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Lyon. Ese era su próximo destino. 

Le temblaban las piernas de sólo pensarlo y, en la semana que separó esa tortura del momento en el que le comunicaron la noticia, Erick ni siquiera podía pensar demasiado; pues era su propia mente la que rechazaba el pensamiento y la que lo traicionaba volviéndolo a traer cuando no debía. 

Chris le aseguró un millón de veces que no debería haberlo hecho; que los trabajadores de Landrem ya están acostumbrados a pasar días e incluso semanas en las celdas de aislamiento y que fue una decisión que debería de plantearse. Sin embargo, cuando se quedó a solas con Niall y éste dejó su efusividad característica para agradecerle, Erick no pudo evitar pensar que había decidido bien. 

Fue cuando le preguntó a Louis qué tan malas eran las celdas de aislamiento, que el alma pura le relató con detalles el panorama. 

Al parecer, las celdas de aislamiento eran el lugar donde lo llevaron a él cuando pisó por primera vez Landrem. Allí la gente mataba por comida, pues no les daban la suficiente. La higiene directamente no existía y los maltratos eran complemento de la existencia. 

Estar en las habitaciones de los subterráneos— lugar donde conoció a Louis— significaba que habías salido de las celdas y que Landrem te había acogido. No había constancia de alguien que consiguiera subir a la habitaciones del primer piso. No había constancia hasta que Erick llegó. 

Según se enteró, Landrem no acogía a cualquier alma. Louis le explicó que solían llegar de cualquier parte del mundo; de cualquier acuerdo o de cualquier condición. Algunos llegaban moribundos, mientras que otros ya contaban con un pie en el infierno o en la mismísima tumba.

Landrem no les ofrecía unas condiciones extraordinarias ni irreales, pero era mejor que pudrirse en el suelo desnivelado con excrementos de ratas y paredes con cucarachas. Además, los guardias eran demasiado lejanos a algo ameno. Erick lo había vivido en sus propias carnes, por lo que entendía perfectamente y podía corroborar lo que el otro alma pura le aseguraba.

Todavía recuerda ese lugar frío y terrorífico. El moho de las paredes, la humedad del suelo, el olor que se filtraba con los propios y llegaba hasta tu olfato demoliendo tus instintos y el miedo. El miedo era la suma de lo prohibido, pues era el fuego que se juntaba con la pólvora por voluntad propia y luego se lamentaba de haber explotado. 

No se pudo arrepentir de ir a Lyon, por mucho que supiera su condición y a lo que se exponía al estar ahí. 

De hecho, durante esa corta semana tal vez intentó arreglarlo más veces de las que debió según algunos. Según él, aprovechaba sus movimientos y solamente jugaba sus cartas a su favor. 

—No— Le había dicho firmemente con su voz penetrante, sin siquiera levantar la cabeza de los informes que firmaba. 

Erick en ese momento suspiró, mordiendo la cara interna de su mejilla y moviendo nerviosamente su pierna derecha contra el parqué del suelo. 

—¿Y qué haré ahí si no tenemos que ir a alguna reunión? 

—Te dije que irías solo, no me harás cambiar de idea. 

—Joel, por favor… 

Joel levantó rápidamente la cabeza, con el ceño fruncido y una mueca de asco. 

—¿Me estás pidiendo por fa-…? No me jodas, pensaba que no serías capaz de caer tan bajo. 

Erick sintió un rubor extenderse descabelladamente por sus mejillas, convirtiendo su piel en un tono carmín que le hizo bajar la cabeza y que provocó que Joel suspirara girando los ojos. 

Landrem || Joerick  Where stories live. Discover now