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Erick tenía miedo. Tenía muchísimo de eso. 

Dami dormía entre sus brazos, apoyado en su hombro y tapado con una manta azul claro que Louis le ayudó a tejer meses atrás. No le había dicho a su hijo que tendría que despedirse de su fiel amigo, pero sabía que Dami era lo suficientemente inteligente para saber que no lo volvería a ver. Agradecía que estuviera durmiendo. 

Nada más poner un pie en el exterior, solamente pudo distinguir a Zayn y a Zabdiel ahí. El rubio empuñaba un arma sin miramientos hacia los extranjeros, por lo que fue Zayn quien colocó una mano en su espalda y lo escoltó al coche que parecía esperarlo. 

El cielo acompañó a sus sentimientos.

El rocío caía delicadamente por las copas de los árboles, con rastros lúgubres de lo que fue una descomunal tormenta pasada. El frío se agolpaba con hielo contra la piel; doloroso y macizo. Eso que corroe el tuétano de cada hueso y hace temblar cada alma. Amalgamas de movimientos se cernían en cada cuerpo, calentando en danzas prohibidas que el destino llamó tiritar. 

Erick lo miró cuando Zayn apartó su mano. No le quedaban lágrimas, pero quiso llorar cuando el alma venenosa le regaló una sonrisa y se inclinó débilmente a dejar un beso en la cabeza de Damien. 

Él tragó el nudo de su garganta y con demasiada dificultad, subió a ese coche oscuro y ancho sin saber dónde le llevaría el destino.

Quería ver a Joel otra vez. Quería repetirle que le amaba y esconderse en sus brazos. Quería que Damien siguiera durmiendo entre sus padres y que no tuviera que alejarse así de la persona que, como él, le estaba educando. 

Recordó ese camino de años atrás, cuando también sin avisar lo subieron a un coche similar y lo llevaron a Landrem. Erick realmente pensó que no saldría vivo de ahí, por lo que analizó en ese segundo todo lo que le había pasado. 

Se había enamorado perdidamente. Sin remedio y sin causa. Había entregado su cuerpo incontables veces al jefe de una mafia poderosa, que lideraba ránkings de dominio y fortuna. Había tenido un hijo con él. Se había convertido en madre del heredero de dicho negocio. Había conocido a gente verdadera que bien podía considerar familia. Había hecho sentir a un alma venenosa.

Casi tres años seguían ese proceso, y casi parecía ayer cuando vio por primera vez ese rostro angelical e irreal, o cuando se dio cuenta de que estaba comenzando a presentar síntomas por falta de cordura, al enamorarse equivocadamente. 

Dami se movió inquieto en su regazo. Erick lo movió con práctica, hundido en la marea de sus propios pensamientos. No sabía si estaba llorando o no, pero sentía sus mejillas húmedas y le dolía el pecho. 

No supo cuándo, pero el coche finalmente se detuvo frente a una mansión que él ya consideraba lejana. Habían guardias esperándolo en la entrada, con rostros serios y miradas atentas. Erick se fijó en alguien más. 

Bajó del coche lentamente, cargando mejor a su hijo y tomándose su tiempo en todo. No pensaba ser el juguete manejable de su padre, por lo que si tenía que poner las cosas complicadas, así lo haría. 

Caminó hasta ahí a paso relajado, sintiendo la mirada de todos los presentes. Alzó sus cejas y humedeció sus labios. A Joel siempre le funcionaba, así que él siguió los pasos del que se atrevió a considerar como su amante. 

Erito le regaló una sonrisa enferma. De esas que solamente cargan rencor y maldad en ella. Era alma venenosa; Erick supo que solamente estaba haciendo eso por el placer interno que le otorgaba a su sangre hacerle daño a él. 

Erick vio el momento en el que su padre hizo un vago movimiento de muñeca, mandando así a uno de sus trabajadores al interior de la mansión. Iría a parar las cuentas de Landrem por donde se habían quedado.  

Landrem || Joerick  Where stories live. Discover now