❂ capítulo cinco ❂

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El amanecer estaba rayando el cielo desde el horizonte cuando llegaron al castillo.

Los dragones llegaron a su sitio en las torres del Krestum cuando la oscuridad de la noche se alejaba poco a poco y la luz solar se la comía; los príncipes se precipitaron escaleras abajo, lo más rápidos y silenciosos que podían ser. Daerys y Alysanne con las mejillas sonrojadas por la carrera, Jaekhar y Sander asomándose en cada recodo del palacio para asegurarse de que nadie se les atravesara. Ellos conocían los turnos de la prakhane, la guardia real, sabían a qué hora daban sus rondas y por cuáles zonas del castillo marchaban.

Se movilizaron con premura desde las afueras, pasando por los largos pasillos de la entrada, escondiéndose en las sombras y deslizándose sobre los suelos de mármol hasta que -para alivio de todos- se hallaron en el ala de las habitaciones reales; casi estaban ahí, solo unos cuantos metros y nadie sabría qué habían estado fuera toda la noche. Incluso Daerys estaba sonriendo por la victoria.

Jaekhar avanzó por un pasillo y se frenó de repente cuando se topó con un caballero; lo conocía bastante bien como para saber que encontrárselo a esa hora... le daría muchos problemas. Sander y sus hermanos se quedaron súbitamente quietos cuando la mano del mayor les indicó que lo hicieran. Jaek se asomó y con gestos experimentados, les indicó que avanzaran ellos primero mientras él vigilaba al caballero de armadura plateada.

Daerys pasó de la mano de Alysanne en perfecto silencio, luego Sander. Jaekhar estaba a punto de seguirles cuando el caballero tosió y se encaminó precisamente en la dirección en donde estaba el príncipe. Daerys llamó a su hermano, pero sabría que si se apresuraba, lo verían, así que sólo les indicó que ellos siguieran, ya se las arreglaría él solo.

Con sus hermanos lejos, Jaekhar se giró hacia atrás. Los pasos se hacían más fuertes conforme los segundos pasaban y se encontró formulando otro plan cuando la figura del caballero apareció en el pasillo, vigilando tranquilamente. Pasó de largo silbando una vieja canción junto a las columnas que daban al jardín sin notar que el príncipe estaba escondido detrás de una.

Jaekhar suspiró aliviado cuando se quedó a solas, ahora solo regresaría sobre sus pasos y se metería en su alcoba antes de que se topase con otro prakhan. Sonrió, heroico. Todo había salido como lo planeó, ya se lo estaría presumiendo a Daerys en el desayuno, una y otra vez durante el resto del mes.

El príncipe estaba girando de vuelta a su habitación con aire glorioso, cuando alguien se aclaró la garganta a sus espaldas.

Se quedó helado.

—¿Vas a alguna parte? —Jaekhar hizo una mueca nada más oír la primera palabra, aunque ya había reconocido la presencia unos segundos antes. La frase había intentado sonar aburrida, pero el ligero tono burlón que bailaba entre las palabras le prometió fuego.

—No —contestó automáticamente, sin ganas de darse la vuelta. No hizo falta, él ya se estaba acercando a él.

—Bien, porque al parecer estarás castigado el resto del año —la voz se acercó hasta estar a su derecha, aún no sonaba enojada, ni seria, ni siquiera decepcionada. Jaekhar nunca supo si eso era buena señal, siempre le fue bastante difícil interpretar su tono. Alzó sus ojos.

Su mirada bicolor se topó con aquella vista intimidante a la que siempre había venerado, a la que respetaba ferozmente y sobre todo, amaba con cada latido de su corazón; esos ojos verdes, exactamente el mismo tono que tenía uno de los suyos, que le recordaba a las aventuras fantásticas y al poder. Las historias que contaban sobre el dueño de esa mirada se habían cincelado en cada recoveco de su memoria, aún se sentía inspirado por ellas; después de tanto tiempo, aún se encontraba pidiendo que se las volviera a contar. Jaekhar dudaba que alguna vez tuviera suficiente.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now