Capítulo 20

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Adrien

No entendía por qué seguía haciéndolo.

Odiaba verla y escuchar sobre ella, pero de cuatro a seis de la tarde, venía a este departamento, entraba al estudio donde las paredes eran de vidrio, y la tallaba en mármol.

No rompimos el mármol juntos, lo hice solo, y me sirvió con mi estrés. Viendo los grandes trozos de piedra caer al suelo quería seguir, romper los tres metros de roca, y entonces vi la escultura de arcilla y no pude.

Todas esas tardes juntos, donde ella posó para mi mientras le pregunte todo lo que cruzaba por mi mente, donde ella se desnudó más allá de lo físico frente a mí, donde ella me demostró que su deseo por alguien era igual de intenso que el amor, todas y cada una de esas tardes, me lo impidieron.

Su estatua era la prueba de que si teníamos algo juntos.

— Señor Volkov, es usted muy talentoso. — Me halaga la mujer y me giro con una sonrisa ladeada.

— ¿Tú crees? ¿Me dejarían ponerla en algún museo?

— ¡Uff sí! ¡Solo mire cómo está quedando ese pie! — Señala lo que talle la semana pasada y rio un poco cuando Katalina realmente mira fascinada la escultura. — Debería ser igual de famoso que Miguel Ángel.

— ¿Hablas de Michelangelo? — Voy hacía la mesa donde me dejo una limonada y ella asiente con euforia haciendome reir una vez más. — No creo estar a la altura de él, pero muchas gracias por creer en mi.

Ella se levanta con una sonrisa y toma la bandeja de la mesa.

— Señor Volkov, no le baje calidad a su esfuerzo, usted es realmente bueno. Yo no soy una crítica calificada ni nada por el estilo, pero estoy segurísima de que si uno viniera y viera esas pantorrillas, se pondría a llorar. — Ríe viendo hacía la escultura otra vez. — Ya sabe, esos suelen ser así de exagerados.

»— Solo espero que cuando se haga famoso, siga siendo así de humilde y no haga cómo si no me conociera cuando me vea por la calle.

Rio y rodeo los hombros de la mujer con cuidado viendo hacía mi trabajo.

— No podría hacerle eso a mí fan número uno.

Ambos reímos y ella avanza hacía las puertas de madera. Se gira y me sonríe ligeramente.

— Y creo que ella también lloraría viendo sus pantorrillas talladas.

Trago saliva tomando uno de los cigarrillos en mi pantalón.

— ¿No ha venido al apartamento?

Niega y siento una punzada en el pecho.

— Si ha venido, pero no entra aquí, solo va al cuarto. ¿Ha entrado? ¡Tiene un montón de esos papelitos amarillos en el techo! — Sale negando y me quedo escuchando sus pasos por el pasillo.

Fumo el cigarrillo bebiéndome la limonada, y al rato vuelve a entrar Katalina diciendo que ya se va. Sostengo el cigarrillo en mis labios tomando el cincel de doce, dispuesto a seguir con mi trabajo, pero no puedo.

La curiosidad me llama.

"¡Tiene un montón de esos papelitos amarillos en el techo!"

Dejo el cincel en el suelo apagando mi cigarrillo y motivado por saber el estado de la habitación camino hasta ella. La puerta está cerrada, tomo la perilla helada y la giro con cuidado. Rápidamente mi mirada va hacia arriba pero no encuentro nada.

Avanzo hacía la cama y recojo uno de los papeles amarillos qué menciono Katalina. Estaba boca abajo, había caído del techo. Lo giré y no pude evitar sonreír al leerlo.

Buscando el Paraiso (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora