Un mal antiguo amenaza con destruir el tiempo y la realidad misma. Mago y Madame Universal son los únicos que pueden evitarlo.
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James Jerom y Victo...
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El universo resplandeció en todos sus matices, se expandía en una inmutable calma por la biblioteca del Templo Universal. Aquello le daba un sentimiento de paz al par de héroes que, unidos alrededor de la mesa oval, vigilaban el tejido del tiempo. Ya no había rastro de las feroces grietas de oscuridad que lo habían quebrado por completo. Tiempo y espacio fluían en armonía una vez más.
James Jerom dio un largo respiro de tranquilidad.
—Lo logramos. Salvamos la realidad, finalmente reestablecimos el orden.
—Y sin Máximo en el camino, solo nos tomó un mes reparar el daño luego de la batalla —celebró Victoria.
—Londres del presente también se recupera luego de la batalla.
—Well, el crédito no es solo nuestro. Debemos agradecer también a todos los Universales que ayudaron a corregir los anacronismos generados en sus líneas temporales.
Aunque Victoria manifestaba una evidente emoción, notó en James un sentimiento muy diferente al triunfo. Mago mantuvo su vista clavada en el suelo.
—El costo fue muy alto —susurró.
Victoria se le acercó a paso lento y le posó su mano en el hombro más cercano.
—Sir James, ella fue una heroína. Se sacrificó para darle una nueva oportunidad al universo que conocemos, y será recordada como la más grande de las guerreras por ello.
Mago asimiló aquellas palabras de aliento y asintió mientras tomaba una profunda bocanada de aire.
—Ahora que Máximo ya no existe, no quiero imaginar el caos que se debe haber desatado en ese lugar—comentó Mago.
—La anarquía sucedería tarde o temprano ante el gobierno de ese tirano.
—Solo espero que Ada pueda manejarlo. Sé que lo hará.
El sonido repentino de una campanilla los giró a la entrada. Bobbly tiraba del carrito de té.
—Bobbly ha preparado una infusión especial para celebrar el éxito de la misión del amo Mago y Madame Victoria —anunció mientras servía.
—¿Ah, sí? ¿Y qué la hace especial esta vez? —preguntó James, recibiéndola en sus manos para dar el primer sorbo—. Déjame ver... xandora corvyniana. —Bobbly asintió con emoción, y esperó a que continuara—. Rosa sombría de Ancton, naturalia de Ixwa... yodré galtheana, obviamente, y... —Saboreó—. ¿Jugo de guayaba? —preguntó, confundido.
—¡Sííí! —exclamó Bobbly—. ¿Qué le ha parecido, amo Mago?
—Lo cierto es que sabe muy bien.
—¿Qué hay de Madame Adara? —preguntó Victoria—. No la he visto desde hace un rato.
—¿Alguien mencionó mi nombre? —la escucharon por el pasillo.
