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Tal vez su padre le había guardado en una burbuja toda su vida, aislando el peligro y llevándolo lejos de su entorno. Erick creó una idea donde todo estaba demasiado alejado a lo que la vida era, pues la realidad era el lugar donde el verdadero peligro podía llegar a tí más veces de las que uno se podía imaginar, o donde el pasar miedo algunas veces era necesario para saber ponerle sentido a la simple emoción. 

Vivió protegido del sentimiento. Nulo de información, jamás creyó que el peligro le tocaría un mísero pelo. Lo hizo. Lo arrasó de lleno como el novato que era en ese campo. 

“Te protegeré siempre”, le había repetido Richard infinidad de veces. No debió creerlo. No debió ser tan iluso, o por el contrario tan vulnerable en todos los sentidos. Tal vez era un maniquí al que podían mover al gusto, o puede ser que su casta le había hecho fácil de manipular. ¿Dónde estaba Richard? Sin duda necesitaba un abrazo. Necesitaba ese consejo para esquivar una mirada vacía y demente, o un llamado para sacarlo de ahí como si en realidad él no estuviera relacionado con el tema. 

Erick cerró sus ojos con fuerza y bajó la cabeza. 

Aún sentía esa mano áspera sobre la suya, tan caliente sobre el hielo de su cuerpo que casi parecían formar la temperatura perfecta. Escuchaba su voz resonando grave y profunda en lo más hondo de su cerebro, y sentía los latidos descabellados de su propio corazón en las yemas de sus dedos. ¿Acaso Joel podría sentirlas también? Por primera vez no le daría vergüenza. 

—Erick— Dijo con el ceño algo fruncido. El nombrado levantó la mirada, tan sorprendido como si fuera la primera vez que veía a ese ser que ya sentía algo sospechoso llamado instinto en el pecho— ¿Podemos ver a las almas puras antes de firmar o no? 

No fue capaz de hablar, pues sabía que cualquier palabra acabaría con su vida. 

Desvió sus fanales esmeralda hasta el Señor Deneuve, que levantó su cabeza con orgullo y no emitió palabra o movimiento alguno que pudiera darle una pista de lo que quería. 

Cuando le dijeron que estaría completamente solo, en ningún momento pensó que se referían a tener en sus manos la vida de los más de veinte hombres de Landrem que habían entrado con ellos. 

La fidelidad les llevaría al infierno, donde la corona de laureles ahora lucirá orgullosa en los buenos luchadores.

—Joel...— Dijo en un susurro. 

Su incomodidad era más que notable, pero cuando Joel soltó su mano y lo agarró de la mandíbula, él se dejó hacer. 

Sus dedos fuertes se afianzaron a su piel con fuerza cuando levantó su cabeza, mirándolo a los ojos y recorriendo su rostro entero en busca de algo que pudiera hacerle entender. Erick mostraba el miedo que desembocaba de su pecho en el iris claro de sus luceros; y Joel lo vio. 

—¿Qué pasa, cachorrito? ¿Qué te ha dicho? 

Y sería mentir el asegurar que Joel no se estaba quedando sin paciencia al ver que nadie le decía lo que pasaba, pero también lo sería el asegurar que el miedo de Erick no se colaba en su interior alimentando su furia y, sobretodo, cegando las demás emociones.   

—Erick— Dijo firmemente— Was ist los? (¿qué pasa?)

Fue ese alemán claro lo que le hizo tener algo de esperanza, aún cuando vio a los almas venenosas de alrededor tensarse al no entender el idioma, el Señor Deneuve incluido. 

Alabó una vez más la inteligencia de su padre, al haberle enseñado ese idioma que al parecer, no era usual entre los mafiosos de alto rango. 

Entonces, con sus ojos fijos en los de Joel y con el nudo más grande que jamás había experimentado en su garganta, Erick temió de nuevo por su vida cuando abrió la boca y cuando lo máximo que pudo hacer fue susurrar, antes de que una verdadera guerra estallara. 

Landrem || Joerick  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora