9. Guerra Gorqok

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«Te encontraré, donde sea y cuando sea que estés»

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«Te encontraré, donde sea y cuando sea que estés».

Los pensamientos de Victoria Pembroke la lanzaban más allá del balcón desde donde contemplaba la ciudad acorazada, a pesar de que era una majestuosidad, en su mente solo había lugar para una persona, y esa era James Jerom.

—¿Lista?

Madame apartó sus pensamientos y se giró hacia la voz. Kissandra llevaba un cofre herméticamente sellado entre sus manos.

—Lista, su majestad. ¿Partiremos ya?

—Así es, sígueme —Indicó. Victoria le siguió el paso a través de los pasillos del palacio—. He pedido a un pequeño escuadrón que prepare una nave de asalto, algo moderado, no tan grande como para llamar la atención del Concejo de los Cinco ni tan pequeño e indefenso para ser aniquilados a medio camino de Gamber.

—¿Aniquilados? —cuestionó Victoria, deteniendo su paso.

—Es una guerra, Madame —persuadió, y tomándola del brazo la instó a seguir el recorrido—. Los gorqoks arrebatan vidas y explotan naves a lo largo y ancho de la galaxia durante cada minuto que hablamos. Lo que haremos es absolutamente peligroso, hay que tener en cuenta las opciones.

—Madame Kissandra, parece que necesita reconsiderar sus opciones, porque yo me niego a morir en el espacio sin antes encontrar a Sir James.

Kissandra la vio con curiosidad.

—Pero qué clase de hechizo te lanzó el mago, mujer.

—Bueno, diría que fue al revés —reconoció con una pequeña sonrisa—. Fui yo quien lo dejó inconsciente con un hechizo floral cuando nos conocimos.

Kissandra soltó una risa suave mientras terminaban de cruzar por el corredor. De repente Victoria Pembroke se detuvo abruptamente, había quedado petrificada ante la inmensidad del hangar y los cientos de naves que entraban y salían, de todos los tamaños y formas. Por su lado pasó una de las tantas filas de soldados de impecable armadura blanca que inclinaron su rostro en saludo.

—Emperatriz.

Kissandra les asintió y vio cómo continuaban el recorrido, dirigió luego su mirada a su acompañante, encontrándola aún congelada.

—¿Qué? ¿Nunca habías visto un hangar?

—En realidad, your majesty, nunca había visto un hangar futurista dentro de un planeta extraterrestre redimido de la guerra, así que usted podrá entender.

Kissandra esbozó una nueva sonrisa y apresuró el paso. Identificaron la nave que las esperaba al encontrarse con dos hileras de soldados solemnemente formados en la entrada hacia ella. La Emperatriz y Madame Universal marcharon por el medio.

—Emperatriz —saludó una rubia de cabello recogido al inicio de la plataforma. Su armadura diferenciaba del resto por las añadiduras a la coraza, lo reluciente de la misma y por la capa que le caía de lado—. El escuadrón de asalto está preparado. Esperamos su orden para despegue.

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now