Capítulo 31

1.2K 73 8
                                    

Lo primero que veo cuando saco los documentos del sobre, es la imagen satelital de la casa donde Chad vivió cuando era un niño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lo primero que veo cuando saco los documentos del sobre, es la imagen satelital de la casa donde Chad vivió cuando era un niño. Me la mostró en varias ocasiones, en fotografías, cuando me hablaba de su madre y de la infancia que tuvo.

—Esa propiedad está a nombre de Chad desde hace un par de meses —me informa Joseph—. La imagen siguiente es un auto que también cambió a su nombre recientemente. Luego están sus últimos estados de cuenta: ha estado asegurando sus ingresos durante ocho meses.

Me tomo unos segundos para procesar toda la información pero hay algo que no termino de entender, y es que, ¿por qué, si él mismo fue quién lo sacó de su vida, está incluyéndolo nuevamente?

—También ha gastado una fortuna en hospitales —añade el hombre frente a mí, entonces el entendimiento cae sobre mis hombros como balde de agua fría.

—Se está muriendo —mi voz es un susurro débil.

Las manos de Joseph rebuscan entre las hojas, desparramándolas sobre la mesa, hasta que descubre una de ellas.

—Hace catorce meses visitó a este neurocirujano —señala un nombre escrito en el inferior del pedazo de papel—, seis meses después se sometió a una cirugía.

—Después de poner la casa a nombre de Chad —digo y Joseph asiente.

Seguido de eso, solo hay silencio entre el hombre y yo. Nadie dice nada, y la verdad es que no creo que haya mucho qué decir. Tengo cientos de preguntas, pero no sé por dónde empezar.

Al cabo de unos segundos, Joe llama la atención de una camarera y le pide un vaso de agua para mí, el que trae casi de inmediato.

—Gracias —musito.

—¿Estás bien? —inquiere él, luego de verme beber casi toda el agua de un golpe.

—Eso creo.

—¿Necesitas que haga algo más por ti? Lo que sea, Noah, no importa —dice, condescendiente.

—Ya me ayudaste mucho, Joe, gracias. Desde aquí debo hacerlo sola.

—De acuerdo —acepta y se pone de pie al mismo tiempo que yo—. No te preocupes por volver pronto a la oficina. Tómate tu tiempo.

—Necesito resolver esto.

—Por supuesto. Yo veré cómo me las arreglo.

Guardo nuevamente los documentos en el sobre y me despido de él para marcharme de una buena vez.

Sé que cuando despierte, Chad necesitará ayuda, pero me parece injusto hacer pasar por esto a un hombre desahuciado. Tal vez no quiere verlo, o quizás está avergonzado y por eso ha estado haciendo todos estos movimientos a espaldas de Chad.

Todo lo que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora