EPÍLOGO

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Sus movimientos eran rápidos y certeros. Parecían flechas disparadas a una velocidad incalculable, o por el contrario un punto de luz en plena oscuridad; con claridad representada en maestría. 

Su cabello oscuro se movía haciendo danzar sus rizos con el aire y los movimientos acelerados. El suelo del jardín era de piedra, por lo que marcaba cada paso con sonidos huecos. 

Joel lo miraba desde la distancia, con los brazos cruzados en el pecho y los ojos entrecerrados. Su cabeza circulaba rápida, pero sus ideas superaban a sus neuronas cuando intentaba calcular un segundo movimiento. 

Al final, Álex cayó al suelo sin miramientos. Damien agarró su camiseta con fuerza y el puño elevado, a escasos centímetros para dejarle una buena marca en el rostro. El alma natural abrió sus ojos sorprendido al verlo, pero Dami hizo una mueca y lo dejó caer. 

—No puedo. 

Joel suspiró. 

—Cuando tengas algún enemigo tendrás que atacar, Damien. 

—Entonces lo haré, pero no ahora. 

Damien extendió su mano hasta Alexander, ayudándolo a incorporarse de nuevo. Ambos se regalaron una pequeña sonrisa tierna que hizo a Joel negar con la cabeza. 

—No aquí. 

—Papá, por favor...— Se quejó el alma pura con frustración. 

—Acabas de volver de un puto viaje a solas con él. Controla tu instinto, renacuajo. 

—Creo que no hace falta recordar que el viaje era de negocios y que tengo diecinueve años para saber lo que hago. 

Joel entrecerró sus ojos al tenerlo frente a él. Damien le regaló una pequeña sonrisa, además de que no tardó en colgarse del cuello de su padre y dejar un beso en su mejilla. 

Maldita sea, ¿Cómo podía considerarlo un adulto responsable de esa manera? 

No tuvo tiempo a debatir de nuevo— ni siquiera mentalmente— cuando unos pasos se escucharon sonoros por el suelo hasta su posición. Eran sutiles pero carecían de ser sigilosos. Joel no tuvo que girarse para saber de quién se trataba. 

—¡Me retrasé! Lo siento, papá. ¿Empezamos? ¿Me he perdido mucho? 

—¿Se puede saber qué estabas haciendo, Abigail? 

—Mamá me dijo que había entrado una mosca a la habitación. Estaba con Ava y con Mia, pero me pidió ayuda para matarla. 

—Es decir, que la mataste tú— Contestó Damien con sorna. 

—Bueno, creí que todos aquí conocíamos a mamá. Pensé que era obvio… 

Sí, algo típico en Erick.

Joel negó con su cabeza, sin retener la pequeña sonrisa que creció en sus fauces por el simple pensamiento de su cachorro. Definitivamente cada día que despertaba parecía estar más jodido, ya no era un secreto en su familia y en Landrem. Ni en el mundo entero, para ser honestos. 

El alma venenosa le hizo un gesto a su hija de inmediato, que ya copiaba su sonrisa al ver la reacción de su padre al simple nombrar de su madre.

Abby dejó un beso en la mejilla de Damien antes de correr hasta su posición, estirando sus músculos para su entrenamiento diario liderado por Joel. Ya llevaban muchos años con ello, pues él utilizaba sus técnicas para hacer de sus hijos los mejores líderes del negocio. 

Damien ya había comenzado a dejarse ver en la mafia europea, aunque era él mismo el que aseguraba sentirse más cómodo liderando desde la mansión. Joel le dejaba hacer lo que quisiera, pero igualmente veía necesario sus entrenamientos sobre defensa personal. 

Landrem || Joerick  Where stories live. Discover now