23. Cacería profana

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Corrió sin aliento

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Corrió sin aliento. Acababa de dar un salto desde Roma hacia París. Atravesó los suficientes tejados y aún no le perdía el paso a su perseguidora. Otro portal la había llevado a Berna, pero incluso desde allí consiguió interceptarla en el último portal a Berlín.

Reconocía las edificaciones en medio de su agonía. Odiaba estar alejándose en lugar de acercarse a su destino. Se suponía que debía llegar a Irlanda.

No recordaba cuánto tiempo llevaba corriendo de Letamus. En realidad no recordaba una parte de su vida en la que no huyera. Así había sido siempre desde hacía mucho tiempo. Pero no podía detenerse. No con el enemigo pisando sus talones.

Los tejados se hacían interminables en la gran ciudad alemana como testigo silencioso. Su respiración cada vez se tornaba más agitada y sus pulmones se llenaban con pesadez.

Sor Letamus no cedía.

La religiosa, con su mirada decidida y una implacable firmeza militar, saltaba entre los tejados detrás de su presa. No parecía cansarse.

La misteriosa mujer continuó la marcha. El techo se terminaba. La distancia con el siguiente edificio era abismal. Solo una idea pasó por su mente en ese instante, así que saltó. Aterrizó sobre un contenedor de basura, tronando la lata con el impacto.

Se abrió camino por el callejón más cercano. Tras cruzar una calle, se escondió entre cestas y escombros. Su corazón latía arrítmicamente. Solo rogaba no ser encontrada. Cerró sus ojos y esperó lo peor.

El trueno provocado por la caída de Sor Letamus en el contenedor la alertó. Se acercaba, podía sentirlo.

—Vamos, diablita —murmuró con cautela, cargando el arma entre sus manos mientras avanzaba—. Sal a jugar. No tengas miedo de que te regrese al Infierno. De todas formas, para ti debe ser como ir a la playa.

La mujer contuvo su respiración. En otros tiempos, se hubiera arriesgado a luchar desde el comienzo, a dar lo mejor de sí por sobrevivir. Pero reconocía que era una migrante en circunstancias diferentes. Huía desde hace semanas. Sin descanso. Sin energías. Sin poder. Se habían llevado todo de quien era.

La monja examinaba el terreno. Teorizaba destinos. Era un callejón sin salida, con paredes demasiado altas para un demonio que hasta el momento no había demostrado capacidad para usar sus alas. No podía estar muy lejos.

—Me he enfrentado a muchas criaturas de tu tipo en lo largo de mi carrera. Realmente creí que serías un desafío, causaste mucho alboroto con la apertura de ese portal, ¿sabes? —comentó mientras caminaba, con su arma lista—. Pero estás haciendo que esto sea aburrido y decepcionante. —Llevó la mano a su cinturón y extrajo una pequeña esfera—. Pero si así lo quieres, entonces estaré complacida de enviarte de regreso en un solo pestañeó.

Sor Letamus arrojó la bomba a la oscuridad del rincón. Entre un destello que iluminó el callejón por un segundo, una gran cantidad de humo comenzó a cubrir el sitio. Tan solo eso bastó para encontrarla.

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now