Capítulo 3

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Me remuevo en mi lugar y el dolor de mis piernas y brazos entumecidos hacen que me queje cuando intento moverme para tener una posición más cómoda

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Me remuevo en mi lugar y el dolor de mis piernas y brazos entumecidos hacen que me queje cuando intento moverme para tener una posición más cómoda.

Es entonces cuando me percato del diminuto espacio en el que estoy encogida y el material del colchón debajo de mí.

Escucho ruidos lejanos y el aroma de la comida termina por despertarme.

La vergüenza recorre por mi torrente sanguíneo cuando recuerdo que no estoy en mi departamento, sino en la casa de Keith Stone. Me he quedado dormida en su sofá.

Me incorporo en mi lugar para sentarme. Mi estómago ruge de hambre y recuerdo que no he comido nada en todo el día.

Me pregunto, entonces, cuánto tiempo ha pasado desde que llegué.

Mi vista recorre el apartamento en busca del hombre que vive aquí y no lo encuentro solo.

—Ah, mira quién decidió despertar —le dice Keith a su nieto. Ambos salen de la cocina con platos de comida para colocarlos sobre la mesa.

Harry me observa con una sonrisa divertida en sus labios.

—Debo admitir que no le creí cuando mi abuelo dijo que había una chica durmiendo en su departamento —sisea él, burlesco.

Keith lo codea para que guarde silencio.

—Debes tener hambre. Hice lasaña mientras dormías.

—Ya he abusado lo suficiente —digo porque es verdad. No puedo seguir haciéndolo.

El hombre hace un ademán con la mano para restarle importancia. Me invita a sentarme con ellos en el comedor.

Yo, dubitativa, busco la aprobación de Harry; él luce despreocupado. Está sentado en una de las sillas masticando un trozo de zanahoria mientras me mira curioso.

Luego le doy un vistazo a la mesa de cuatro sillas que parece tener mucha comida, pero es porque es pequeña, y me doy cuenta del tercer plato servido.

El corazón se me hunde en el pecho cuando dirijo mis ojos hacia Keith, quien espera ansioso a que yo me acerque.

Entonces, sólo entonces, lo hago.

Camino a pasos torpes y lentos hasta que llego a la mesa. No paso desapercibida la sonrisa de victoria que tiene el hombre en los labios. Harry se pone de pie y abre una de las sillas para mí.

—Gracias —murmuro, quedo.

—Espero que sepa bien. No querrás ahuyentar a la única chica que te ha soportado más de dos horas —se mofa Harry antes de meterse el primer bocado de lasaña a la boca.

Una risilla boba sale de mis labios sólo porque me parece ridículo que Harry siga haciendo ese tipo de bromas con su abuelo.

Keith, en cambio, sólo sacude la cabeza en desaprobación para luego mirarme.

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