Capítulo 13

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Adrien

Nos íbamos esa noche a San Francisco. Había sido un día agradable, había conversado más con Derek y los chicos, eran realmente divertidos, cada uno a su manera... y aun así todos me recordaban a ella.

Derek con el rostro serio que ponía cuando nadie lo miraba, Chad con sus bromas de doble sentido, Henry con su picardía juguetona, Cass con su vocabulario callejero, Meghan con sus sonrisas tímidas, y Alex con sus ojos, e incluso Diego, que aunque no pertenecía a la familia tenía una de sus costumbres pegadas, alzaba la ceja derecha.

Tenía mi maleta lista, entonces entró uno de los guardias diciéndome que el vuelo había sido cancelado porque había una tormenta horrible en San Francisco, con la cual no se podía volar. Llame a Tania para contárselo y ella me dijo que si estaba bien feo el clima, que incluso era probable que no abrieran ROM esa noche.

Terminamos la llamada hablando sobre mi noche anterior y le conté que en realidad no había sido tan divertido como esperaba, y que era difícil seguir el ritmo de las conversaciones porque cambiaban de idioma cada cinco segundos.

Me recuesto sobre la cama y me quedo mirando el techo.

Blanco aburrido... Alejo ese pensamiento y me giro cerrando los ojos.

No entiendo porqué lo hago. Cada vez que me recuesto y veo los techos sobre mi cabeza pienso en ello. Son colores sólidos, colores aburridos. ¿Dónde están las aves? ¿El atardecer? ¿El océano? ¿El bosque? ¿La cabaña? ¿La noche estrellada?

Todos los techos son aburridos después de que ves el techo de Hanna Morgan. Lástima que ya tampoco existe.

El tiempo pasa y yo solo me quedo ahí recostado. No quiero ir a verla ahora, no quiero verla en absoluto. No la entiendo y solo provoca dolor en mi pecho cada vez que trato de hacerlo.

Dios...

Me vuelvo a girar y para evitar mirar el techo pongo mi antebrazo sobre mis ojos. Escucho la puerta abrirse y sé que se trata de ella. Es la única que no entiende el concepto de privacidad.

— Ven conmigo.

— No.

La cama se mueve y aprieto la mandíbula cuando se sienta a horcajadas sobre mí. Sus manos tocan mi abdomen y tomo sus muñecas cuando las mete bajo la camiseta.

— No estoy de humor.

— Siempre estamos de humor, mentiroso.

Sus ojos me miran fijamente y tardo en darme cuenta, pero lo hago. Están hinchados... estuvo llorando. Me siento rápidamente mirándola preocupado y acaricio su mejilla sin dejar de ver sus ojos.

— Cielo...

— Sígueme. — Insiste y asiento. La sigo por los amplios pasillos de la mansión y nos detenemos frente a un balcón.

Hanna nos hace entrar y cuando creo que ya llegamos, comienza a escalar el muro con cuidado. La sigo y caminamos por el techo más alto de la casa hasta sentarnos en uno de los techos planos recostando la espalda sobre los tejados.

Mire a nuestro alrededor. Estábamos en la cima del mundo.

Me giré hacia ella y la vi abrazando sus piernas mientras miraba hacia el horizonte. Pronto iba a comenzar el atardecer, pero no tenía pinta de ser bonito como los de otros días.

— ¿Por qué llorabas? — Me mira soltando sus piernas y las estira en el techo entrelazándolas entre sí.

— Pasé una tarde de hermanos con Henry... hablamos bastante y entendí por qué me odia.

Buscando el Paraiso (+21)Where stories live. Discover now