5. Gigantes de Niflheim (Parte II)

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Frente a Madame, un resplandor escarlata significó que su labor había concluido

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Frente a Madame, un resplandor escarlata significó que su labor había concluido. Pronto se unió a ella Seidkona, apoyada en su cetro de madera.

—Midgard está seguro —informó la mujer de largos cabellos rubios trenzados—. Nada entra ni sale del pueblo. Gracias por tu ayuda. —Asintió, seria.

A pleasure, milady. Ahora, dónde está ese cuervo suyo. Necesitamos saber qué tan cerca estamos de recibir a los invitados.

—Hugmun —llamó.

De la nada el ave apareció entre las nubes. Con un graznido, descendió en picada al antebrazo de la hechicera.

—Debo admitir que la criatura me da escalofríos —dijo Madame.

—Encontré más interesante convertir al Ojo Universal en un animal que mantenerlo de forma tradicional, así lo encuentro más... práctico.

—¿Y bien? Haz que tu cuervo hable.

Con un brillo naranja en los ojos de Seidkona, el uniojo del cuervo resplandeció, en una singularidad proyectada hacia el aire. Allí vieron al ejército de gigantes avanzar. Descendían las montañas en manada, a paso tronante y sin detenerse. Con cada movimiento, la oscuridad que emanaban se expandía a su alrededor como un campo de muerte y destrucción. Solo una nada desoladora y vacía era visible.

—Se han vuelto más y más fuertes —reconoció la vikinga, con atisbos de miedo—. Las defensas no resistirían a la inminencia de su marcha... estamos... estamos perdidas. Midgard no sobrevivirá al ataque...

Victoria Pembroke reconoció en la expresión amarga de Seidkona, por primera vez, debilidad. Que, junto a la angustiosa decepción que la embargaba por haber perdido ya otros pueblos, terminaba de torturarla en un sentimiento de miedo, y miedo desenfrenado.

—Yo... yo no sé qué hacer, Madame, ya perdí Vinhala, Bifrostland, Ymirad. —Hizo una pausa, mirando hacia la nada—. Cada muerte la sentí. Cada edificio destruido lo viví. Todo fue mi culpa... yo... yo no pude salvarlos, no pude detener a los gigantes.

Darling. —Apoyó su mano sobre el hombro de Seidkona—. La comprendo. Entiendo muy bien cómo se siente. Yo pasé por lo mismo que usted en mi tiempo. Un vampiro destripador azotó mi ciudad y dejó decenas de mujeres destripadas... las había violado a todas antes de matarlas. Fue horrible. No pude evitar sentirme culpable por lo que el plonker de Cripto estuvo haciendo... yo, sencillamente no pude detenerlo sola.

»Entonces James Jerom apareció —recordó con una sonrisa—. Con Cripto en las calles y James con su poderosa fuente mágica arribando Londres, lo primero que hice fue neutralizarlo. Ataqué por miedo. Una actitud parecida a la suya cuando llegamos... aunque menos hostil, por supuesto.

»Él ayudó a detenerlo. Y me hizo entender que Cripto, sus víctimas, por más que sufrí cada muerte, no fueron mi culpa —decía, convencida—. Hubo una singularidad cósmica que afectó el espacio-tiempo. Esa misma anomalía fue la que trajo a los gigantes. Por eso él y yo estamos aquí, porque como tú, habrá más Universales a lo largo de la historia intentando sobrellevar muertes que no les pertenecen. Y ese sentimiento, es más peligroso que cualquier gigante de Niflheim —parafraseó con una media sonrisa.

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now