Capítulo 2

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Jenna se aproxima con una cerveza en cada mano y me ofrece una

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Jenna se aproxima con una cerveza en cada mano y me ofrece una. Yo la tomo, aunque en realidad no tengo deseos de beber. Ni de hablar siquiera.

—¿Y qué piensas hacer? —su pregunta me descoloca un instante. No había pensado en eso porque, aunque tenía un retraso bastante considerable, no pensé en qué hacer si se trataba de un embarazo. No quería pensar en eso porque ni siquiera ahora, que ya lo he confirmado, me atrevo a aceptarlo.

—Pues cualquier cosa que decidas, él debe apoyarte —añade cuando nota que no tengo ánimos de hablar.

La veo darle un largo trago a su cerveza; tiene los pies apoyados sobre la mesa de centro y una de sus rodillas flexionada.

—¿Cuánto llevas de retraso? —inquiere.

—Dos semanas.

Ella me observa por el rabillo del ojo, cuidadosa de no parecer invasora. Luce interesada y...

—¿Por qué eres amable conmigo? —le pregunto. Mi voz sale ronca por las emociones.

Una risa divertida vibra en su garganta y sacude la cabeza en un gesto irónico.

—No soy una mala persona, si así lo creías —aprovecha la pausa para mojarse los labios con la punta de la lengua—. Quizá te he dado una mala impresión, pero te juro, por todos mis muertos, que tú tienes la culpa.

Es mi turno de reír.

—No nos hemos dado la oportunidad de conocernos —digo en mi defensa.

—No —acepta ella y, al cabo de unos segundos, sonríe como si recordara algo—. Pero es que eres tan odiosa. —El odio que finge al hablar me parece tan gracioso que no puedo evitar reír.

—Lo siento —digo, porque tiene razón.

Desde que llegó a vivir aquí, hace seis meses, no he tenido la suficiente paciencia para tratar de pasar un rato agradable con ella. Es tan desordenada e invasora que ha llevado mi calma al borde del colapso. Jenna no conoce límites.

Pero el aquí y el ahora es lo que importa. Está dándome su apoyo y siendo la amiga que necesito.

—Chad me puso el cuerno —las palabras salen de mi boca sin que pueda procesarlas.

Jenna me mira sorprendida mientras deja la botella de cerveza sobre la mesa. Yo, entonces, tomo la mía y bebo de ella para continuar:

—No sé desde cuando lo hace, pero lo encontré, hace unas horas, teniendo sexo con su vecina —le cuento—. Iba a decirle sobre mi retraso. Me había dicho que saldría tarde del trabajo, pero yo estaba tan desesperada que decidí esperarlo en su departamento —una risa carente de humor escapa de mi garganta mientras las lágrimas se acumulan en mis ojos—... Y cuando abrí la puerta... Ellos estaban en la cocina —mi gesto se tuerce en una mueca de asco—. Parecían disfrutarlo mucho —recuerdo.

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