25. El asedio a K'un Dai (Parte II)

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Las inmensas puertas al monasterio tambaleaban en fuertes golpeteos

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Las inmensas puertas al monasterio tambaleaban en fuertes golpeteos. Los pocos guerreros en pie en la escuela empujaban con todas sus fuerzas al sentido contrario del inminente ariete.

—¿Segura de que esto funcionará? —preguntó Madame, sus manos temblaban en dirección a las puertas, en un intento por retenerlos por más tiempo con un hechizo.

Ada Reich revolvía desde el centro del patio un improvisado brebaje. Había sido idea suya el usar un contrahechizo que liberara a los ninjas del control hipnótico de la sacerdotisa, y, por suerte, las condiciones místicas y arcanas en torno a K'un Dai le daban acceso a todo lo que necesitaba.

—Escucha, sé que aún no confías totalmente en mí, pero te aseguro que esto funcionará —respondió mientras revolvía.

—Cualquier idea es mejor que enfrentar a muerte a guerreros inocentes —bramó por lo bajo, haciendo presión con todo su poder—. ¿Ya? —El esfuerzo sobrehumano se notaba en las gotas de sudor que se le deslizaban por su rostro.

—Aguarda... solo un momento más y... —Agregó un último ingrediente que alzó el líquido en una nube esponjosa—. ¡Ahora!

Madame Universal bajó sus brazos y la barrera desapareció por completo, al tiempo en que los guerreros se apartaban para dejar que las puertas se abrieran de par en par.

Todos cubrieron sus rostros cuando la onda de gas se propagó a toda velocidad. Tras unos segundos, apartaron sus brazos de sus rostros, encontrándose con los ninjas del clan aliado sumidos en la inconsciencia, aunque libres del control de Emiko.

—¿Funcionó? —preguntó uno de los monjes.

—Eso creo... —respondió otro en susurro.

Una sombra cubrió el umbral y sus sospechas se dispararon en alerta. Madame, Ada y los guerreros se prepararon para recibirlo, cuando los pasos tambaleantes de un hombre y sus suspiros agitados los llevaron a bajar la guardia.

—Es Shinobi Universal —murmuraron.

Vestido con un atuendo negro de guerrero y protegido por aleaciones en su armadura, Rykuso Yukishamaru se sujetó de una columna. Debido a su capucha, solo lograban ver sus ojos rasgados, se encontraban agotados. Madame le reconoció el símbolo de los Universales en el cinturón dorado de su traje.

—Rykuso, ¿qué fue lo que pasó? —preguntó uno de los maestros, sorprendido—. ¿Cómo es que te hipnotizó Emiko?

—Ella tenía todo planeado desde que llegó por la brecha oscura —respondió con dificultad, acoplándose malherido—. Cuando intenté detenerla me inmovilizó y me sedujo bajo su control, obligándome a agrandar la brecha para que los demonios tengu escaparan y atacaran el Templo de Amaterasu, tan solo una distracción para ella invadir la escuela y hacerse con el poder del Árbol del Destino.

—¿Dónde está ella ahora? —quiso saber Victoria.

Un canto profano los obligó a girarse hacia el bosque; se extendía como un eco agonizante del que huía la misma noche. Con su paso, arrastraba una pesada bruma oscura y un largo vestido blanco, casi unificado con su pálido rostro fantasmal. El cabello de Emiko era sobrenaturalmente largo y se alzaba en mechones cuales serpientes con vida propia. Su cabeza la coronaba una tiara de puas tan oscura y sombría como sus ojos.

Mago Universal: Encrucijada temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora