Capítulo 37

630 39 3
                                    

He estado visitando a Harry tres veces por semana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

He estado visitando a Harry tres veces por semana. Sé que cuidar a un enfermo es cansado, y no imagino lo pesado que debe resultar para Anne mover a Harry, con lo flaquita que es. El chico apenas puede sostenerse sobre su propio peso, por lo que necesita ayuda para trasladarse de un lado a otro.

Al principio, teniendo en cuenta la distancia que nos separaba, creí que Harry no aceptaría mi ayuda, pero no ha impedido que le sirva de apoyo estos días.

Yo, por otro lado, aunque lo hago con gusto, sigo sintiendo nervios cada vez que el silencio nos atrapa a los dos en la misma habitación. En ocasiones lo encuentro observándome tan serio como nunca había sido, y aún no sé cómo sentirme al respecto. Me encantaría preguntarle muchas cosas, pero la realidad es que ya no me siento con el derecho de nada. Nuestra relación está más que rota, y soy la única culpable de eso.

También he estado al día en la oficina, llegando puntual, incluso antes que Joseph, así adelanto un poco el trabajo y, además de acortar el tiempo con él ahí metida, llego a tiempo con Anne para ayudarle a cocinar la comida.

Es media noche y mi celular suena por segunda vez. La llamada es de un número desconocido, así que la ignoro de nuevo y luego relleno la copa de vino.

Hacía tanto tiempo que no disfrutaba de un vino así; estoy sola en casa, y por fin disfruto de mi propia compañía, desde hace muchísimo tiempo.

Sin embargo, al cabo de unos segundos, el celular vuelve a sonar por tercera vez. Entonces acepto la llamada, pero no digo nada hasta que alguien menciona mi nombre en la otra línea:

—¡¿Noah?! —la voz me resulta familiar, pero no logro darle un rostro, no hasta que me llama de nuevo: —¡Noah! ¿Estás ahí?

—¿Chad? —inquiero.

—¡Gracias a Dios! —suspira aliviado—. Lo siento. Lo siento mucho de verdad. Sé que prometí dejarte en paz, y sé que es muy tarde, pero eres la única persona a quien puedo llamar.

—¿Qué pasó? —pregunto, mientras mi pulso se acelera de a poco.

—Se supone que mi padre vendría a verme hoy, pero nunca apareció. He intentando comunicarme con él. No responde —suena desesperado—. ¿Sabes? Él está enfermo. Me preocupa que algo le haya pasado. Noah... por favor... —el llanto le rompe la voz antes de que pueda continuar.

Un nudo se construye en mi garganta.

—Descuida —digo—. Iré a buscarlo.

—Gracias —solloza.

—Tranquilo. Duerme, por favor; te prometo que en la mañana tendré noticias.

Cuelgo, y esta vez soy yo quien llama a alguien más. Sin embargo, no tengo necesidad de llamar otras dos veces, pues me acepta de inmediato.

—Noah Dawson —pronuncia, con ese tono tan suyo, insinuante.

—Escucha, sé que no son horas de llamar, pero mi padre está de viaje, estoy ebria y necesito tu ayuda.

Todo lo que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora