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El frío calaba completamente sus huesos.

Erick dejó un beso en la cabeza rizada de Damien cuando lo tapó más con las mantas y lo pegó a su pecho, notando la respiración profunda y dormida de su hijo en suaves hondas calientes que llegaban como estelas hasta su piel de porcelana. 

Ese día era el segundo cumpleaños de Dami. Nadie en el mundo se podía imaginar lo que a Erick le dolía que lo viviera separado de su padre, pero al fin y al cabo eran tres presentes en esa familia. 

Estaba en estado. Era una realidad. Y ni siquiera se lo había dicho a Dami. 

Tenía tanto miedo a que su padre pudiera hacer algo contra él, que solamente lo sabía su madre y Richard. 

Bueno; su madre, Richard y Joel. 

Él mismo le dijo a su madre que Joel tenía que enterarse, de la manera que fuera, pero él tenía que saber en qué condiciones se encontraba Erick. 

Hubiera muerto por ver su rostro al enterarse; si sus ojos hubieran brillado como con Damien, si hubiera besado su estómago como acostumbró hacer, o si le hubiera asegurado que cuidaría del nuevo bebé también. 

Erick sonrió al pensarlo, con una de sus manos acariciando el cabello suave de su hijo. 

Su otra mano fue bajo la ropa que cubría su estómago, acariciando también su piel en el lugar exacto. Eran solamente dos escasos meses pero, al ser el segundo, Erick ya creía encontrarse una pequeña curva cuando se miraba en el espejo del baño. 

Pensaba vivir su embarazo escondido, en el lado seguro delimitado por la fina línea de lo desconocido. Jamás permitiría que algo ocurriera con algo que Joel y él habían creado juntos. 

Esa mañana se quedaron mucho más tiempo del normal en la cama. No quiso despertar al menor, porque era su cumpleaños y podía dormir todo lo que quisiera. Él tampoco se movió de ahí, pues no le apetecía en lo más mínimo. Por el contrario le dio los mimos necesarios dormido y despierto, satisfecho con una simple sonrisa de su retoño. 

Damien rió cuando Erick dejó un beso en su nariz, separándose para acariciar su pancita redondita. A Erick le parecía lo más tierno del mundo, sobretodo cuando estaba tan feliz que sus ojos verdes brillaban.

—Mi pequeño bebé...— Le dijo, besando su rostro en diferentes puntos— Creces tan rápido que no me doy cuenta… Estoy tan orgulloso de tí, Dami… 

—¿Como papi?

Erick sonrió. 

—Un poquito más. Pero no se lo digas, porque estoy seguro de que te dirá que es mentira. 

Dami rió de nuevo y Erick no borró la sonrisa de su rostro. 

—Vale mami, no digo nada. 

Erick fue a contestar, pero la puerta de la habitación sonó provocando que su mirada fuera fija a la madera que la formaba. Dudó antes de levantarse, aunque al final tapó un poco más a Dami y ordenó su propio cabello en movimientos rápidos e inconscientes antes de abrir. 

Richard estaba al otro lado, con algo de riesgo plasmado en las hondas que eran sus facciones. Erick frunció ligeramente el ceño cuando Richard lo empujó sutilmente a la habitación, mirando a su alrededor en el pasillo antes de cerrar. 

Dami se sentó en la cama, mirándolo desde ahí. 

—¿Qué haces?— Le preguntó Erick rápidamente. 

Richard entonces levantó la chaqueta oscura que se ceñía a su piel, sacando de ahí una bolsa que Erick juró no ver. Se la extendió a él, y aunque Erick la sujetó con duda, desvió la atención hasta el moreno cuando lo vio retroceder hasta la puerta de nuevo. 

Landrem || Joerick  Where stories live. Discover now