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Sus dedos se afianzaron con fuerza al pomo de esa puerta metálica. Notaba los pasos de Zayn y de Harry tras él, pero estaba bastante concentrado con la agradable frescura que le provocó tocar el metal con las yemas de sus dedos. 

La sala estaba en completo silencio. Sin embargo, en cuanto su pie derecho hizo contacto con el suelo de parqué; John Morrison alzó la cabeza con una sonrisa socarrona en sus fauces. Le arrebató un suspiro casi imperceptible, aunque ni siquiera apartó la mirada cuando se sentó en la enorme mesa. Frente a él. Presidiendo como un rey. Con los brazos apoyados en el cristal y los ojos entrecerrados con concentración. 

Ese hombre era el maldito pecado. Tan vil que hasta la simple palabra escapaba de él. Pero Joel lo era más. 

Aún recordaba haberle arrebatado la ropa en un encuentro súbito y presuroso. Recuerda la aspereza de su piel y sus labios enfermos contra su cuello. Sin embargo era demasiado lejano para darle importancia. 

—Joel...— Dijo él, con una sonrisa brillante en su expresión— Mi querido Joel… ¿Hacía cuánto que no bendecía mi vista con tu presencia? 

Harry y Zayn se sentaron a su lado, con la experiencia brotando de sus poros para saber que no debían meterse en su vida privada. Joel no aguantaba eso, y ellos lo sabían en demasía, por lo que hicieron lo que hacían siempre, que no era más que callar hasta que llegara su momento. 

—Podría decirte que me alegra verte, pero bien sabes que es mentira. 

John soltó una carcajada. Mordió su labio inferior y lo miró fijamente, negando con la cabeza. 

Sus ojos azules no se veían con la oscuridad de la sala. Joel igualmente sabía que la maldad que recorría sus venas los hacía ver prácticamente opacos. Su pelo rubio siempre había tenido ese tono dorado, a pesar de que en esa ocasión pareció desprender más luz. 

John no estaba metido en el círculo de la mafia Europea, sin embargo su negocio era gran portador de los ingresos del continente. Llevaba siendo capo apenas diez años, pero la experiencia que le regaló su padre al fallecer parecía triplicar su conocimiento. 

—¿A qué se debe tu visita?— Preguntó Joel de nuevo. 

—Me pillaba de paso— Respondió sin concentración, encogiendo sus hombros— ¿No piensas servirme ni una copa, diablito? 

Joel suspiró profundamente. Su espalda se recortó contra el respaldo de su silla y su lengua humedeció sus labios como siempre hacía. Asintió lentamente y, prácticamente al segundo, uno de sus hombres ya estaba sirviendo una copa de alcohol frente a John. 

Él se sirvió otra. 

El sonido del fuego calcinando la madera llenó de ruido el lugar por escasos segundos. Fue hasta que John volvió a mirarlo, con una nueva sonrisa en su expresión. 

—Siempre me ha fascinado el whisky que sirves aquí. Tu equipo es sensacional, me hacen sentir como en mi propia casa. 

—Te lo dije hace años— Contestó Joel, viendo sus intenciones— No pienso unir mi negocio con el tuyo. 

John sonrió. 

—No era a lo que me refería, pero eres tan egoísta que no me sorprende. Veo que la maldad sigue fusionada con tu sangre. Eso es bueno. 

—Tú tampoco te quedas atrás— Contestó con picardía, moviendo en círculos el vaso entre sus manos. Los hielos hicieron ese ruido que ya se podría atribuir como propio— Por lo que sé, tu negocio con Fibac fue un jodido desastre. 

—Nada que resaltar. Sabes que Fibac siempre destacó en la venta de armas. Pocos pueden igualarla. 

—Landrem lo hace. 

Landrem || Joerick  Where stories live. Discover now