24. Contra el tiempo

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Bogotá, 2019

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Bogotá, 2019.

El frío del exterior envolvió al par de mujeres que avanzaron por la solitaria calle de la capital. Se ganaron la mirada de una pareja que pasó junto a ellos, su apariencia extranjera exponía a gritos que no pertenecían allí.

Continuaron en su camino hasta detenerse en la parte trasera de una fachada propia de un estilo gótico inglés, resaltaba entre las demás por los candelabros en la pared y su distintivo cartel grabado en el que se leía: «Madame Jerom».

Se sonrieron entre sí antes de ingresar.

Estaba vacío, pero las refrescaba con un poderoso aire de familiaridad. Cortinas oscuras, candelabros, plantas y velas repartidas por doquier, era como estar al interior de una mansión casi atrapada en el pasado.

El lugar, más allá de sus artilugios antiguos, se sentía vivo. Podían respirar la magia en él.

Inspeccionaron las barajas de naipes y la bola de cristal sobre la mesa, cuando el sonido de una campanilla las alertó de la presencia de alguien más.

—¿Olvidaron algo, queridas? —Escucharon una voz provenir del pasillo.

Se giraron hacia allí, encontrándose con la sonrisa curiosa de una mujer adulta que aparentaba al menos unos cuarenta años; batía sus caderas de un lado a otro con su largo vestido negro victoriano. El corset resaltaba su busto y su cabello rubio se encontraba peinado y amarrado pulcramente sobre su cabeza.

—Oh, disculpen. Creí que eran otras personas. ¿Puedo ayudarlas en algo, respetables damas? —preguntó con una sonrisa escaneadora. Por poco, las mujeres vestían muy similar a ella—. Lo que sea por quienes valoran tan bien la tradición y el buen gusto.

La hermana rubia se mantuvo en silencio. Con su mirada, esperó a que fuera su acompañante quien diera la respuesta.

—Buscamos a aquella mujer cuyo poder puede invocar a los muertos —respondió la pelirroja—. Se dice que en todo el país no hay otra bruja como ella.

—Adara Jerom, encantada —saludó con un suntuoso y delicado movimiento de mano—. ¿Qué puedo hacer por ustedes?

—Mi hermana... perdió a un amigo cercano. Su nombre era...

—¡Nicholas! Nicholas Heywood —interrumpió, divertida, a lo que recibió un ligero codazo.

—Sir Nicholas atesoraba una gran fortuna que se ha perdido con el tiempo —intentó remediar—. Quisiéramos hablar con él y conocer la ubicación del erario.

—Ah, fortunas ocultas, el pan de cada día. —Sonrió—. Por supuesto, aunque... —Levantó una de sus cejas, glamurosa—, ustedes entenderán que los servicios de una bruja de mi prestigio son únicos en su clase, por tanto el pago es por adelantado. Una nunca sabe qué pueda suceder tras la invocación, o qué tan... turbulenta se torne la situación.

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now