2. Las Hermanas Slytherin (Parte I)

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Salem, 1693

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Salem, 1693.

—¡Hermanos! —vociferaba el reverendo, intentando contrarrestar las fuertes carcajadas de las mujeres atadas a la hoguera—. ¡Estas hijas del Diablo han corrompido la aldea con sus actos paganos e inmorales!

Las pelirrojas de nariz ancha y ropa negra holgada, a pesar de estar apresadas de cuello, manos y pies, a punto de ser ajuiciadas, se divertían como niñas, seseando las lenguas cuales serpientes y burlándose sin cesar de los rostros ofendidos de la multitud. Pero en esa noche melancólica, donde la única luz era proporcionada por el haz ígneo de las antorchas, no había ningún motivo para reír.

Las viejas hermanas Slytherin, dos ancianas que vivían en una cabaña a las afueras de la aldea, y, según se creía, se dedicaban a mendigar y a la mezcla de hierbas y ungüentos medicinales, terminaron siendo en realidad siervas de Satanás, bajo su fachada de viudas y pobres. Hacía poco, tras lanzar un poderoso hechizo sobre la aldea, controlaron las mentes de las jóvenes que atravesaban la pubertad y las obligaron a danzar desnudas en lo más profundo del bosque.

El cazador Nicholas Heywood las había descubierto cuando retornaba a casa, exhausto y tirando de una carreta llena de leña. Se aterró de ver cómo frotaban sus cuerpos unas contra otras en orgías descontroladas y círculos insanos mientras recitaban cantos blasfemos y sinsentido. Las Hermanas Slytherin yacían en la mitad del círculo, alimentándose del éxtasis hormonal para rejuvenecerse. Al parecer todo era parte de un ritual demoníaco.

Nicholas corrió a avisar al pastor Armstrong de las atrocidades inmorales que contemplaba, motivado por ese pasaje que decía: «salid de ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados y para que no recibáis de sus plagas; porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades».

Toda la aldea rodeó el sitio con antorchas y trinchos, dispuestos a acabar de raíz la corrupción a su comunidad puritana. Las Hermanas Slytherin fueron acusadas de brujería y apresadas hasta la hora del juicio. El pastor Armstrong había pedido en oración que el Altísimo le enviara al pueblo de Salem una ayuda celestial para detener de una vez por todas los crecientes actos de ofensa a Dios, pues desde el último año las sentencias contra las brujas iban en aumento.

Y por gracia divina obtuvo respuesta a sus plegarias. Unas horas después arribó a la aldea un hombre que se hacía llamar Reverendo Universal, todo un ministro de renombre con el poder de expulsar los demonios de vuelta al infierno. Además, había descubierto que, en los últimos años, habían sido las Hermanas Slytherin las culpables de todos los actos de hechicería en Salem. La realidad era que manipulaban con su magia negra a otras mujeres de la aldea para hacerlas ver culpables. Pero ahora la verdad había salido a flote. Era él quien llevaba a cabo el juicio contra las Slytherin.

—¡Por el poder que me ha conferido Dios todopoderoso! —exclamaba Reverendo, con una mano empuñada en lo alto—. ¡Declaramos sobre ustedes, hijas del Diablo, el peor de los castigos!

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now