vestimenta más cómoda.

Y al momento que ingresó al comedor para la celebración, un ambiente de felicidad la recibió. Sus compañeros disfrutaban de una cena mucho mejor que las otras y en mayor cantidad. Pudo apreciar los rostros animados provenientes de aquellos que incluso no pudieron acceder a la Policía Militar, también los que se veían tristes o amargados. Aunque la realidad era que solo Jean era el claro ejemplo de éste último, escuchaba sus quejas sobre haber quedado en un puesto por debajo de Eren.

Un montón de cosas surcaron por su mente. Primero pensó en lo infernal que fue su estadía y, es que incluso si existían pequeñas cosas y personas que iba a extrañar, todo el entrenamiento había sido extremadamente intenso y hasta peligroso. A eso debía sumarle los castigos, las humillaciones y los gritos, aunque siempre supo muy bien lo que le esperaría en el ejército.

Y debía agregar que Shadis sí cumplió su advertencia: se aprendió su nombre cuando le exigió decírselo después de haber cometido una estupidez.

Sus pensamientos se desviaron hasta que acabó reviviendo cada cosa que hacía con Christa y Ymir en vista de que pasaba la mayor parte del tiempo con ellas. Tras eso, arribaron los consejos de caza que le daba Sasha y las tonterías que ésta hacía en compañía de Connie, e incluso se hicieron presentes los combates cuerpo a cuerpo contra Annie. También recordó las competencias de vencidas* durante los descansos donde su oponente era Reiner, las apuestas que hacía contra Jean, Marco o Bertholdt —éste no solía hablarle a menos que alguien más estuviese presente o que ella lo hiciera primero— en el entrenamiento de resistencia o el ensayo de cortes con el equipo.

Mikasa había estado invitándola a sentarse junto a ella en clases, desde aquella conversación meses atrás ya no habían momentos de miradas silenciosas y ambiente estrafalario. Su mente encontró las memorias que tenía de Armin pidiéndole prestados los libros que compraba y las partidas de ajedrez que se desarrollaban entre ambos. Y para finalizar, los magníficos ojos de Eren opacaron los demás recuerdos, lo que le causó darse cuenta de que igualmente compartió con él una inmensa cantidad de tiempo.

Demonios;; Eren Jaeger x Lectora | Shingeki no KyojinWhere stories live. Discover now