Capítulo 22

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Mis tacones suenan al golpear el suelo con cada paso

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Mis tacones suenan al golpear el suelo con cada paso. Harry cierra la puerta una vez que me acerco y, receloso, observa el auto de mi padre que se marcha.

—¿Qué haces aquí? —quiero saber.

—Debí haber dado la vuelta cuando te vi acompañada, pero no es lo mío —dice, escondiendo las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Luce descuidado y agotado.

—¿Qué quieres? ¿Es tu abuelo?

Me mira inexpresivo durante algunos segundos antes de suspirar, cansado.

—Me gustaría que, al menos una vez, no se tratara de él, pero siempre se sale con la suya —una sonrisa sin ganas estira sus labios—. Yo... estaba buscando un pretexto para venir a buscarte. Quería disculparme por haberme comportado como lo he hecho estos días, y lo primero que pensé fue en agradecerte por cuidar de mi abuelo —se encoge de hombros—. Pero yo no quería venir a agradecerte. Jamás terminaría de hacerlo.

—¿Entonces? —lo apremio. Quiero escuchar lo que sea que debe salir de su boca.

Él chasquea la lengua y sacude la cabeza.

—Noah Jane, no voy a decirte que estoy enamorado porque no sé lo que eso significa. Jamás lo he sentido y no sé si lo quiero —entonces sus ojos esmeraldas me miran, intensos. Aterrados—. Estoy haciendo esto porque no tengo otra opción. Mi abuelo dijo que me arrepentiré si no lo hago y... —una risa torpe vibra en su garganta—, suena absurdo. Supongo que llegué tarde...

—Harry...

—Jamás voy a darte lo que él —señala el lugar donde estaba el coche de Michael—, así que entenderé si me rechazas de nuevo, sólo no me mientas diciendo que es porque no nos conocemos y tienes miedo.

—No es lo que tú crees —es lo único que sale de mi boca.

—¿Entonces qué es, Noah?

—Harry, yo tampoco te he mentido. Esto no es por ti...

Su risa me interrumpe. Es irónica y molesta.

—¿«No eres tú, soy yo»? ¿Así es como quieres hacerlo?

—Harry, basta.

—Pudiste haberlo dicho desde el principio, que hay alguien más. Yo lo habría aceptado, pero a cambio de eso... —acorta la distancia entre nosotros y acuna mi rostro con sus manos. No me aparto porque deseo su cercanía y sentirlo de nuevo—... me dejaste besarte. Me dejaste creer que podía tenerte.

Mis puños se cierran en el material de su chaqueta. Nuestros pechos están unidos y puedo sentir el latir desbocado de su corazón. O tal vez sea el mío.

Su aliento me da de lleno en los labios y daría lo que fuera para tener el valor de besarlo pero no lo hago.

—No te atrevas a culparme por eso —murmuro—, no después de lo que has hecho conmigo.

Todo lo que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora